Está claro que el calor y los incendios veraniegos como el frío gélido del invierno afectan a la generación de gases de efecto invernadero, del dióxido de carbono (CO2), a causa de las variaciones en la producción y consumo de energía. Por tanto, con esas variaciones se puede ganar dinero en un mercado financiero emergente en la Unión Europea, una deriva de la política comunitaria contra el cambio climático.
Desde 2005 ha surgido un comercio sobre las autorizaciones o los topes de emisión de CO2 de que disponen las empresas propietarias de las 10,500 instalaciones industriales registradas y controladas en la Unión, que abarcan principalmente centrales eléctricas, industria del carbón, cementeras, refinerías y la industria pesada europea.
Es el modelo europeo de combatir la emisión de gases de efecto invernadero que, aunque imperfecto, tiene un objetivo razonable como es la reducción de gases nocivos para el clima. Así, conforme a la directiva europea correspondiente, cada Estado miembro fija un plan con unos límites para las emisiones potenciales de sus industrias generadoras de dióxido de carbono, que al ser en principio superiores a las emisiones reales se convierten en una autorización, un derecho o un crédito transferible, comerciable entre quienes prevén la superación de ese tope o prevén que no llegarán.
Al margen de los detalles técnicos, este Esquema de Comercio de Derechos de Emisión ha creado todo un mercado comunitario donde las empresas europeas pueden indistintamente comprar y vender derechos en cualquiera de los 27 países de la UE más los tres del Espacio Económico Europeo que incluye a Islandia, Noruega y Liechtenstein; bien mediante intercambios bilaterales bien acudiendo a un intermediario (broker) o a una Bolsa especifica donde se determina un precio variable constantemente según las disponibilidades de vendedores y las demandas de compradores y otros factores macroeconómicos.
Pero sobre este mercado real de los créditos de emisión de CO2 se está montando un “mercado financiero emergente” con sus productos financieros innovadores, derivados, transacciones informales y contratos de futuro siguiendo el modelo montado sobre el petróleo, con los mismos posibles efectos de distorsionar los precios del intercambio. Igual que sucede de modo opaco con la especulación sobre el precio del petróleo a través de los llamados mercados de futuros, dominados por instituciones financieras, bancos y hedge funds, según hemos analizado y documentado.
En este nuevo mercado centrado en Europa, la rentabilidad se apoya en que el valor del derecho de emisión de CO2 es muy volátil y viene determinado por factores como las variaciones del clima, las situaciones político-económicas y el volumen de asignaciones en el ámbito europeo, factores que dejan un amplio margen para la especulación financiera. Así, mientras el mercado real de derechos de emisión de CO2 ya alcanza los 78,000 millones $ al año, el comercio de sus productos financieros derivados ofrece un crecimiento de dos dígitos cada año. Porque en ese mercado financiero, respaldado por la compraventa de los créditos de emisión de CO2 dentro de la UE, ya han desembarcado los grandes bancos de inversiones como Morgan Stanley y Barclays para ofrecer derivados, contratos de futuro y demás innovaciones financieras junto con los inevitables intermediarios como el británico Carbon Capital Markets y la española SENDECO.
El nuevo negocio financiero montado sobre la lucha contra el cambio climático se instrumenta básicamente en dos plataformas electrónicas de contratación paneuropea. La empresa holandesa European Climate Exchange gestiona un mercado electrónico que supone el 85 % del total de millones que se negocian en Bolsa anualmente en Europa, aprovechando los sistemas telemáticos de la Intercontinental Exchange de base en Atlanta que controla el ICE de Londres, el mercado de futuros del petróleo. Y la NYSE Euronext, la empresa fusionada de la Bolsa de Nueva York y Euronext (Paris, Amsterdam y Lisboa), en asociación con la banca francesa Caisse de Depots dispone de la plataforma Bluenext desde enero 2008, que ya comercializa contratos de futuros sobre los derechos de emisión de los gases de efecto invernadero.
Dada la incertidumbre inherente al producto base comercializado y financiarizado, que es la reducción de la emisión de CO2, y teniendo en cuenta que legalmente son parte de este mercado relevantes centros offshore y notorios paraísos fiscales como Luxemburgo, Chipre, Malta y Liechtenstein, está asegurado el desarrollo de este mercado financiero emergente, lo que como mínimo distorsionará el combate legal contra el cambio climático.
Dado que sigue abundante la liquidez disponible por los operadores financieros, causa de la fuerte tendencia inflacionista, y dado que todo apunta a la prolongación de la crisis financiera, no es aventurado pensar en la probabilidad de una nueva burbuja financiera sobre el mercado de los derechos de emisión de dióxido de carbono en Europa. Condiciones se dan en la UE porque existe amplio descontrol financiero en operaciones transnacionales, no tenemos supervisor financiero comunitario y se carece de cortafuegos y barreras legales exteriores como las creadas contra la inmigración ilegal.-
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