Los 15 mayores bancos europeos (entre ellos Santander y
BBVA) de la lista del Consejo de estabilidad financiera como entidades
sistémicamente importantes (SIFI en siglas inglesas) disponen de unos activos
que equivalen al 159,7 % del PIB de la
UE. El mayor de estos grandes bancos es el Deutsche Bank que tiene unos activos
equivalentes al 85 % de Alemania.
Las cifras que recoge el informe Liikanen son impresionantes porque muestran que hay un número significativo de bancos en la UE que son “demasiado grandes para dejarlos quebrar” (too big to fail); cuyos volúmenes de activos crecieron considerablemente en los años previos a la crisis y siguen creciendo después del breve intervalo de 2009-2010. Más aún, de los 15 citados, los activos de los cuatro mayores bancos británicos alcanzan el 414 % del PIB del Reino Unido; y los de los bancos holandeses ING y Rabobank, igualan el 284,4 % del PIB de Holanda.
Si algo ha quedado demostrado, y fue reconocido por los
gobernantes del G-20, es que los grandes bancos son un riesgo para todo el
sistema financiero global. La experiencia ha demostrado que los bancos con un
porcentaje alto de actividad especulativa financiera, son demasiado grandes
para dejarlos que quiebren y los gobiernos tuvieron que rescatarlos o les
ayudaron a sobrevivir durante la crisis. Y las deudas bancarias se trasladaron
a deuda pública; en unos países más que en otros.
Sin embargo, como en aquellas cumbres tan mediáticas no hubo
acuerdo, el asunto quedó para que cada uno de los gobiernos tomara las medidas
apropiadas porque desde Goldman Sachs al BBVA, todos cuentan con que si
tuvieran problemas los gobiernos afectados les echarían una mano. La quiebra
del banco Lehman Brothers fue toda una lección inútil hasta ahora, porque no se
han eliminado o controlado los instrumentos de especulación que llevaron a
aquella gran quiebra y al casi colapso del sistema.
Más de cuatro años después de iniciada la crisis financiera,
la crisis del euro generada por el descontrol de la banca ha mostrado
claramente el fracaso de la desregulación financiera en la Unión Europea; un
descontrol que España se ha practicado de manera propia. Finalmente, en la actualidad, se desarrollan negociaciones
políticas – opacas - para una regulación
europea de la banca, aunque la política y la opinión pública española intervendrán
cuando los textos legales ya aprobados lleguen al Parlamento español para su
ratificación. Porque el proceso lleva ya un año y sigue.
En febrero de 2012, el comisario europeo para el mercado
interior y los servicios, el francés Michel Barnier, encargaba al gobernador
del Banco central de Finlandia, Erkki Liikanen, la presidencia de un grupo de
expertos de alto nivel con el fin de que formulara recomendaciones para una
reforma bancaria europea. Y el 2 de octubre pasado, veía la luz el denominado Informe Liikanen, que tras someterlo a consultas de los grandes bancos y la tecnocracia,
servirá de base a la Comisión para formular propuestas de legislación hacia
septiembre de 2013, dicen.
Para continuar la tradición de que la legislación financiera
la hagan o deshagan los bancos en Bruselas, de los doce expertos que integraban
el referido Grupo de alto nivel, once habían trabajado en el sector bancario
(Deutsche Bank, Rabobank, Morgan Stanley, Lloyds, Credit Suisse, en
instituciones financieras internacionales, gobiernos y entidades académicas,
según el análisis del investigador Peter Walh del Instituto alemán Weed. Además, el Grupo liderado por el
gobernador del Banco de Finlandia, fue objeto de una intensa campaña de presión
para que moderara el alcance de sus propuestas. Hasta el punto de que la
división interna sobre las conclusiones obligó a retrasar la primera
presentación del informe, prevista para el 15 de septiembre durante la reunión
informal de ministros de Economía en
Nicosia.
Por tanto, no sorprende que el recorte al casino financiero
propuesto sea limitado, aunque se abra la puerta para avances mayores en la
línea marcada por muchos informes y estudios de un control en serio de los
bancos y sus negocios financieros. De entrada, se defiende la continuidad de la
banca universal, el modelo actual que une los riesgos de la especulación
financiera a los depósitos de los clientes, aunque se propone una cierta
separación.
La propuesta central del referido informe es que las
actividades de trading (las
operaciones de bolsa y la especulación con fondos del propio banco, con
productos derivados de alto riesgo y
la financiación de los fondos especulativos, sean hedge funds o los conocidos como fondos de capital riesgo) queden agrupadas en una entidad legal
separada de las actividades de banca comercial o minorista. La separación
tendría que producirse si los activos financieros del banco sobrepasan entre el
15 o 25 % del total de activos del banco o los 100,000 millones de euros. De
este modo, los depósitos y la garantía
estatal que conllevan quedarán liberados de los riesgos de los negocios
financieros especulativos y de los abusos, como ya han ocurrido, de que se
utilicen para esa especulación. La nueva filial para los mercados financieros
podrá mantenerse en el grupo bancario pero tendrá una capitalización propia sin
poder apoyarse en los depósitos o en el capital de la banca comercial o
minorista.
La horquilla tan abierta que deja, supone dejar un gran
margen para la negociación política y para la intervención de los lobbys bancarios
sobre la Comisión, el Parlamento y el Consejo europeo. Aunque al menos en el
terreno de los propósitos este informe significa en la UE un avance hacia la
regulación de los grandes bancos cuyas dimensiones son un riesgo continuo para
todo el sistema; una amenaza permanente que el G-20 fue incapaz de
resolver, dejando que fueran regulados
por los países.
La separación de la banca financiera, de negocios o de
inversión, de la banca comercial, minorista o de depósitos, fue la pieza clave
de la famosa ley Glass Steagall promulgada
en los EEUU tras la crisis del año 29 del siglo pasado y que durante más
de 60 años fue el pilar de la estabilidad financiera; hasta que la
Administración Clinton la derogó, acabando con esa separación, una de las
causas de la crisis actual. Y en Europa continuó la banca universal; pero
después del crac de 2008, resurgió la idea de volver a esa separación para
desaparecer bajo las críticas interesadas y la debilidad de los gobiernos
frente al poder de la banca. En los EEUU, los anuncios reformistas del
Presidente Obama de restablecer la separación entre banca de negocios y banca
comercial se tradujo en la denominada la
regla de Volcker en la ley
Dodd-Frank; pero los lobbys de Wall Street se las apañaron para introducir tantas
excepciones que la banca universal sigue siendo el modelo bancario.
Y ahora en la UE, la moderada separación bancaria que
propone el informe Liikanen ya cuenta con la oposición de la gran banca
encabezada por los británicos y alemanes. A pesar de que el informe insiste en que no se
cuestiona el modelo de banca universal ni prohíbe ninguna actividad
especulativa de los bancos. Por lo demás, el informe Liikanen propugna que se
avance en impongan obligaciones a los bancos para políticas firmes de control
de riesgos; elevar el capital propio; exigir medios para que los consejos de
administración comprendan los riesgos de las complejas actividades de la banca
financiera; reforzar el control interno de los riesgos; limitar los importes de
los bonus o primas anuales; obligar a
que los bancos comuniquen claramente y de modo normalizado sus tomas de riesgo;
y dotar de mayores poderes de sanción de los organismos reguladores frente a
las infracciones de los bancos.
Los dos proyectos legislativos sobre la banca que se debaten
en Alemania y Francia podrían contribuir a embridar la especulación financiera
en Europa. Aunque mientras no se abandone el paradigma neoliberal en las
finanzas, quedará un largo camino para lograr que las finanzas sirvan a la
economía real, que es la que crea riqueza y empleo.-