En octubre de 2015, el sistema judicial de Islandia envió a
la cárcel a los máximos responsables
de los mayores bancos quebrados y a sus numerosos lugartenientes. Las
sentencias culminaron un proceso en el que Islandia adoptó una vía diferente a la
de los EEUU y el resto de Europa, dejando caer a los bancos en lugar de
rescatarlos. Desde luego tuvieron lugar operaciones de rescate, pero fueron
rescates de ciudadanos corrientes más que de banqueros, perdonando las deudas
hipotecarias que excedían el 110 por ciento del valor real del hogar vinculado
al préstamo. Y este pequeño país regresó al crecimiento económico mucho más
rápidamente que la mayoría de los países europeos, que optaron por el rescate
de los bancos al encontrarse con el colapso financiero global.
Como sabemos, cuando tras la quiebra del enorme banco de
inversiones Lehman Brothers en septiembre de 2008, el colapso de Wall Street
amenazaba a todos los grandes bancos del sistema financiero mundial, surgió el
argumento de que eran demasiado grandes
para dejarles quebrar (too big to fail); y se impuso el modelo, aprobado
primero en el Congreso estadounidense, de socialización de las pérdidas
mediante ayudas públicas multimillonarias a los grandes bancos al borde de la
quiebra en EEUU y, luego en la UE. Y lo cierto es que tanto en los EEUU como en
la UE, desde que la crisis financiera metió a la economía en una espiral que
llevó a la pérdida de millones de puestos de trabajo y de hogares excluidos, muchas
voces populares reclamaron que se
exigieran responsabilidades y se juzgaran a los banqueros responsables de los
múltiples fraudes y estafas que les condujeran a la cárcel. Porque sólo un
banquero de alto nivel fue a la cárcel (Bernard Madof y por su propia
confesión), y el Departamento de Justicia estadounidense se limitó a perseguir
la imposición de multas millonarias contra los grandes bancos en lugar de procesar
a los directivos responsables de los hechos delictivos.
Por fin, en su segundo
mandato, la Administración Obama pretendió poner remedio con un acuerdo
de compensación económica entre las autoridades y los bancos afectados. Y en enero
de 2013, nueve grandes bancos de Wall
Street (entre ellos Bank of America, Citigroup, J.P. Morgan Chase, Goldman
Sachs, Morgan Stanley y Wells Fargo), llegaron a un acuerdo con los reguladores
federales en los EEUU para imponerles una multa de 9.300 millones de dólares
para cancelar la responsabilidad legal de estos bancos ante desahucios que
incumplieron la legalidad. Concretamente el caso contra los estos megabancos se
fundamentó en su incapacidad para mostrar los documentos requeridos que justificaran
los desahucios de propietarios atrasados en los pagos del crédito hipotecario. La inexistente regulación y el alto
volumen de créditos de
este tipo generados en el periodo previo a la crisis, llevó a los bancos a
contratar personas para que firmaran cientos de documentos al día, aprobando
los desahucios sin llevar a cabo el procedimiento legal requerido. Esta
situación tuvo lugar en al menos 450.000 casos, en los que los bancos se
apropiaron de hogares sin acreditar la justificación económica o legal para
llevar a cabo dicha acción.
A pesar del masivo daño causado por las prácticas fraudulentas de los bancos,
la multa impuesta equivalía a un pago de menos de 300 dólares por hogar
afectado. Y es importante señalar que a pesar de las evidencias no se produjo
una sola detención o acusación criminal, al mismo tiempo que el acuerdo excluyó
la responsabilidad de los bancos para responder financiera o legalmente por
cargos similares ocurridos en el periodo previo.
De ahí el debate
político planteado sobre el problema latente de los bancos que se han hecho tan
grandes y opacos que no sólo son demasiado grandes para dejarles quebrar, cuando
acumulan enormes pérdidas, sino que resultan demasiado grandes para encarcelar,
cuando transgreden gravemente las leyes. Desde una perspectiva crítica la
expresión coloquial bancos demasiado grandes para encarcelar,
denuncia la ausencia de voluntad política o la incapacidad de las autoridades
públicas para procesar y enjuiciar a los grandes bancos por los grandes fraudes
y otros hechos delictivos. Y el uso de la expresión ha llegado hasta el extremo
que un informe del Congreso estadounidense de julio de 2016 se titula Too big to jail (Demasiado grandes para encarcelar); en este informe resultado de
tres años de investigaciones, se cuestiona la decisión del Departamento de
Justicia de no procesar a un gran banco global como el gigante británico HSBC,
por transgresiones de la legislación antiblanqueo y contra la financiación del
terrorismo, favoreciendo a narcotraficantes mexicanos y a países que amparan
organizaciones terroristas; una decisión surgida de la preocupación del entonces
Fiscal General Eric Holder de que el procesamiento del Banco tuviera
consecuencias adversas para el sistema financiero; expresada en una sesión
pública del Comité Judicial del Senado estadounidense en marzo de 2013, al ser
cuestionado sobre la posición de su Departamento respecto a los sucesivos
escándalos bancarios de corrupción y fraude. Ideas que habían sido
precedidas de confesiones similares del Fiscal General adjunto Lanny Breuer,
realizadas a The New York Times el año anterior a propósito del mismo caso, alegando
el temor a que una dura condena del HSBC afectara a la economía mundial. De
manera que quedaba explicitada oficialmente la política seguida frente a la
gran banca, asumiendo que sus ramificaciones e interconexión dentro del sistema
financiero y la economía actual, coartan o impiden apelar a los tribunales para
que juzguen los abusos y hechos delictivos cometidos por los grandes bancos,
que han venido denunciando los medios de comunicación.
Y es que desde 2012 han abundado los escándalos de
manipulaciones de precios de referencia en mercados financieros por los grandes
bancos globales, resueltos sin sanción o con multas ridículas en relación a los
beneficios obtenidos con los fraudes sobre el líbor, el interés básico
interbancario de Londres; el euríbor; el tipo de cambio; el precio de
referencia del oro y de las materias primas en los mercados financieros; y
demás grandes casos de delincuencia bancaria que he analizado en un nuevo libro.
Por ejemplo, en 2016 mediante un acuerdo extrajudicial con demandantes
particulares, el Deutsche Bank reconocía sus propias manipulaciones sobre el
precio de referencia del oro, mientras fue miembro del panel de megabancos en
Londres que lo fija; algo que no habían logrado averiguar las investigaciones
de las autoridades financieras alemanas ni ha sido sancionado.
En los EEUU otras sanciones con multas multimillonarias a
los bancos suizos USB y Credit Suisse de basaron en que promovieron durante
años el fraude fiscal entre los megaricos estadounidenses. Y con la publicación
de los conocidos como Papeles de Panamá y Bahamas
leaks (la filtración de datos del registro mercantil de ese pequeño país
caribeño) ha quedado demostrado una vez más como la gran banca global incentiva
el impago de impuestos de personas adineradas, ahora identificadas con nombres
y apellidos, facilitándoles la creación y utilización en los conocidos paraísos
fiscales de sociedades mercantiles instrumentales, que son puras ficciones
jurídicas sin actividad económica local alguna y mero instrumento para la
opacidad y ocultación del verdadero titular beneficiario del dinero. El Banco
Santander se encuentra
entre los grandes bancos internacionales que han creado sociedades
pantalla en las Bahamas para ocultar la identidad de sus clientes, según las
informaciones publicadas en septiembre de 2016 por el diario alemán Süddeutsche
Zeitung; el Confidencial y La Sexta en España, en el marco de las investigaciones
coordinadas por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación
(ICIJ). El registro mercantil de Bahamas confirma que el banco español,
presidido actualmente por Ana
Botín, abrió 559 sociedades mercantiles
instrumentales entre 1990 y 2015; cifra que ha variado según los años; y
que actualmente mantiene unas 380 estructuras. Y es mayor el número de
sociedades fantasma creadas por los grandes
bancos suizos, el UBS con 9.717 y el Credit
Suisse con 8.299. Otros
grandes bancos con una presencia relevante en ese paraíso fiscal son JP
Morgan con 1.617
estructuras; y BNP
Paribas con 657.
Y antes, en abril
de 2016, por otra investigación también del citado Consorcio Internacional y publicada
por los medios ya citados, supimos que más
de 500 bancos, sus filiales y sucursales registraron casi 15.600 sociedades
pantalla a través del despacho de abogados Mossack
Fonseca con sede en Panamá,
según el análisis de la documentación revelada. El gigante británico HSBC (el megabanco que colaboró con el
narcotráfico mexicano; el de la conocida lista
Falciani; y accionista
importante del Grupo Prisa), a través de distintas filiales seria el responsable
por sí solo de más de 2.300 de estas sociedades que solo buscan defraudar al
fisco. Otros grandes bancos internacionales que han hecho negocios con este
despacho son el francés Société
Générale (979
sociedades), Royal Bank of Canadá (378), el alemán Commerzbank (92) y el Credit
Suisse (1.105).
Asimismo los bancos españoles Santander
y BBVA realizaron esta actividad
para clientes de elevado patrimonio de
los distintos países en los que operan, incluyendo algunos con domicilio
en España. Pero, hasta la fecha, desconocemos si el Gobierno español ha
abierto alguna investigación sobre la cooperación delictiva de los bancos
españoles en esa promoción del impago colectivo de impuestos en España. Y la
gran pregunta que hemos de hacernos es si podrá sobrevivir el Estado
democrático frente a estos ataques de los megabancos.-
(Publicado
en la revista digital Argumentos Socialistas, nº 20-febrero 2017 El capitalismo a debate) http:/
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