Del libro Los lobbies financieros, tentáculos del
poder (Clave Intelectual, Madrid,
2013) y publicado en agosto en Argentina por
Le Monde Diplomatique/Capital Intelectual, copiamos aquí unas páginas
(20-22) de la INTRODUCCIÓN:
* En este libro, intentamos aproximarnos a la variada gama
de instrumentos que son utilizados para persuadir o ejercer presión sobre el
poder político en nuestras democracias, con la finalidad de mantener el
referido statu quo del mercado financiero sin una regulación ni supervisión que
reduzca sus riesgos y los de la economía, a la que tendría que servir en lugar
de mantenerse como una realidad global que se impone sobre los gobiernos.
Intentamos dar visibilidad a la realidad de los lobbys financieros que ejercen
la presión e influyen, cuando no determinan las decisiones políticas relativas a
la economía y a la sociedad. Mediante la observación y el análisis de las
distintas organizaciones de alcance mundial, veremos qué significan y cómo
funcionan quienes hoy están dedicados a la defensa de quienes se benefician del
funcionamiento actual de los mercados financieros coartando la política en las
democracias.
En el capitulo I, veremos que el instrumento del lobby forma
parte del funcionamiento normal del
sistema político de los EEUU; siendo el lobby financiero uno de los diez
mayores lobbys en Washington. Los bancos y las firmas financieras dedican una
especial atención para sostener y mantener la plena libertad del mercado en su
campo de operaciones, impidiendo u obstaculizando cualquier disposición legal
que pueda perturbar ese funcionamiento. Aunque nadie discute hoy la
responsabilidad decisiva de los grandes bancos y fondos de inversiones en la
burbuja inmobiliaria y en el descontrol de la creación de valores respaldados
por hipotecas incobrables, las conocidas hipotecas subprimes que desencadenaron
la crisis del sistema global y la gran recesión económica. Sin embargo, desde
el colapso de los mercados financieros, los grandes bancos además de forzar sus
propios rescates, se resisten frente a los intentos de reforma del sistema
financiero siendo, con mucho, quienes más dinero invierten en los procesos
legislativos del Congreso con miles de millones de dólares para las campañas
electorales y los partidos políticos. Además de las contribuciones a las
campañas electorales de aquellos candidatos más proclives a la defensa de los
intereses de Wall Street, este sector ha dedicado cientos de millones y de
profesionales a la presión sobre el Congreso, la Casa Blanca y las agencias
reguladoras para mantener la libertad de acción de bancos y fondos.
Entrelazados con los lobbys de Washington, contemplamos que la City de Londres (capítulo II) es el
gran lobby financiero británico y europeo de alcance mundial, cuya influencia se apoya en un
estatus político sólido que se esconde tras una parafernalia de denominaciones
y ceremonias vistosas; con una fuerte vinculación con el Gobierno y el
Parlamento del Reino Unido y con gran proyección mundial en defensa sus propios
intereses. Y ese poder
político sin parangón en el Reino Unido, se ha utilizado para ejercer su enorme
influencia política con el fin de resistir los intentos de regulación de las
finanzas consiguiendo exenciones tributarias; alimentando una libertad en el
terreno financiero que facilita el blanqueo de dinero sucio y la delincuencia
organizada al colocarse entre los centros financieros del mundo más opacos y que rinden menos cuentas. Hasta
el punto que periodistas investigadores
británicos sugieren que “el Estado británico en lugar de controlar la
Corporación de la City en realidad se subordina a la misma”.
En la Unión Europea, la deficiente construcción
institucional deja un ancho espacio para la influencia del lobby bancario,
puesto que el complejo y largo proceso legislativo establecido convierte a los
expertos financieros en cooperadores necesarios en Bruselas. Ciertamente la
libertad de acción de bancos y firmas financieras en cuanto a la innovación de
productos e instrumentos u operativas, ha generado los cada vez más complejos
mercados financieros globalizados, ajenos a la economía productiva, en los que
las prácticas se alejan de la ciencia económica. Y por tanto, solo son
conocidas por quienes están profesionalmente implicados en esas transacciones,
que, incluso, como hemos sabido por la crisis del sistema, eran y son ignoradas
por los máximos responsables de los grandes bancos. Y, por supuesto, de ese
desconocimiento de las complejidades alcanzadas por el mundo financiero actual,
son partícipes los tecnócratas de la Comisión europea y los europarlamentarios,
ya que la supervisión de los bancos y bolsas de valores era y sigue siendo algo
ajeno a las competencias que venían ejerciendo; lo que explicaría que no se
contemplara la necesidad de la supervisión bancaria paneuropea hasta la grave
crisis del euro. De ahí que los expertos
y lobbys financieros sean para la Comisión europea imprescindibles en la
elaboración de las directivas sobre asuntos financieros; mucho más desde la
llegada a Europa de la crisis que estalló en Wall Street. En los diversos
campos de las competencias europeas, estos grupos de expertos, que, según las
propias directrices de la Comisión deben componer una muestra representativa de
puntos de vista, son de enorme influencia en la redacción de la legislación de
la UE. Y como referimos, han tenido y tienen más influencia en el campo de las medidas de tipo financiero*…