Por Will Hutton
en The Observer, domingo 4 Mayo 2008.
Es la superclase que llega a Davos tras vuelos en Gulfstream, que hace del euroescepticismo su mejor baza y que goza de extraordinarias libertades económicamente ineficientes como vemos tras la crisis del crédito pero que ha dedicado veinte años de presiones para lograr libertades financieras frente a las legislaciones nacionales que actualmente se utilizan contra los gobiernos.
Cada mes de Enero, el aeropuerto de Zurich alberga una peculiar migración de unos 150 reactores privados Gulfstream que aterrizan. Llega la superclase para el anual Foro Económico de Davos. Si una generación atrás era solamente un puñado de ricos los que viajaban así, ahora hay unos 1500 Gulfstream en servicio, un símbolo del crecimiento de esta nueva clase internacional de poderosos y ricos.
Un Gulfstream transporta solo ocho pasajeros en extraordinaria opulencia, sillones de cuero reclinables, de enmaderados pulidos y con tele de última definición. Cada uno cuesta 45 millones de $ y cada 500 horas en el aire, 1,25 millones de mantenimiento; de manera que sus compradores son por definición muy ricos. En los últimos veinte años, sus ventas han seguido el auge de las fortunas de la superclase.
Como escribe David Rothkopf, ex segundo subsecretario de comercio para la política de comercio internacional de EEUU (con la Administración Clinton), en su extraordinario nuevo libro Superclass, el tiempo es lo que más importa para estos productos de la globalización, que declaran que tienen mas en común entre sí que con los mortales de 50,000 pies por debajo. No pueden dedicar ni desean perder sus valiosas horas en las colas de los aeropuertos o en aviones retenidos por el control del tráfico aéreo. El Gulfstream es la ayuda indispensable para moverse alrededor del mundo sin esfuerzo y una de las características de los miembros de la superclase es el movimiento y el acceso global e influencia que lleva consigo.
Rothkopf incluye a unos 6,000 personajes, Consejeros Delegados y Presidentes de las principales corporaciones, socios de hedge funds y firmas de capital riesgo, líderes nacionales y religiosos, una muestra de intelectuales globales, jefes militares y figuras de la cultura. Controlan el petróleo, el dinero, la propiedad intelectual, la tecnología y los medios de comunicación. Rupert Murdoch (el patrono de Aznar) es un de los miembros como lo es Edward Johnson que dirige Fidelity Investments, el mayor fondo de inversiones del mundo (con base en las Bermudas) así como Lakshmi Mittal que es el dueño de la mayor compañía de acero del mundo (comprador del Arcelor, la siderúrgica europea).
La superclase es tremendamente un asunto privado y la mayoría de sus miembros dan extraordinarios rodeos para mantenerse fuera del candelero. Lloyd Blankfein, el principal ejecutivo de Goldman Sachs, abortó la adquisición de una finca de 10 acres por 41 millones de $ tan pronto como las noticias revelaron quien era el comprador, que quería permanecer en el anonimato.
Pero a pesar de su privacidad, están enormemente interconectados. Un tercio fue a 20 Universidades solamente. Los consejeros de las cinco principales compañías del mundo tienen asiento en los consejos de las otras 147 compañías. No es que únicamente se cojan el teléfono entre sí sino que tienen acceso al gobierno, en parte por razón de su poder y en parte porque les conocen personalmente. Goldman Sachs es el ejemplo puro. De los cuatro predecesores de Blankfein, dos han sido secretarios del Tesoro en EEUU (Hans Paulson y Bob Rubin) y los dos presidieron su Consejo Económico Nacional (Joe Corzine). Otro discípulo, Robert Zoellick, es el presidente del Banco Mundial.
Gordon Brown (el actual primer ministro británico) se ha rodeado cuidadosamente de antiguos empleados de Morgan Stanley y Goldman Sachs. Y Jonathan Powell, el jefe de gabinete de Tony Blair, asesora actualmente a Morgan Stanley. Y así sucesivamente.
La dimensión financiera es clave. La superclase solo puede alcanzar la escala que alcanza gracias a su capacidad para hacer lo que quiere con dinero, tomarlo prestado, apalancarse, cruzar las fronteras, apoderarse de compañías con su propio dinero y protegerse frente a la fiscalidad. Rothkopf dice que en 2007 había 21 instituciones financieras que gestionan por lo menos un billón de $ en activos cada una y que las 50 principales disponen de activos que exceden los 48,5 billones de $. Sus extraordinarias libertades no son naturales o económicamente eficientes, como ahora está claro tras la crisis del crédito. Son una consecuencia de los veinte años de la campaña de presiones para lograr libertades para las finanzas frente a las legislaciones nacionales y que actualmente se utilizan contra los gobiernos para mantenerles en su sitio.
Brown y Alistair Darling (su ministro de hacienda) tiene discusiones apresuradas, por ejemplo, para remodelar la legislación fiscal empresarial cuando las compañías han empezado a trasladarse a Irlanda para pagar menos impuestos, un modo clásico de ejercer su poder la superclase (y una respuesta clásica de ceder). La superclase es superrica ( los 1000 primeros son milmillonarios) y es superinfluyente y superseguradesímisma
Nunca en la historia ha habido una diferencia a tal escala como la actual entre ricos y pobres, señala Rothkopf. Algo inestable. Antes o después, brotará la indignación popular y habrá respuesta política. Por el momento, empero, parece que un hechizo reina sobre el proceso político, al menos en el Reino Unido. Los dos, Brown y Darling, se superan entre sí en su ansiedad por apaciguar a la superclase; John Hutton, el Secretario de Estado para los negocios, la empresa y la reforma de la regulación, hablaba por los dos partidos políticos cuando insistía en que tenemos que alabar la gran riqueza.
Le tocó a Mervyn King, el gobernador del Banco de Inglaterra, el señalar que los sueldos de la City distorsionan la economía al distorsionar el modelo de retribución por talento y Richard Lambert, el director general del CBI (la asociación de empresarios británicos) argumentó que los sueldos de la City incentivan la imprudencia.
La dificultad estriba en que hacer algo efectivo requiere acciones a nivel internacional. No es difícil pensar en una ramillete de medidas que limitarían la riqueza de la superclase y esos sueldos por las nubes en el mercado financiero junto con restricciones sobre la capacidad para evadir impuestos por parte de las compañías y de sus consejeros de la superclase. Habría que moverse a nivel de la UE y luego lograr un acuerdo con los EEUU y el G-8
Pero aunque tales medidas fueran un poder compensador efectivo, los miembros de la superclase nos dirían que eso sería socavar la soberanía del Reino Unido y meter en el Reino Unido a la horrorosa Bruselas. El euroescepticismo es la mejor baza de la superclase al mismo tiempo que está socavando todas las formas de colaboración multilateral.
Pero no existe una respuesta efectiva, antes o después los países tendrán que abordar el asunto solos. ¿Quién no ve el espectro del renacimiento del fascismo italiano? Los desafíos de estos momentos requieren respuestas valerosas. Ninguna en perspectiva.-
(Traducción y paréntesis de jhv)
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