Yanis Varoufakis: Democracia, poder y soberanía en la Europa de hoy
Extracto traducido de la extensa entrevista de Yanis Varoufakis por Nick
Buxton a finales de diciembre de 2015, publicada por Transnational Institute (TNI),
en el volumen State of
Power 2016
En este año (2015) parece que la democracia está sufriendo más que nunca
un ataque del poder establecido. ¿Es esa su percepción?
En ese
sentido este año es especial por la experiencia que hemos tenido en Grecia,
donde la mayoría de los griegos decidieron en las elecciones respaldar a un
partido antisistema como Syriza, que
llegó al poder “diciéndole la verdad al
poder” y desafiando el orden establecido en Europa. Cuando la democracia
produce lo que le gusta oír al sistema, entonces la democracia no es una
amenaza, pero cuando produce demandas y fuerzas antisistema, es cuando la
democracia es una amenaza. Fuimos elegidos para desafiar a la Troika de
acreedores y en ese momento la Troika reafirmó muy claramente que a la
democracia no se le puede permitir que cambie nada.
¿De
sus siete meses como Ministro de Finanzas griego, que le reveló realmente su
experiencia sobre la naturaleza del poder y la democracia? ¿Fueron esas cosas
las que le sorprendieron?
Llegué con los ojos muy abiertos. No me hacía
ilusiones. Siempre supe que las instituciones de la Unión Europea en Bruselas,
el Banco Central Europeo y otras, fueron proyectadas y establecidas como zonas
libres de democracia. No es que hubiera un déficit democrático que se introdujo
en la UE. Desde los años cincuenta, en realidad surgió primariamente como un
cártel de la industria pesada, después fue incorporando a los agricultores,
principalmente a los agricultores franceses. Y su administración fue la de un
cártel. Nunca pretendió ser el inicio de una república o una democracia, en la
que “nosotros, los pueblos de Europa”
lleváramos la batuta.
Respecto a su pregunta, me llamaron la atención
un par de cosas. La primera fue la audacia con la que me aclararon que se
consideraba irrelevante la democracia. En la misma primera reunión del
Eurogrupo a la que asistí, cuando intenté abordar un tema que no pensaba que
sería rebatido - que yo estaba representando un gobierno recientemente elegido
cuyo mandato debía ser respetado en alguna medida y que alimentaria un debate
sobre qué políticas económicas deberían aplicarse en Grecia - me asombró
escuchar al Ministro de Finanzas alemán decirme, literalmente, que a unas
elecciones no se les puede permitir que cambien la política económica
establecida. En otras palabras, ¡que la democracia es estupenda mientras no
amenace cambiar algo! Mientras yo esperaba que eso fuera el motivo principal,
no estaba preparado para que lo descartaran tan abruptamente.
La
segunda cosa que tendría que decir es que estaba menos preparado para la
banalidad de la burocracia, parafraseando a la famosa expresión de Hannah Arendt
sobre la banalidad del mal. Yo esperaba que los burócratas en Bruselas fueran
muy desdeñosos con la democracia, pero esperaba que fueran finos y que fueran
consumados técnicos. En su lugar me sorprendió ver lo banales que eran y que,
desde el punto de vista tecnocrático, eran de segunda categoría.
Entonces ¿cómo opera el poder en la Unión Europea?
Lo primero que habría que destacar sobre la UE
es que toda la operativa en Bruselas se basa en un proceso de política
despolitizadora, de tomar lo que son decisiones esencialmente, profunda e
irrevocablemente políticas y llevarlas al campo de una tecnocracia sometida a
reglas, a un planteamiento algorítmico. Esta es la pretensión que las
decisiones sobre las economías en Europa sean simplemente problemas técnicos
que necesitan soluciones técnicas a decidir por los burócratas que siguen normas
preestablecidas, exactamente como un algoritmo.
Por tanto, cuando se intenta politizar el
proceso, con lo que se acaba es con una especie de política particularmente
tóxica. Le pondré solamente un ejemplo. En el Eurogrupo, estábamos debatiendo
la política económica relativa a Grecia. El programa que yo heredé como
Ministro de Finanzas establece un objetivo de excedente presupuestario primario
del 4,5 % del PIB, que yo consideraba indignantemente elevado. Y lo estaba
discutiendo sobre bases teóricas puramente macroeconómicas.
De modo que inmediatamente me preguntaron qué
excedente primario me gustaría que fuera. E intenté dar una respuesta honesta,
diciendo que había que considerarlo a la luz de tres cifras y factores claves:
la inversión en relación con los ahorros, la programación de los pagos de la
deuda y el déficit o superávit de cuenta corriente. Intenté explicar que tendríamos
que contemplar esas tres variables juntas, si queríamos que el programa de
Grecia funcionara después de cinco años de un fracaso catastrófico que había
conducido a la pérdida de casi un tercio de la renta nacional.
Pero me
dijeron que las normas dicen que debemos contemplar solamente un número. De
modo que repliqué: “¿Para qué? Si tenemos en vigor una mala norma, cambiémosla”.
Y la contestación fue: “¡La norma es la norma!” Y yo le repliqué diciendo: “Sí;
esta es una norma pero ¿por qué tiene que ser una norma?” En ese punto recibí una respuesta
tautológica: “Porque es la norma”. Eso es lo que sucede cuando nos alejamos de
un proceso político para pasar a un proceso sometido a normas: terminamos en un
proceso de despolitización que conduce a una política tóxica y a una mala
economía.
Otro
ejemplo que le podría poner es que, en algún momento, estábamos discutiendo el
programa griego y debatiendo la redacción de un comunicado que saldría de esa
reunión del Eurogrupo. Les dije: bien, mencionemos la estabilidad financiera,
la sostenibilidad fiscal, todo lo que la Troika y otros deseaban decir, pero
hablemos también sobre la crisis humanitaria y que estamos abordando cuestiones
como la extensión del hambre. La respuesta que recibí fue que eso sería
“demasiado político”. Que no podíamos incluir tal “redacción política” en el
comunicado. Luego los datos sobre la estabilidad financiera y el excedente
presupuestario estaban muy bien, pero los datos sobre el hambre y el número de
hogares sin acceso a electricidad y a calefacción en invierno no estaban bien porque
era “demasiado político”
Pero en realidad, ¿no es todo este intento de despolitización
profundamente político, porque el neoliberalismo es un proceso político?
Pero
ellos no lo contemplan de ese modo. Se han convencido a sí mismos que hay
ciertas reglas que pertenecen a las ecuaciones y variables naturales y todo lo
demás no está ni aquí ni allí. Así es como piensan.-
(Trad. Jhvigueras)
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