Los problemas del Deutsche Bank y el rescate del Banco Monte
dei Paschi de Siena son síntomas de que el sistema bancario europeo sigue sin
haber digerido la crisis; y de su fragilidad frente a los avatares propios de
la financiarización de la banca. Porque las mediáticas reformas funcionales no han
aportado la estabilidad y la transparencia necesarias. Los analistas apuntan,
en particular, a los bancos italianos y
portugueses que suscitan inquietudes, dado el volumen de sus préstamos con
riesgo de impago y las operaciones financieras opacas de alto riesgo. Ciertamente
la fragilidad del sistema bancario es una preocupación en la eurozona, según
corroboran analistas críticos, que se acrecienta con los anuncios del nuevo
inquilino de la Casa Blanca. Esta
incertidumbre mantiene alta la predisposición de los gobiernos a los rescates
bancarios a cargo de los contribuyentes para hacer frente al riesgo sistémico
incontrolado. Es decir, los rescates de los bancos a cargo de dinero público sigue siendo una práctica
gubernamental ordinaria. Prosigue, pues, la política de socialización de las
pérdidas de los bancos por el temor al contagio sistémico incontrolado por las
autoridades nacionales y europeas
En Italia, el 23 de
diciembre de 2016, con una inyección de 21.000 millones de euros el gobierno aprobaba
el rescate de la Banca Monte dei Paschi di Siena para evitar su quiebra dadas
las pérdidas ocultadas durante años por operaciones con derivados. Y este no es
un banco cualquiera sino el tercer banco
del país, fundado por la Magistratura de la República de Siena en 1472, tres
siglos antes de que existiera la idea de una Italia unificada, y por ello se le
considera el banco más antiguo del
mundo aún en funcionamiento, que hasta hace poco disponía de 3.000
sucursales, 33.000 empleados y 4,5 millones de clientes. Este banco que
sobrevivió a las guerras italianas, superó las pestes y las plagas, la campaña
de Napoleón y la segunda guerra mundial, se transformó desde hace décadas en
banca financiera, gracias al invento de los contratos de apuestas conocidas
como derivados financieros.
Hace casi cuatro
años, en 2013 los negocios con derivados financieros del Banco de Siena
provocaron un escándalo
de grandes proporciones, que no solo
involucró a los ejecutivos sino también a Mario Draghi y al Deustche Bank por
ocultar información y hacer préstamos fraudulentos. Según fuentes fiables, todo
comenzó con la acumulación de riesgos por parte del Banco Monte dei
Paschi di Siena, siguiendo el modelo de los grandes
bancos como Goldman Sachs que logran altas rentabilidades de los mercados
financieros de alto riesgo. La fuerte especulación en estos mercados por parte del
Monte dei Paschi tuvo la aprobación del entonces Ministro de Finanzas y
luego gobernador del Banco de Italia, Mario Draghi.
Gran parte de esas operaciones de préstamo se gestaron a través de la banca
alemana, principalmente el Deutsche Bank, que le había ayudado a tapar las
pérdidas sufridas con la crisis y la quiebra de Lehman Brothers en septiembre
de 2008.
Pero el tsunami de Lehman
Brothers y las pérdidas acumuladas por los derivados financieros, le obligaron
en el 2009 a pedir al gobierno
italiano un rescate de 1.900 millones de euros; y en 2012 logro otro segundo
rescate oficial de 500 millones de euros, acumulando 3.900 millones de euros
entre los rescates del Banco de Italia y el “rescate” de tapadillo por parte del
Deutsche Bank. El gran problema es que el Monte dei
Paschi nunca reveló los 1.500 millones
de euros que el Deutsche Bank le había prestado en 2008, y esa
revelación en 2013 provocó una enorme sacudida financiera porque mostraba una
vez más la poca transparencia de la banca europea. Las pérdidas millonarias de este banco
italiano fueron ocultadas mediante préstamos secretos
del Deutsche Bank alemán y el Nomura Bank japonés, gracias a mecanismos
financieros similares a los que Goldman
Sachs ayudó a Grecia durante años a ocultar los déficit fiscales, como he analizado en El casino que nos gobierna. Aunque el asunto tenía otra dimensión
porque quien estaba al mando del Banco de Italia y “supervisaba”
esas operaciones con el banco alemán era el presidente del Banco Central
italiano, Mario Draghi, el mismo que entonces y hoy lleva las finanzas del Banco
Central de Europa. Desde el inicio de la crisis el Monte Paschi fue perdiendo
hasta un 90 por ciento de su valor.
Minado por todas
las operaciones de derivados que ocultaron las pérdidas, según Bloomberg para
2016 Monte dei Paschi había recibido 4.000 millones de euros en rescates
financiados por los contribuyentes, la mayoría de los cuales los había
reembolsado más 8.000 millones de euros aportados por los inversores desde
2009. El Monte dei Paschi fue considerado el banco más débil de Europa en los
stress tests o pruebas europeas de resistencia de julio de 2016 y el Banco
Central Europeo le requirió para que limpiara su balance. La firma debía
recaudar 5 billones de euros de fondos frescos para aumentar su capital a
finales de año; y cubrir las pérdidas generadas por la eliminación de los
préstamos incobrables. Pero no lo consiguió. El fondo soberano de inversión de
Qatar, que había considerado una posible inversión, se abstuvo de comprometerse
a comprar acciones; y esa misma desconfianza impidió las inversiones de otras entidades.
Las previsiones de
una próxima falta de liquidez pero, sobre todo, los temores de que la quiebra
anunciada desencadenara otras quiebras bancarias en Italia e incluso una
potencial nueva crisis en Europa, según la prensa internacional, fundamentaron
la decisión del gobierno italiano. Los bancos italianos están luchando bajo el
peso de una montaña de 360.000 millones de euros de préstamos incobrables,
según Bloomberg, una situación que ha erosionado la rentabilidad y socavado la
confianza de los inversores. La nacionalización de Monte Paschi podría ser
seguida de rescates para prestamistas como Veneto Banca SpA y Banca Popolare di
Vicenza como parte del paquete gubernamental. Porque está demostrado que la acumulación de
riesgos sistémicos garantiza los rescates de la banca financiarizada.-
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