Tras el aluvión informativo y amainada la tormenta, el
proceso del rescate de Chipre revela con más claridad la crisis del proyecto político
europeo, que se refleja en la nueva estrategia aplicada para la ayuda financiera
europea a los países más tocados por la crisis financiera y el endeudamiento. Un
análisis de los datos más significativos de la modalidad de rescate aplicado a
Chipre, nos permite extraer cuatro lecciones que nos dejan conocer hacia donde
nos lleva la actual política europea, si la ciudadanía no lo remedia.
La primera lección es que la Unión Europea no ha cambiado su
política de ignorar la existencia de los llamados paraísos fiscales,
contrariamente a lo que algunas informaciones y comentarios mediáticos han
sugerido. Es indiscutible que el 15 de marzo de 2013 Chipre era tan paraíso
fiscal como cuando ingresó en el Eurogrupo junto con Malta en 2008. Según
algunos expertos, los depósitos de Rusia en Chipre alcanzaban los 35,000
millones de euros, casi la mitad del total; y en 2011, Chipre fue el primer
destino del dinero ruso y el inversor número uno en Rusia, según datos del
Banco Central de Rusia (Financial Times, 6/2/2013). Pero si los activos
acumulados en los bancos chipriotas eran
desmesurados representando 7,1 veces el valor de su PIB, resulta que ese mismo
porcentaje representan los de los bancos de Malta y es muy inferior al valor que
representan los activos de la banca de Luxemburgo en relación a su PIB (21,7 veces), considerados los tres centros
financieros offshore o paraísos fiscales por la opinión internacional..
Chipre ingresó en la UE en 2004 con el beneplácito de la
Comisión europea; y ha seguido siendo un paraíso fiscal como “plataforma” de
los negocios sucios en Oriente Medio con sus operaciones de blanqueo de dinero ilícito,
el comercio de esclavas sexuales y el contrabando de armamento para los conflictos bélicos cercanos (Michael
Freedman, Fantasy Iceland. Forbes,
24/2/2006). Ciertamente cuando hace un año se planteó la necesidad de ayuda
financiera, la opinión pública alemana mostró su oposición a salvar a los
bancos chipriotas al servicio del dinero ruso. Y en la prensa europea hubo un
debate sobre si seguía existiendo blanqueo de dinero sucio ruso en Chipre y
hasta se habló de aprobar una auditoria externa ad hoc para conocer los datos
reales. El periódico alemán Spiegel (6/6/2012) aludía al papel decisivo que
Rusia jugaba en la economía chipriota, porque el microestado era el mayor
proveedor de inversiones directas en Rusia ya que los rusos ricos transferían
su dinero a Chipre por los bajos tipos de interés y desde allí lo reinvertían
vía sociedades registradas en la Isla.
Por entonces los partidos socialdemócrata (SPD) y los verdes
en la oposición, apelaban al gobierno
alemán para que en las negociaciones con Chipre incluyera las exigencias de
eliminar el bajo tipo impositivo del 10
% sobre beneficios empresariales y el lavado de dinero sucio. Y el ministro de
Finanzas alemán aceptaba plantear la cuestión ante los colegas europeos. Pero la
UE ya había antes rescatado al paraíso fiscal de Irlanda sin obligarle a subir
el tipo impositivo del 12 % que mantiene
en competencia desleal con sus socios. Y en esa fase inicial, el gobierno
chipriota del entonces presidente Dimitris Christofias, secretario general del
partido comunista chipriota, intentaba obtener la ayuda europea manteniendo el
statu quo y jugando a contraponer Rusia al Eurogrupo, afirmando que podía
obtener la financiación que Europa le negaba, como la había logrado con un
crédito de 2,500 millones de euros en 2011; pero los rusos ya eran reacios a conceder nuevos
créditos. Además, aquel presidente comunista se negaba a aceptar la ayuda de la
UE condicionada a recortes sociales y privatizaciones del sector público. Por
tanto, a la espera de las elecciones de febrero de 2013, las negociaciones para
el rescate se ralentizaron hasta que llegó el nuevo gobierno conservador de Nikos
Anastasiadis, abogado ligado a los negocios rusos, que facilitó el final del
proceso negociador siguiendo una pauta ya habitual en la UE. Y al final, hemos
visto la falacia del argumento de una voluntad europea de acabar con el paraíso
fiscal de Chipre, ha resultado ser una de tantas cortinas de humo mediático al
uso para ocultar un cambio de la estrategia europea frente a los rescates.
La segunda lección europea es la necesidad de denunciar la
irresponsabilidad de los máximos dirigentes que toman las decisiones
financieras europeas. Salvando todas las distancias, el primer acuerdo sobre el
rescate de Chipre recuerda la reciente decisión de la actual dirección del
partido socialista español sobre la moción de censura en el Ayuntamiento de
Ponferrada con el apoyo de un concejal acosador sentenciado, solo que en el
caso de Chipre nadie se ha hecho públicamente responsable de la decisión de
expropiar una parte de los depósitos bancarios incluyendo los inferiores a los
100,000 euros, que creíamos garantizados desde el compromiso político europeo
de octubre de 2008 y, sobre todo, desde la vigencia de la directiva 2009/14. Para
más INRI, hay que recordar que tanto en el Eurogrupo como en el Consejo europeo
hoy por hoy las decisiones son por unanimidad, aunque le llamen consenso.
Sobran las declaraciones oportunistas y mentirosas del Gobierno español y algún
otro que dicen “yo no he sido”. Responsables de ese atentado al estado de
derecho europeo han sido todos sin distinción.
La tercera lección europea es muy instructiva porque se ha
demostrado que los Parlamentos nacionales son el reducto efectivo de la
democracia que nos queda en la Unión Europea. Porque siempre hay una
alternativa a los acuerdos adoptados en Bruselas. Recordemos que la revocación
del primer acuerdo sobre Chipre ha sido el resultado de un debate y una
decisión del Parlamento chipriota, que obligó al jefe del gobierno conservador
y a la UE a buscar otro acuerdo menos
injusto y que al menos respetara lo que es el
derecho europeo. Y es que frente a la situación de desconcierto y
desorientación de las instituciones supranacionales europeas, los Parlamentos
tienen que afirmar su autoridad dentro del marco europeo, asumiendo su
responsabilidad propia sin que Bruselas sea una justificación para aplicar
políticas y medidas injustas para la ciudadanía. Es hora de que los Parlamentos
nacionales en la UE asuman la soberanía que les resta y se nieguen a asumir
decisiones europeas para las que no tienen mandato. Más aún, es hora de que los
Parlamentos nacionales se enfrenten al ritual de la aprobación mecánica de
directivas europeas y de acuerdos europeos para traducirlos en leyes
nacionales, cuando son fruto del lobby bancario europeo, como documento en Los Lobbies
financieros, tentáculos del poder, un libro que publicará la editorial
Clave Intelectual a finales de abril.
Finalmente, la cuarta lección europea a extraer de la crisis
chipriota, es que se ha demostrado de modo indubitado que los gobernantes
actuales de la UE optan descaradamente por los intereses de la gran banca
financiera frente a una banca comercial
tradicional que suministre crédito a la economía real, que genera riqueza y empleo.
Al penalizar los depósitos bancarios en lugar de los accionistas, se inclinan
por la opción política que favorece el imperio de los mercados financieros sobre
la economía productiva. Pese a la opacidad de los procesos decisorios europeos,
hemos sabido que tanto la primera decisión sobre el rescate de Chipre como la
última, ha sido la experimentación de una directiva en elaboración, según el
anuncio oficial, por la que los rescates futuros incluirán la confiscación del
ahorro depositado en los bancos del país rescatado; es decir, se condena el
mecanismo tradicional del depósito bancario para el pequeño ahorro privado. Si
los depósitos bancarios, pequeños o grandes, no van a gozar de la protección
jurídica efectiva del Estado, los ahorradores particulares se verán obligados a
entregar su dinero a las agencias de valores, a los fondos de pensiones y demás
instrumentos de la gran banca financiera, donde el riesgo de pérdida pueda
compensarse con la posibilidad de rentabilidad. Serán inversores obligados en
productos financieros como participaciones preferentes y otras invenciones
similares con nombres extraños ofertados por los bancos, que continúan
“fabricando” productos para recolectar el ahorro privado bajo la intocable
libertad de innovación financiera.-