En los últimos años de graves
problemas financieros en España, el presidente del Gobierno y otras autoridades
tuvieron contactos directos en
Madrid con los máximos representantes del Instituto de Finanzas
Internacionales, the Institute
of International Finance (IIF en siglas en inglés), primero con su
presidente el suizo Josef Ackerman, consejero delegado del Deutsche
Bank y también presidente de la asociación de los banqueros alemanes; y después
con su director gerente, Charles Dallara, como reflejó a medias en
la prensa española.
¿Quién es el IIF?
Pues el IIF es el mayor lobby mundial de los grandes bancos, con sede central en Washington DC, que cuenta entre los miembros del consejo de administración a Goldman Sachs, al Grupo ING, al BNP Paribas, al Deutsche Bank, al español BBVA (Francisco González) y demás bancos globales de inversiones y comerciales, junto con grandes fondos de patrimonios soberanos, compañías de seguros, gestores de activos, corporaciones multinacionales y otras organizaciones, que proveen productos y servicios financieros. Representa el poder bancario privado mundial con más de 470 miembros con sede en más de 70 países de Europa, América del Norte y de Sur, Asia, Oriente Medio y África. Y actúa como un influyente lobby por cuenta propia.
(…)
Como tal lobby bancario, el IIF ha tenido un papel muy activo en el desarrollo de la crisis de la deuda soberana del euro en particular, en la crisis griega ; y también, con su intervención entre bastidores, en el proceso de la crisis bancaria española mediante contactos directos con las más altas autoridades españolas mantenidos durante 2010, 2011 y 2012 , abordando la bancarización de las cajas de ahorros españolas, la creación del «banco malo» (la sociedad mercantil Sareb) o el endeudamiento de Grecia. El análisis de esos hechos relevantes demuestra el peso de la banca global en la Unión Europea, representada por esta organización.
(…)
Dudas sobre el proyecto de
“banco malo”
En noviembre de 2012, Charles
Dallara, director gerente del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF)
visitaba Madrid para entrevistarse con miembros del Gobierno y conocer de
primera mano los detalles del conocido como «banco malo», la sociedad mercantil
que iba a gestionar los activos inmobiliarios invendibles llamados tóxicos de
los bancos; quería saber cómo afectaría a sus clientes, los bancos, algunos
detalles que, según sus manifestaciones «le generaban dudas». Este personaje,
antiguo secretario adjunto del Departamento del Tesoro de los EEUU, ha ocupado
el cargo de director general del IIF desde 1993 hasta finales 2012, una
organización internacional que representa los intereses de más de 470
bancos privados de todo el mundo; y con tal representación llevó la gestión
de las negociaciones con el gobierno griego para la quita de la deuda de
Grecia, que analizaremos después. Si el año anterior, había sido el presidente
de esta organización bancaria mundial quien había visitado al presidente del
Gobierno, ahora la visita era de segundo nivel porque como el asunto del
endeudamiento exterior de España ya estaba encauzado con un gobierno neoliberal
conservador sometido a la dirección de Bruselas, la información a obtener y
contrastar tenía carácter más «técnico» y de detalle, asegurándose in
situ que las condiciones del «banco malo» fueran buenas oportunidades de
negocio en la línea global de «business as usual», pasado el susto
inicial de la crisis financiera, «hacer negocios como siempre».
Por esas fechas, el predominio de la visión ortodoxa de la economía en la opinión pública española, daba por buena una vez más la socialización de las pérdidas de los bancos y cajas que supone el «banco malo»; y no estaban claros algunos puntos importantes de las bases del posible negocio. Estaban pendientes de definir aspectos como a qué precio iban a ser adquiridos por la nueva sociedad conocida como el banco malo, los solares, las urbanizaciones o pisos invendibles, los llamados valores tóxicos de los bancos más problemáticos que pasarían a poder de esa nueva sociedad gestora (ya denominada Sareb), su diseño y la cuantía de participación bancaria privada y otros detalles que condicionarían la rentabilidad para los bancos inversores en esa nueva sociedad gestora. En ese contexto, hemos de interpretar algunas de sus observaciones o sugerencias que el representante del alto lobby bancario Charles Dallara habría trasladado a las autoridades españolas según quedaban reflejadas en la entrevista en El País, donde, entre otras cosas, decía:
“…. Creo, también, que el sector inmobiliario debe ajustarse a su nueva realidad y proceder a un saneamiento del sector financiero, que ya está en marcha. Para eso se ha creado el banco malo, una medida que en principio apoyamos. Pero me voy a reunir con algunos miembros del Gobierno para discutir con ellos las distintas modalidades o algunos detalles que nos suscitan dudas». Y añadía otro párrafo clarificador.
–«No acabo de entender del todo algunos de los anuncios hechos por el Gobierno. Por ejemplo, el papel que tendrán en el banco malo los bancos españoles, si serán parte de los inversores privados que integrarán el capital del banco. Porque creo que es importante proteger la integridad del conjunto del sistema financiero y no infectar a los bancos sanos de las debilidades de algunas cajas de ahorros. Uno de los grandes activos de la economía española son sus bancos, que, pese a todo, son muy sólidos y mantienen las ganancias, aunque no sean espectaculares. Pero no quiero que se me malinterprete, me parece que la decisión del banco malo es una decisión positiva».
El objetivo de la visita del representante del Instituto de Finanzas Internacionales se habría logrado. En este lenguaje sutil del poder en materia tan terrenal como los intereses financieros de los grandes bancos internacionales en juego, se apuntaba la necesidad de algunos retoques en el proyecto. Y unos quince días más tarde, el BOE del 16 de noviembre publicaba el Real Decreto por el que se establecía «el régimen jurídico de las sociedades de gestión de activos»; tras la larga incubación nacía el conocido «banco malo», bajo el nombre oficial de sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb); y sin que ese Instituto-lobby expresara ya ningún reparo. El objetivo de la visita del representante del Instituto de Finanzas Internacionales se habría logrado. La participación privada alcanza el 51% del capital social, por lo que los bancos inversores tendrán la capacidad de decisión en la nueva sociedad Sareb. Y el hecho de que la participación del capital publico alcance el 49%, aparentemente acordado para que las eventuales pérdidas no incrementaran el déficit público, no impedirá que las deudas de esta sociedad no pesen subsidiariamente sobre las cuentas del Estado. Algo debieron tener que ver con estos resultados, los lobbies financieros exteriores e interiores…
L
Por esas fechas, el predominio de la visión ortodoxa de la economía en la opinión pública española, daba por buena una vez más la socialización de las pérdidas de los bancos y cajas que supone el «banco malo»; y no estaban claros algunos puntos importantes de las bases del posible negocio. Estaban pendientes de definir aspectos como a qué precio iban a ser adquiridos por la nueva sociedad conocida como el banco malo, los solares, las urbanizaciones o pisos invendibles, los llamados valores tóxicos de los bancos más problemáticos que pasarían a poder de esa nueva sociedad gestora (ya denominada Sareb), su diseño y la cuantía de participación bancaria privada y otros detalles que condicionarían la rentabilidad para los bancos inversores en esa nueva sociedad gestora. En ese contexto, hemos de interpretar algunas de sus observaciones o sugerencias que el representante del alto lobby bancario Charles Dallara habría trasladado a las autoridades españolas según quedaban reflejadas en la entrevista en El País, donde, entre otras cosas, decía:
“…. Creo, también, que el sector inmobiliario debe ajustarse a su nueva realidad y proceder a un saneamiento del sector financiero, que ya está en marcha. Para eso se ha creado el banco malo, una medida que en principio apoyamos. Pero me voy a reunir con algunos miembros del Gobierno para discutir con ellos las distintas modalidades o algunos detalles que nos suscitan dudas». Y añadía otro párrafo clarificador.
–«No acabo de entender del todo algunos de los anuncios hechos por el Gobierno. Por ejemplo, el papel que tendrán en el banco malo los bancos españoles, si serán parte de los inversores privados que integrarán el capital del banco. Porque creo que es importante proteger la integridad del conjunto del sistema financiero y no infectar a los bancos sanos de las debilidades de algunas cajas de ahorros. Uno de los grandes activos de la economía española son sus bancos, que, pese a todo, son muy sólidos y mantienen las ganancias, aunque no sean espectaculares. Pero no quiero que se me malinterprete, me parece que la decisión del banco malo es una decisión positiva».
El objetivo de la visita del representante del Instituto de Finanzas Internacionales se habría logrado. En este lenguaje sutil del poder en materia tan terrenal como los intereses financieros de los grandes bancos internacionales en juego, se apuntaba la necesidad de algunos retoques en el proyecto. Y unos quince días más tarde, el BOE del 16 de noviembre publicaba el Real Decreto por el que se establecía «el régimen jurídico de las sociedades de gestión de activos»; tras la larga incubación nacía el conocido «banco malo», bajo el nombre oficial de sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb); y sin que ese Instituto-lobby expresara ya ningún reparo. El objetivo de la visita del representante del Instituto de Finanzas Internacionales se habría logrado. La participación privada alcanza el 51% del capital social, por lo que los bancos inversores tendrán la capacidad de decisión en la nueva sociedad Sareb. Y el hecho de que la participación del capital publico alcance el 49%, aparentemente acordado para que las eventuales pérdidas no incrementaran el déficit público, no impedirá que las deudas de esta sociedad no pesen subsidiariamente sobre las cuentas del Estado. Algo debieron tener que ver con estos resultados, los lobbies financieros exteriores e interiores…
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