(Viñeta de Kap en La Vanguardia, 12/5/2012)
“Los centinelas no
estaban en sus puestos, en gran parte debido a la fe ampliamente aceptada en la
naturaleza autocorrectiva de los mercados y en la capacidad de las entidades
financieras para vigilarse a si mismas con efectividad”, se afirma en las
conclusiones del informe del Congreso estadounidense sobre la crisis de Wall
Street; subrayando claramente el trasfondo ideológico neoliberal como principal
causa de la crisis financiera global, que podemos aplicar también a la de
Bankia. Pero en el caso de las Cajas de Ahorro hay que subrayar que el dinero
en juego era y es público. Por eso, tenemos que destacar ante todo la responsabilidad
de los gestores políticos o allegados a los partidos mayoritarios.
Primero había que
“salvar a los nuestros”, piensan nuestros gobernantes. Para empezar, digamos
que Bankia representa el fracaso de las reformas financieras del gobierno
actual (la de febrero 2012 era la “definitiva”) y de las anteriores, que no han
logrado que la banca sirva el crédito que necesita una economía que languidece
y genera paro. Y es que han tenido como objetivo básico ocultar la corrupción
sistémica y las responsabilidades de gestión de las oligarquías políticas
regionales, soporte de la élite política, que impulsaron Cajas “engrandecidas”
con la especulación inmobiliaria alimentada por el dinero barato del
exterior y los mecanismos bancarios financieros.
Más allá de la responsabilidad de los gobiernos que pusieron las bases del
desmadre financiero- inmobiliario.
Entre junio y diciembre de 2010 surgía el Banco Financiero y
de Ahorros (BFA) resultado de la suma de Caja Madrid y Bancaja, primero, y de
Caja Canarias, Rioja, Ávila, Segovia y Layetana bajo la fórmula jurídica ad
hoc del SIP, un esquema legal que
integra activos y pasivos de estas Cajas; consensuado por los dos partidos
mayoritarios para tapar el desastre de la especulación inmobiliaria y de paso
las responsabilidades de la gestión bancaria nefasta, a costa de los
contribuyentes. En marzo de 2011, hace poco más de un año, se lanzaba Bankia
como filial de BFA, un nuevo banco privado con la aportación de 4,465 millones
de euros del FROB, el fondo estatal de rescate bancario. De este modo se
pretendía resolver los problemas de insolvencia de Bancaja y otras, en
particular de Caja Madrid, “la más dañada por la crisis del ladrillo”.
Surgió así un monstruoso banco “demasiado grande para dejarlo caer”, de un
elevado riesgo para el sistema financiero español por sus 10 millones de
clientes-depositantes, sus 22,000 empleados y 400,000 accionistas además del
volumen millonario de la cartera de participaciones empresariales, un tinglado
bancario madrileño montado con dinero público del contribuyente bajo un ilustre
político fracasado como director gerente del FMI y uno de los patrocinadores de
la legislación que liberó el suelo patrio para la especulación inmobiliaria.
Era el cuarto banco español; la joya del PP desde hace años.
El fracaso inicial
de la salida de Bankia a Bolsa en junio de 2011 demostró su fragilidad financiera de origen. Aunque, con
la fe neoliberal en las bondades de los mercados financieros, nuestros
gobernantes, incluido el gobernador del Banco de España, creyeron que sería superada con la influencia en “los
mercados” del ex Director Gerente del FMI. Eso sí: atraídos por la imagen
histórica de las Cajas una gran parte pequeños ahorradores, jubilados en su mayoría,
compraron acciones del nuevo banco, ahora depreciadas en un 40 %; o compraron
participaciones preferentes engañados por la creencia de que hacían un depósito.
Como ha sucedido en
las restantes Cajas de Ahorro bancarizadas, el Presidente de Bankia y todos los
demás gestores bancarios allegados al partido gobernante y sus baronías
regionales, se aseguraron retribuciones desmesuradas mediante contratos
blindados que contaron con el beneplácito de las autoridades incluido el
supervisor, el Banco de España. Unos hechos denunciados por una parte de la
opinión pública sin mayores consecuencias hasta la fecha.
Segundo. Había que
ocultar la cruda realidad. En la formación del nuevo proyecto bancario
madrileño, la ingeniería financiera asignó los llamados activos “tóxicos”
(léase préstamos impagables, viviendas y solares sin mercado previsible) al
“banco malo”, el BFA; y los activos buenos y de dudosa validez se asignaron a
la filial única, Bankia, una compleja operación de manipulación contable esperando
que las ganancias futuras de Bankia cubrieran la insolvencia de la banca matriz
que tiene ahora un capital cero, se asegura. El resto lo aportó la contabilidad
financiera y sus expertos; con la expresión “valores tóxicos” puesta en
circulación en Wall Street para denominar aquellos activos subprime cuando ya
carecían de mercado y nadie sabía lo que valían, en España se ha aplicado
interesadamente para evitar mencionar los inmuebles que tienen existencia
física real, pero cuyo valor contable resulta imaginario porque el valor
razonable del mercado (mark to market) nadie lo sabe, son activos que ni se
venden ni se compran ni ahora ni en mucho tiempo.
¿Qué criterios
contables precisos sirvieron de base para deslindar en las cuentas los activos buenos y malos y su reparto entre
BFA y Bankia?
Tercero. El financiarizado
contexto europeo actual contribuyó a la supervivencia de Bankia. Más aún,
Bankia ejemplifica el fracaso de la política del BCE frente a la crisis de la
deuda soberana del euro, que incentiva el negocio especulativo financiero de los bancos en
lugar de generar crédito; fue uno de los primeros bancos europeos en solicitar
liquidez (15,000 millones de euros en Diciembre de 2011 y 25,000 millones en
febrero 2012, al 1 %. Como muestra, digamos que
aportaba al BCE como garantía los bonos de renta fija del Fondo de
Activos Corporativos V, que están respaldados por préstamos diversos, como los
concedidos al Real Madrid para los fichajes de Ronaldo y Kaká. Y que obviamente
han servido para adquirir deuda pública de elevada rentabilidad, además de
cubrir sus vergüenzas contables derivadas de la explosión de la burbuja
inmobiliaria. Caja Madrid como tantas otras Cajas hace tiempo que dejó de ser
banca tradicional de depósito para convertirse en banca financiera, nutrida por
la especulación en “los mercados”. Y si los gobiernos de la UE quisieran acabar
con esta especulación bancaria, justificada con la falacia de que los estatutos
del BCE no le autorizan a prestar dinero a los gobiernos del Eurogrupo, ¿por
qué no se ha modificado ese tratado en tres meses como se ha logrado concluir
el aberrante pacto fiscal?
Cuarto. Los reguladores privados en la sombra del casino
financiero se imponen sobre los supervisores públicos. La auditora Deloitte, una de las cuatro
grandes del mundo y necesitada de recuperar prestigio, destapó la cruda
inviabilidad del proyecto bancario privado, advirtiendo ya en febrero pasado el
desajuste patrimonial de BFA, originado por la pérdida de valor de su filial
Bankia. La crisis de Bankia, con la dimisión de su Presidente, no fue decisión
de los accionistas ni del supervisor sino que la desencadenó la negativa de la
auditora Deloitte a avalar unas cuentas considerando que el valor real de BFA
asciende a 8500 millones euros frente a los 12,000 registrados en sus libros.
Por tanto, la actuación del Banco de España ha quedado en entredicho porque en
febrero último afirmaba la capacidad de todas las entidades financieras para
hacer frente a las provisiones requeridas por la reforma financiera aprobada
por el gobierno en ese mes. Asimismo, el Banco de España no puso ninguna
objeción al plan de saneamiento presentado por Bankia el 31 de marzo y el 17 abril como queda claro
en su comunicado, aunque se cubría advirtiendo de que si se diese el caso de
que alguna entidad no lograse alcanzar el nivel de capital requerido siempre
podría acudir al FROB.
Quinto. El rescate
de Bankia, cuya cuantía todavía está por determinar en función de la valoración
de sus activos y que el gobierno ha querido denominar “nacionalización
transitoria”, no resuelve todos los
problemas porque los daños colaterales de esta crisis son ya cuantiosos. Por el
momento está clara la pérdida de confianza exterior en este país, sus bancos y
en las políticas gubernamentales que nos
hunden en una profunda recesión económica; como prueba la exigencia de la UE de
una valoración independiente de todos activos bancarios. A lo que se añaden las
negras perspectivas para las actividades culturales, asistenciales y sociales
de la Obra social de Caja Madrid y de las restantes Cajas. Y por un largo
momento, la pérdida de confianza inversora se traduce en depreciación de las
acciones de las empresas participadas por BFA-Bankia, cuya cartera abarca,
entre otras empresas importantes, Indra (20%), Mapfre (15%), NH Hoteles (15,74
%), IAG (Iberia-British Airways) (12 %) o Iberdrola (5%), con la dificultad
añadida de que la liquidación de esas participaciones no resulte oportuna en
una Bolsa bajista (Expansión, 11/5/2012).
Y, como ha ocurrido
en las economías fallidas de algunos países en desarrollo, ahora “los fondos buitres vuelan en círculo
sobre Irlanda y España” nos decía el
titular de un reportaje del Financial Times del miércoles 9 de mayo. Pero, mientras parece que estos
fondos especulativos, que se aprovechan de los países hundidos por las crisis
financieras, no han encontrado las gangas que esperaban en Irlanda, su
actividad creciente en España se encamina más que hacia el agobiado mercado de
los préstamos hipotecarios y al consumo, al acecho de oportunidades en
participaciones de empresas punteras, en las “corporate oportunities”.