“La puerta giratoria es el gran problema, pero nadie lo ve como tal sino como libertad de movimiento de las personas y hasta como fuente de enriquecimiento”.
“Si el presidente del Gobierno dice que está haciendo cosas que no le gustan y que no querría hacer, si fuese honrado, ya habría dimitido. En una democracia es lo mínimo que se puede pedir”.
(Reproducción de la entrevista publicada
por la periodista Cristina G. Bolinches
en el periódico digital diario.es el 20/4/2013)
“Pedimos
a Barack Obama que ordene una Comisión Presidencial encargada de acabar con la
influencia que el dinero tiene sobre nuestros representantes en Washington”.
Así, con una cita del movimiento Ocuppy Wall Street, Juan Hernández Vigueras,
miembro del consejo científico Attac-España, inicia su último libro “Los lobbies financieros, tentáculos del poder”,
editado por Clave intelectual. Grupos de presión que, a su juicio, han logrado
evitar la regulación de un sistema financiero “inestable pero que les
beneficia” y que no sirve a la economía real, “la que genera riqueza y
trabajo”.
Entiendo que los lobbies en sí mismos no son ni buenos ni malos. De
hecho usted comenta en el libro que las ONG también son un tipo de lobby.
Los lobbies forman
parte de la democracia. Los estudiosos de este tema dicen que forman parte de
la democracia industrial, en la que hay grupos que tratan de defender sus
intereses, aunque el sistema se base en la celebración de elecciones. El
problema está en la influencia que buscan este tipo de grupos sobre el poder
establecido, sobre quién está en el Gobierno y en cuáles son los intereses que
representan. Ahí es donde se diferencian unos y otros. El poder del lobby está en proporción directa a los
recursos de que dispone y a la capacidad de presión que tiene. Los sindicatos y
las ONG también son grupos de presión, igual que el movimiento Stop Desahucios,
que ha tenido una gran influencia porque representa un poder social a través de
las movilizaciones que ha conseguido.
¿Cómo ha conseguido el lobby financiero el poder que actualmente ejerce?
Por el fundamentalismo del mercado, que
dice Joseph Stiglitz. La idea de la libertad absoluta que queda patente en la
frase de Ronald Reagan: “La solución es el mercado y el Estado es el problema”.
Un modelo que se ha aplicado especialmente en el sistema financiero a través de
la innovación y la capacidad de inventar productos. Se ha creado un mercado muy
complejo que el poder democrático no controla. Por ejemplo, cuando Bruselas
tiene que regular el sistema financiero pide consejo a los mismos que lo han
creado porque son los que de verdad lo conocen. Es como una pescadilla que se
muerde la cola. Otro ejemplo, Barack Obama pidió en un discurso de 2010 que se
restringieran las operaciones financieras de la banca pero llegó el momento de
redactar la ley y los lobbies hicieron
que saliera un documento de principios y de reglas generales. Es curioso pero
el día que se aprobó esa ley, las acciones de la gran banca subieron. Se había
regulado pero faltaban los detalles. A día de hoy no ha pasado nada de nada y
no se han desarrollado los reglamentos. Ha habido una campaña enorme para
conseguir que los principios de esa ley no se desarrollasen, incluso han llegado
a ir a los tribunales para evitarlo.
Uno de los problemas
que usted menciona es la “puerta giratoria”, el continuo trasvase de entre el
sector público y el privado. ¿Es posible cambiar o restringir esta práctica?
La puerta giratoria es una de las
claves de este tema. Claro que se podría regular, porque se puede regular todo
mientras se crea en la democracia. De hecho, hay alguna regulación pero no se
toma muy en serio y no se cumple. En mi opinión, uno de los casos más
escandalosos es el de los comisarios europeos. Por ejemplo, el comisario
Charlie McGreevy, que fue quien llevó a cabo la Directiva de liberalización de
servicios, se pasó a la empresa privada y luego montó su propia firma de
consultoría. La puerta giratoria es el gran problema pero nadie lo ve como tal
sino como libertad de movimiento de las personas y hasta como fuente de
enriquecimiento, tanto económico como intelectual.
¿Entonces cree que los lobbies financieros han logrado evitar una regulación
que les pusiera nuevos límites?
Sí, está claro. El propio sistema que
se ha creado les da ese poder. La banca hoy es mucho más grande y más fuerte
que antes de la crisis.
¿Y la banca española
también ha influido en la regulación?
España, desde el punto de vista
financiero, es Europa. Hay que tener en cuenta que los mercados financieros son
globales. No tiene sentido hablar de banca española porque ya no hay fronteras.
Además, están los paraísos fiscales que demuestran que muchas veces uno tiene
el dinero donde se lo esconden mejor. En España hay que destacar el
oscurantismo, por ejemplo, en el tema de los desahucios donde se sabe que ha
habido contactos de la gran banca tanto con Rajoy como Rubalcaba. Puede que
hayan sido conversaciones informales pero los resultados son evidentes. Está
claro que la banca española ha abusado de las cláusulas de las hipotecas y, sin
embargo, no ha habido respuesta oficial.
¿Influye que partidos
políticos necesiten financiación de la banca?
Claro, sin duda alguna. En Estados
Unidos, los lobbies se
apoyan en la puerta giratoria y en las campañas electorales. Al menos, allí hay
una regulación que hace que los lobbies formen
parte del sistema, aunque el mayor conocimiento de la realidad ha llevado
actualmente a un mayor nivel de crítica. Sin embargo, aquí, en España, la banca
no financia las campañas sino a los propios partidos políticos. Yo envidio que
en EE UU, si vas a ver a un congresista, tienen que registrarlo; aquí vas a
comer con un diputado y nadie lo sabe. Al no haber regulación, difícilmente
puede haber conocimiento de ello. Se ve en la Ley de Transparencia, que va
lenta porque a nadie le interesa.
Entonces, ¿no es
sencillo poner cara y nombre a los lobbies financieros?
Un ejemplo: si vienen a España, a La
Moncloa, Josef Ackerman, como presidente del Instituto de Finanzas
Internacionales o Charles Dallara, consejero de la misma institución, y dicen
que tienen dudas sobre la regulación del banco malo o sobre el precio de esos
activos invendibles, habrá quien diga que lo que quieren es asesorar al
Gobierno. Pero también se puede pensar que esa institución representa los
intereses del BBVA o del Santander y, en lugar de que los banqueros españoles
vayan a La Moncloa, se influye a través de organizaciones que están por encima
de estas entidades.
¿Cree que la
regulación de los desahucios está más determinada por la posición ideológica
del Partido Popular o por la presión que ha ejercido la banca?
Mi opinión personal es que por las dos
cosas. Cuando tú tienes una determinada posición ideológica es más fácil
entenderte con quien tiene una visión que se aproxima mucho a tu ideología. Si
a eso le sumas los problemas financieros que tienes como partido político, como
los hechos que vamos conociendo van demostrando, no parece que sea lo más
adecuado ponerse gallito con la banca. Dicho de otra manera, eso demuestra la
fragilidad del Gobierno actual. El problema de fondo, aunque no quiero meterme
mucho en este tema, es que si el presidente del Gobierno dice que está haciendo
cosas que no le gustan y que no querría hacer, si fuese honrado, ya habría
dimitido. En una democracia, es lo mínimo que se puede pedir. Le hubiera dicho
lo mismo a Zapatero. Si has sido elegido con un determinado mandato, si has
cambiado de opinión, dimite, pide elecciones o convoca un referéndum. Pero la
Democracia, en este aspecto, es muy endeble.
Inicia el libro con
una cita de Ocuppy Wall Street. ¿Cree que este tipo de movimientos, como el
15-M, pueden lograr cambios?
Son movimientos diferentes. El hecho de
ocupar Wall Street era un símbolo porque este movimiento tenía un objetivo muy
claro, aunque lograr una fuerza social en Estados Unidos no es nada fácil.
Aquí, sin embargo, el objetivo es mucho menos claro. Aunque en el 15-M había
eslóganes muy bonitos, no estaba claro qué se estaba buscando, no había un discurso
político claro y el tema financiero no se percibía. Pero es que en España no se
tiene mucha conciencia de la importancia del tema financiero.
¿Y cree que hay algún
tipo de solución? ¿Se puede al menos reducir la influencia de los lobbies, en este caso los
financieros?
Se puede hacer creando conciencia
crítica. Yo creo en los movimientos sociales, no en los que queman
contenedores, porque eso es una tontería. Vuelvo al ejemplo de Stop Desahucios,
que lo ha hecho muy bien: ha demostrado una posición muy fundamentada y
muy bien argumentada, aunque luego no haya conseguido lo que se proponía y ya
sabemos por qué no lo ha conseguido. En este momento, falta conciencia crítica.
Gobernantes al servicio de los mercados
“Desde que las empresas se convirtieron
en conglomerados o grupos empresariales con proyección global, los ahorradores
y las familias que solían ser los accionistas mayoritarios fueron sustituidos
por los grandes bancos y otras entidades inversoras como los nuevos
propietarios que des daban un nuevo rumbo bajo directivos de nuevo cuño. (…) Un
gestor que ignora los detalles del negocio. (…) De modo similar, los
gobernantes que antes se regían por principios, ideas y valores políticos ahora
se muestran capaces de administrar cualquier proyecto de Gobierno al servicio
de los mercados financieros”. Ésta es una de las principales conclusiones del libro en el que se desgrana la influencia de los
lobbies financieros, que saldrán de la crisis, en opinión del autor, con una
regulación aún más beneficiosa para sus intereses.
Pese a que el modelo de actuación de
los grupos de presión funcione de diferente forma en Washington, Bruselas o en
la City londinense,
los objetivos son prácticamente los mismos. “Desde 1989 o 1990, en Europa se
han ido eliminando los controles sobre la banca y la actividad financiera y no
se ha creado ningún regulador”, asegura el doctor en Derecho y miembro de
consejo científico de Attac-España. “Ahora quieren que el Banco Central Europeo
controle las cuentas de los bancos a los que presta dinero porque la liquidez
se ha dado a entidades que estaban en quiebra, no se han controlado las
cuentas; ya es tarde para eso”, explica en la entrevista. Mientras, en Estados
Unidos, entre 1998 y 2008, “los grandes bancos y las firmas financieras de Wall
Street se gastaron [en actividades de lobby] 3.400 millones de dólares
destinadas a impedir reformas legales que habrían podido prevenir la crisis
financiera”, afirma en su libro.