jueves, 30 de junio de 2016

El Brexit cuestiona el futuro de la City de Londres

Ya es evidente que, pese a los estudios y análisis solventes que precedieron a la campaña del referéndum, ni el gobierno británico ni la oposición tenían un plan B para ejecutar el Brexit. La City de Londres es un caso paradigmático.

La City floreció mientras formó parte de la Unión Europea pero no está claro cómo seguirá lográndolo tras el Brexit. Era la conclusión a 31 de mayo pasado de un estudio de la revista The Banker, que se publica en Londres por el grupo del Financial Times. Y en los días transcurridos desde el día 23 de junio, la volatilidad de las Bolsas y la bajada de la libra esterlina, etc., ya han revelado que la decisión británica de abandonar la UE afectará profundamente al centro financiero londinense. Para empezar, al día siguiente del referéndum presentaba su dimisión en Bruselas el británico Jonathan  Hill, comisario europeo responsable de los mercados internos,  los servicios financieros en la UE y del plan para la integración europea de los mercados de capitales.

Tras el referéndum, Londres corre el riesgo de perder miles de empleos financieros en favor de otras ciudades europeas, se apresuraba a señalar The Wall Street Journal de 24 junio. El mantenimiento del nivel de empleo dependerá de la capacidad del Reino Unido para alcanzar un acuerdo político que le permita, como país tercero, el acceso al bloque comercial del mercado único, comentaban dirigentes de la City.

La libertad europea de movimiento de las personas ha permitido expandirse a la City atrayendo a los mejores profesionales europeos. Según el último censo del distrito, de sus 360.000 trabajadores, casi el 11 % proviene de algún otro país europeo, en particular de Irlanda, Francia e Italia. De ahí el temor a que, ante las nuevas perspectivas, cierto número de los más capacitados se dispongan a ubicarse en otras ciudades europeas.

Unas perspectivas de empleo ligadas indudablemente al fututo de los bancos radicados en Londres. Y son los que plantean las mayores dudas, como reflejaron inmediatamente las cotizaciones en Bolsa. Su posición ante el referéndum era conocida. Los bancos estadounidenses Goldman Sachs y JP Morgan efectuaron aportaciones financieras a la campaña en favor de la permanencia del Reino Unido en la UE. Pero a comienzos de junio, ante la posibilidad de que triunfara la opción de la salida, Jamie Dimon, el primer ejecutivo de este último megabanco, advertía que los bancos de Wall Street trasladarían empleos y negocios a otros lugares de Europa; es decir, anunciaba reestructuraciones para la plantilla de 16,000 empleados de JP Morgan en las Islas británicas. Y anuncios similares de relocalizar negocios en otro lugar los hacían los altos ejecutivos del británico HSBC Holdings PLC.

Aunque se decía que algunos bancos menos grandes se excitaban ante la perspectiva de sacudirse las reglamentaciones europeas consideradas onerosas y muchos banqueros confiaban en el probable final de las limitaciones europeas a los bonus o bonificaciones.
La pérdida de los derechos de pasaporte es un asunto clave para la banca. Actualmente los 28 miembros de la Unión comercian entre sí libremente sus bienes y servicios, que incluyen por supuesto los servicios financieros. Un banco estadounidense, por ejemplo, puede atender a sus clientes continentales desde la oficina de Londres sin necesidad de una autorización particular. Puede hacer o recibir préstamos o comerciar con productos financieros con bancos, empresas o clientes particulares de Alemania sin la aprobación formal del gobierno alemán e incluso sin tener presencia física en ese país. Es el conocido como derecho de pasaporte previsto en las directivas europeas: basta la domiciliación y autorización de un país miembro de la UE a un banco para que este pueda operar en todo el territorio de la Unión Europea. Tras el Brexit ese y otros puntos habrán de ser objeto de negociación en el próximo tratado, donde la competencia comercial entre los grandes grupos empresariales y financieros, entrará en juego junto a muchos otros factores económicos y políticos.

De inmediato el Brexit plantea la incógnita de la ratificación del acuerdo de vinculación comercial de las empresas gestoras de la Bolsa de Londres y la Bolsa alemana, the London Stock Exchange Group PLC y Deutsche Börse AG de Francfort, cuyos inversores han de votar ese acuerdo el próximo 4 de julio. Como manifestaba al The Wall Street Journal citado un destacado dirigente de la City, Mark Boleat, “todas las decisiones tomadas con anterioridad al referéndum son ahora inciertas”.

Otros sectores de la City son señalados entre los más afectados por el giro histórico en la política del Reino Unido, como son el mercado del euro y el sector de los seguros. Si hay una actividad que la City domina es el forex, el mercado de divisas, que se ha beneficiado del acceso al mercado único europeo. Como parte  de la UE, la City ha atraído las transacciones denominadas en euros, para la consiguiente compensación y liquidación de los pagos en euros, alcanzando un volumen de 2 billones de euros (trillion) al día (FT, 24/6/2016). Ratificó su funcionamiento el Tribunal Europeo de Justicia en 2015 en respuesta a una demanda del BCE que consideraba que ese mercado debía estar ubicado dentro de la Eurozona. Evidentemente, el Brexit cuestiona esa decisión judicial que podría ser revocada.

En definitiva, la salida de la Unión supone la negociación de un modelo alternativo de relaciones europeas para el Reino Unido. El modelo que se cita más a menudo es el de Noruega, que junto con Islandia y Liechtenstein son parte del Espacio Económico Europeo (EEE), organización vinculada a la UE participando del libre movimiento de personas, capitales, bienes y servicios del mercado único a cambio de respetar casi todas las normas de la UE, sobre las que ya no votaría. La adhesión del Reino Unido al EEE significaría tener que cumplir reglamentaciones en cuya elaboración no ha tenido influencia. Otro modelo es el de Suiza ligada a la UE por múltiples tratados de libre comercio y otros intereses, que le otorgan significativos beneficios sin el compromiso de la pertenencia. E incluso se apunta la vinculación mediante acuerdo aduanero como en el caso de Turquía.

Después del inesperado resultado del referéndum,  los lobbies financieros han comenzado a perfilar estrategias para conseguir un acuerdo lo más positivo posible a los intereses de la City y la industria exportadora británica. Porque son muy diversos los escenarios que se abrirán durante los dos años que pueden durar las negociaciones.  Sin duda, jugará un papel clave entre bastidores la Corporación de la City, un organismo público sui generis ajeno al Ayuntamiento de Londres, que durante siglos ha gobernado la milla cuadrada en torno al Banco de Inglaterra y a la Catedral de San Pablo. Sus líderes han hecho campaña en favor del “remain” frente al “leave”, apoyados por una inmensa mayoría de ejecutivos de las firmas deseosos de mantener el acceso al mercado único de más de 500 millones de ciudadanos. En un sondeo de City UK, un lobby que agrupa a la mayoría de firmas bancarias, de seguros y gestión de activos, reveló que el 84 % de sus miembros estaba a favor de permanecer en la UE mientras solamente un 5 % respaldaba la salida (FT 24/6/2016). Pero no está claro si la Corporación de la City se mantendrá como el potente lobby financiero europeo y global que ha sido hasta ahora, como se analiza en Los lobbies financieros, tentáculos del poder.

Aunque dependiendo del sentido que tendrá el tratado de salida a negociar entre el Reino Unido y la UE,  expertos solventes apuntan como casi seguro que la City volverá a ser menos internacional y quizás tenga que “quitarle el polvo al uniforme del bombín y el paraguas de hace treinta años”, ironizaba veterano analista del Financial Times.    


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