En el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes,
un puñado de legisladores se ha convertido en voces autorizadas del sector
bancario ante el Congreso de los EEUU. Así lo asegura The Center for Public Integrity, la ONG independiente que cuenta entre
sus fundadores y miembros del consejo de dirección a Arianna Huffington, cofundadora y directora
del prestigioso periódico digital The Huffington Post.
Un reciente informe del citado Centro analiza la situación
del desarrollo de la ley de 2010 promovida por Obama para una nueva regulación
bancaria y del sistema financiero, señalando a los congresistas más destacados
que protagonizan episodios que revelan
la tremenda influencia de Wall Street sobre Washington.
El mes pasado, después de más de dos horas de reunión del
citado Comité, los miembros seguían con sus discusiones sobre las dos versiones
de un proyecto legal, destinado a suavizar una regulación bancaria integrada en
la revisión global de la legislación financiera en 2010, conocida como ley Dodd-Frank.
En realidad no había tal discusión porque se trataba de conceder a los bancos
todo lo que piden o de concederles más de lo que piden, en opinión de los expertos
críticos.
El republicano Scott Garrett solicitó un aplazamiento de la
votación final con el fin de contactar a “los interesados” (stakeholders), la
expresión codificada para designar a los banqueros que buscan cambios legales a
su favor. Y entonces el presidente del Comité, Hensarling, el republicano de
Texas, intentó reanudar la discusión con algo que sonó como un chiste en
aquella sala del Congreso, diciendo: “Ocasionalmente
se nos ha acusado de pretender socavar las disposiciones de la ley Dodd-Frank”.
Y con una cínica risita añadió: “Confió
en que seamos culpables de verdad”.
Y la verdad es que Hensarling estaba siendo modesto. Porque
tras este representante por Dallas se alinean el equipo de los 29 expertos
del Comité, docenas de congresistas y
una legión de lobistas dispuestos para combatir cualquier intento de imponer
una nueva disciplina en el sector financiero, sea sobre los mercados de los
derivados financieros o para impedir que se fracturen los grandes bancos,
demasiado grandes para ser gestionados.
Son estos los mejores amigos de los bancos en los EEUU. En
los procesos legislativos dentro de la Unión Europea el lobismo bancario actúa
de modo equivalente aunque de modo más opaco en las fases más importantes de
esos largos procesos. Los autores del estudio del Centro por la Integridad
Pública califican de Banking Caucus a
esta peña de congresistas pro bancos, cuyos componentes reciben masivos fondos
del sector y colaboran con los lobistas financieros para bloquear o hacer
retroceder los intentos de reforzar la supervisión de las entidades bancarias.
Pero, para entender el peso de Wall Street sobre Washington, hay que tener
presente el entramado profesional derivado de la puerta giratoria, el dinero
vertido en las campañas electorales y las importantes agencias y organizaciones
de lobby, que analizamos en “Los lobbies financieros, tentáculos del poder”.
Ciertamente en Washington cada sector empresarial tienen sus
amigos entre los legisladores y entre las agencias reguladoras. Las entidades
financieras, desde los megabancos a los chiringuitos financieros, disponen de
los amigos más influyentes y experimentados. Y banqueros y legisladores laboran
de consuno para socavar la ley Dodd-Frank, algo que ya iniciaron al lograr que
sus casi mil páginas recogieran solamente principios y normas en blanco que
habría que desarrollar en reglamentos y normas complementarias. Las modestas
disposiciones de esta ley de julio de
2010 suponía que se habían recogido las promesas de reforma del sistema financiero
anunciadas por el Presidente Obama. Pero, por el contrario, con esta especie de
ley de bases el lobismo financiero había comenzado un combate que aún sigue.
Se asegura que hay más de 2000 lobistas de firmas
financieras y grupos profesionales del gremio, muchos de los cuales reparten dinero
por Washington, alistan a miembros afines del Congreso para que escriban
cartas, propongan leyes, mantengan audiencias y amenacen con litigios a las
agencias reguladoras que consideran que se desvían de su interpretación de la
legislación vigente. Estos lobistas contribuyen a redactar borradores de leyes
y cuestiones para que los congresistas intervengan en las sesiones
congresuales. Y paralelamente los legisladores recaban el apoyo de los lobistas
para los asuntos preferidos.
La campaña del lobby bancario funciona. Mientras el Comité
del republicano Hensarling, incapaz de avanzar frente al Comité del Senado que
apoya la ley Dodd-Frank, logra abrirse
camino por otras vías. Próximo a cumplirse los cuatro años desde la aprobación
de esa ley, los bancos aplican ratios de capital inferiores a los propuestos
originariamente y ,por tanto, son más susceptibles de quebrar; un menor número
de operadores de derivados resultan obligados a registrarse y las transacciones
de derivados que son registradas son un número inferior del que tendría que
haber sido, porque el objetivo legal era hacer más transparentes las
operaciones con estos contratos de apuestas sobre precios de activos, conocidos
como derivados. Y los grandes bancos disponen de luz verde para especular con
activos de alto riesgo, algo que intentan limitar las agencias reguladoras.
Para completar el círculo, los datos recopilados por la ONG The Center for Responsive Politics,
especializada en tal tarea, los empleados y los comités de acción política de
las compañías financieras han donado cerca de 149 millones a los candidatos al
Congreso en el actual ciclo electoral, una cifre superior a la de cualquier
otro sector y más de dos veces y media el importe de las donaciones del sector
de la sanidad privada, que es la segunda industria más generosa con los
congresistas.
Como apunta un experto estadounidense en este tema, los
legisladores viven bajo la constante presión de tener que recaudar dinero para
sus campañas electorales y los lobistas con grandes bolsillos no se preocupan
sobre cómo acceder a los miembros del Comité de Servicios Financieros del
Congreso, porque les basta con esperar a que suene el teléfono, que nunca tarda
mucho. Y es que, como afirman los analistas del Centro por la Integridad Pública,
la peña de legisladores afines a los bancos es el arma secreta de Wall Street
en Washington.-
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