Artículo por Alfredo Zaiat publicado en el diario digital argentino Página 12 el día 1/9/2013 con esta misma foto (y reproducido en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=173364)
La American Task Force Argentina es la entidad de lobby de los
fondos buitre NML, de Paul Singer, y EM Ltd., de Keneth Dart. Invierten
millones de dólares en campañas de desinformación en la prensa estadounidense,
con ramificaciones en la Argentina, para influir en la opinión pública, en el
Congreso estadounidense, en la Legislatura del Estado de Nueva York, en
tribunales internacionales, como el de Ghana, y también en el de la ciudad que
ampara a Wall Street. Uno de los mayores impactos de los buitres fue la
retención indebida del buque de guerra ARA Fragata Libertad en el puerto de
Tema, en Ghana, y lograr que un grupo de diputados argentinos propusiera una
colecta para pagar la demanda para levantar el embargo del buque insignia de la
Armada argentina con inmunidad soberana, protección ratificada por el Tribunal
Internacional sobre el Derecho del Mar. El otro logro fue el fallo de la Corte
del segundo distrito de Manhattan que reproduce, como lo hizo antes el juez de
primera instancia Thomas Griesa, cada uno de los puntos reclamado por los
fondos buitre ([1]), hasta la utilización de
un lenguaje desmesurado en adjetivos despectivos hacia la Argentina, similares
a los incorporados en comunicados de prensa y solicitadas de ATFA publicadas en
los principales diarios de Estados Unidos.
La ATFA está acosando a la Argentina
luego del éxito del primer canje de deuda en default, en 2005, que logró la
aceptación del 76 por ciento de los acreedores, porcentaje que se elevó al 92,4
por ciento con el segundo trueque de papeles, en 2010. Esa organización está
conducida por tres ex funcionarios de la administración Clinton. El presidente
Robert Raben fue fiscal general adjunto del Departamento de Justicia, seguido
por Robert Shapiro, subsecretario de Comercio para Asuntos Económicos, y Nancy
Soderberg, embajadora de Estados Unidos en la ONU, durante la gestión Clinton.
Paul Singer, creador y principal financista de la American Task Force
Argentina, convocó para esa tarea a demócratas, al tiempo que ha ganado
influencia en el Partido Republicano a través de donaciones millonarias para
campañas electorales. En la última para presidente fue uno de los mayores
aportantes del comité de acción política del candidato Mitt Romney.
Quienes minimizan la capacidad de
influencia del lobby financiero sobre gobiernos y jueces lo hacen por desconocimiento
o porque son parte de ese mismo lobby. El default y reestructuración de la
deuda argentina es un caso lo suficientemente visible de ese tipo de
intervención. En general, ese circuito de dinero sería categorizado como un
tipo de corrupción en países periféricos; mientras que en Estados Unidos está
legalizado bajo la figura del lobby.
Un reciente libro, Los lobbies
financieros, tentáculos del poder, de Juan Hernández Vigueras (Le Monde
Diplomatique, Capital intelectual), desarrolla el inmenso poder de influencia
de esos grupos sobre los gobiernos e instituciones internacionales más
poderosas. Si tienen éxito ante ellos, como lo muestra el recorrido de la
crisis internacional, la misión default argentino no es un desafío que los
pueda intranquilizar. Vigueras, miembro del consejo científico de Attac-España
y de Tax Justice Network, expone un caso impactante. Dos poderosos lobbies,
como el Instituto de Finanzas Internacionales (IFF) y la Asociación
Internacional de Derivados y Swaps (ISDA), con sede en Washington y Nueva York,
intervinieron ante el Consejo Europeo en el acuerdo de la quita de capital de
la deuda griega, con significativos beneficios para los grandes bancos. “Tras negociaciones entre bastidores con el
IFF como lobby bancario, nuestros gobernantes (los europeos) se vieron
obligados a rectificar el planteamiento inicial de la imposición obligatoria
del canje a los bancos alemanes y franceses, porque la ISDA (Goldman Sachs es
el miembro más influyente de esa organización) tenía unas reglas para los
mercados derivados que había que aplicar; y el canje de bonos fue (finalmente)
voluntario para los tenedores de títulos griegos.”
No hay que ser muy perspicaz para
descubrir la acción de lobby desplegada en los grandes medios por
financistas-economistas a favor de los fondos buitre. Los más audaces dicen que
hay que pagar; los más sutiles afirman que todo lo que hizo el gobierno
argentino estuvo mal. Son los mismos que postulan la opción de reiniciar el
ciclo de endeudamiento en el mercado financiero internacional, con elevadas
comisiones para los bancos colocadores de los bonos. Vigueras explica que “los lobbies de los grandes bancos y firmas
financieras se sirven de ‘la puerta giratoria’ (revolving door), el flujo de
idas y vueltas de expertos entre el sector privado y la tecnocracia pública, y
de la financiación privada de las campañas de los partidos políticos para ganar
influencia o poder en el campo político”. En términos nacionales,
participantes históricos de “la puerta giratoria” en relación con la deuda son
Daniel Marx, Miguel Kiguel y Alfonso Prat-Gay, entre los más conocidos. A nivel
internacional, como se mencionó, Paul Singer financia el pago de sueldos de
demócratas y campañas electorales de republicanos.
El lobby es una de las herramientas de
bancos y fondos financieros (buitres) para aplicar una constante presión
política sobre gobiernos, defendiendo un sistema inestable y de concentración
de ingresos, que los beneficia. Vigueras precisa que “se constituyen con el fin de ejercer influencia sobre los
representantes legítimos de la política, principalmente del Poder Legislativo y
del Ejecutivo, aunque del análisis de la realidad podemos deducir que también
se ejerce sobre el Poder Judicial”. Esto último ha quedado en evidencia con
el fallo de Griesa y ratificado por la Cámara de Apelaciones de Nueva York,
meca del capitalismo financiero.
El G-20 se reunirá en San Petersburgo,
Rusia, el jueves y viernes de esta semana. Será la octava cumbre de presidente
de los países miembros desde el estallido de la crisis internacional en 2008.
En ese año se realizó la primera en Washington, con las potencias desesperadas
por la crisis que había estallado por el riesgo a una debacle financiera
global. Desde entonces se convocaron en Londres y en Pittsburgh en 2009,
Toronto y Seúl en 2010, en Cannes en 2011 y en Los Cabos, Baja California Sur,
México, en 2012. El G-20 está integrado por 19 países y la Unión Europea. Se
presenta oficialmente como el foro más importante de cooperación en las áreas
más relevantes de la agenda económica y financiera internacional. Además de la
Unión Europea, está integrado por Estados Unidos, Alemania, Canadá, Japón,
Italia, Reino Unido, Francia y Rusia, Corea del Sur, Argentina, Australia,
Brasil, China, India, Indonesia, México, Arabia Saudita, Turquía y Sudáfrica.
Este foro surgió como respuesta a las crisis financieras que tuvieron las
economías emergentes a fines de la década del ’90 y como reconocimiento de que
dichas economías no estaban suficientemente representadas en los organismos
multilaterales tradicionales. Adquiere dimensión recién en noviembre de 2008,
cuando es relanzado al recuperar la agenda fundacional del grupo sobre la
necesidad de prevenir nuevas crisis. El diagnóstico de las dos primeras cumbres
presidenciales fue que existía un problema sistémico y la manera de
solucionarlo era a través de la creación de mecanismos de coordinación y de
regulación para frenar el descontrol de los mercados financieros globales.
La descripción del G-20 permite
precisar el alcance del poder político de los miembros de ese grupo en la
economía mundial. La promesa de reforma de los mercados financieros de los
países potencias, nuevas potencias y emergentes fue abortada por los lobbies
bancarios. Pese a la estruendosa crisis internacional que transita su sexto
año, precipitada precisamente por la existencia de un mercado financiero
globalizado y desregulado, cualquier intento de cambio en línea a mejorar y
aumentar la supervisión y regulación del sistema fue neutralizado. Antes de la
crisis hicieron lobby para la desregulación, y luego con el estallido,
intervinieron para conseguir primero el salvataje de bancos y banqueros y
después frenar medidas para modificar el funcionamiento del sistema financiero
internacional. ¿Cómo lo hicieron? Vigueras lo explica: los lobbies han logrado
colocar a sus agentes en las más altas esferas del poder, tanto en Estados
Unidos como en Europa. Indica que “los
grandes bancos y firmas financieras de Wall Street gastaron en estas
actividades 3400 millones de dólares de 1998 a 2008, impidiendo reformas
legales que habrían podido prevenir la crisis financiera”. Es lo mismo que
hacen los fondos buitre con el litigio por la deuda en default con Argentina.
[1] En resumen, los fondos buitres reclamantes
habían adquirido bonos argentinos devaluados en el mercado secundario tras las
reestructuraciones precedentes y vendidos por quienes no habían aceptado el
canje y ahora reclaman el importe del valor nominal.-