Análisis de Nick Dearden, director de la ONG Global Justice Now
(Justicia Global Ya) publicado en el sitio web del canal de TV Aljazeera.
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El G20 de Hamburgo quedar en
la historia como el momento en que la élite internacional ya no pudo mantenerse
unida. Durante años, los líderes de los países más poderosos se han unido para
cooperar en la forma de dirigir el mundo: el G-6, G-7, G-8, G-20. Su consigna
era la estabilidad.
Mantenerse juntos era
preferible a quedarse todos libres internacionalmente. Es preferible el acuerdo
entre ellos que cooperar con las naciones pequeñas, pobres y problemáticas en
el seno de las Naciones Unidas. Por eso inventaron este sistema de formulación
de políticas a nivel mundial.
Pero la élite mundial se ha
fracturado. En el período previo al G-20 de Hamburgo, se habló de los hombres
fuertes globales que habían ocupado el centro del escenario, para quienes la
diplomacia era simplemente la guerra por otros medios. El poder de Trump,
Putin, Erdogan y de otros deriva de una forma de nacionalismo que cree que las
reglas globales son para los débiles.
La batalla por el liderazgo
mundial
En 2008 el G20 ganó
prominencia después de que la crisis financiera significara que los países más
ricos del G8 necesitaban la riqueza de las naciones emergentes para estabilizar
la economía mundial. Al igual que a Arabia Saudí y Turquía se les concedió un
asiento en la mesa. En Londres en 2009, se dieron palmadas en la espalda por un
trabajo bien hecho.
Pero sus reformas eran
demasiado tímidas, demasiado comprometidas con la ideología del libre mercado
que causó el accidente en primer lugar. Hoy ese accidente persigue a este G-20
como un fantasma que no será exorcizado. Las placas tectónicas del poder global
se están moviendo, y sólo una nueva política puede sacarnos de este lío.
La élite internacional está
dividida. Esto debe asustarnos, pues tales divisiones pueden hundir el mundo en
la violencia y el desorden. Pero la situación no es desesperada ...
Este G20 lanzará a los
"hombres fuertes" contra los "moderados" - Merkel, Macron,
Trudeau. Este último podría verse mejor, hablar mejor y actuar mejor. Merkel ha
colocado el cambio climático, la migración y el libre comercio en la agenda,
para disgusto de Trump.
No debemos engañarnos. La
agenda del G-20 falló por completo en alejarse de las pesadas y fracasadas
políticas del libre mercado. En otras palabras, esas mismas políticas que, al
aumentar la desigualdad y las comunidades devastadoras, convirtiendo a todo el
mundo en un individuo interesado individualmente, han dado lugar
involuntariamente a los gustos de Trump. Y eso es ignorar el
"Trumpism" en la política europea, como revela la bárbara política de
inmigración en las fronteras de Europa por la cual cada año mueren miles de
inmigrantes desesperados en el Mediterráneo.
Está claro que Merkel quiere
cooperación sobre el cambio climático y piensa que la globalización debe
funcionar para muchos, no para los pocos. ¿Alguien puede estar en desacuerdo?
Pero, ¿qué significa esto realmente? Pues, un intento desesperado por restaurar
el sistema que fue destruido en el día en que se derrumbó Lehman Brothers.
La agenda del G-20 habla de la
necesidad de reformas estructurales para reducir la deuda. ¿Igual que las
políticas profundamente antisociales que la Unión Europea ha impuesto a Grecia
durante los últimos ocho años, que han devastado a ese país y a su pueblo?
¿Son suficientes las protestas para derribar al G-20?
Los flujos internacionales de
capital son buenos, nos dice la agenda del G-20. Pero ¿para quién? Los flujos no
regulados de capital han hundido las economías de Yakarta a Estambul, con pérdida de millones de empleos y de medios de
subsistencia como resultado. Se nos dice que la agroindustria puede alimentar
al mundo. Sin embargo, ya hay más que suficiente comida en el mundo para
alimentar a 10.000 millones de personas. Entonces ¿por qué 800 millones se van
a la cama con hambre cada noche? ¿Cómo van a seguir siendo los desplazamientos
de los pequeños agricultores para dar paso a la ayuda de los monocultivos?
Merkel corona su benévola
agenda como "Asociación para África". Pero como dijo el activista de
Zimbabwe, Fanwell Bokosi, con motivo de la cumbre del G-20 de esta semana,
"una asociación normalmente
significa que ambas partes están en la mesa y están de acuerdo". De
hecho, esta asociación trata de usar la ayuda y el poder occidentales para
sugerir educadamente que los países africanos acepten cambiar sus políticas
para facilitar la vida de las multinacionales occidentales a
"invertir" en sus países. También significa que estas podrán evitar
sus impuestos, y repatriar sus ganancias de nuevo al oeste cuando hayan
esquilmado el continente.
Ni siquiera los principales
economistas y periódicos están impresionados. Jeffrey Sachs pronunció un
discurso desesperado antes de que comenzara la cumbre, diciendo esencialmente
que 20 personas no pueden resolver estos problemas, y mucho menos estas 20
personas. El diario alemán liberal Der Spiegel decia bajo el destacado titular;
"la farsa del G20", "la reunión del grupo aquí es un club exclusivo
que está principalmente interesado en preservar un sistema agrietado de
capitalismo impulsado por el mercado financiero".
Es por eso por lo que han
tenido apoyo los manifestantes en Alemania en esta semana pasada. Las placas
tectónicas del poder global se están moviendo, y sólo una nueva política puede
sacarnos de este lío. Si queremos preservar la apertura de la globalización, la
única manera de logarlo es mediante la regulación, tanto del capital como de
las grandes multinacionales y el comercio. No hay otra manera de que las
increíbles riquezas de nuestro mundo puedan ser compartidas por muchos.
África no es pobre sino que
estamos robando su riqueza
¿A qué se parece esto? El G-20
teme una crisis sanitaria mientras los antibióticos dejan de funcionar. Así que
desechemos los derechos de propiedad intelectual de las grandes compañías
farmacéuticas; y el uso de fondos públicos para insistir en las prioridades
públicas en la investigación médica, y el acceso para todos. ¿Cambio climático?
Reducir con urgencia las emisiones de carbono y asignar fondos masivos para
ayudar a los países en desarrollo a desarrollarse liberándose de los
combustibles fósiles. ¿Terrorismo? El más simple de todos. Los G-20 son los
mayores patrocinadores del terrorismo en el mundo. Detenerlo y poner un
esfuerzo real en la creación de un orden mundial basado en la paz y la
cooperación en una ONU apropiadamente financiada y funcional.
El G-20 no puede o no ha adoptado
tal agenda. Sólo la acción popular masiva puede lograrlo. El resultado de la
cumbre de Hamburgo ha sido el más vago de los comunicados del G-20. Que no
representa más que un intento de mantener un edificio ruinoso, que se va
derrumbando lentamente sobre sí mismo, con un trozo de cinta pegada. Este es el
final de algo. ¿Qué vendrá después? Eso todavía está por decidirse, y depende
de todos nosotros.-
Traducción: Juan Hdez. Vigueras
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