(continuación
del Capítulo IV.4 del libro inédito del autor de este blog, BANCOS DEMASIADO
GRANDES PARA ENCARCELAR – Casos significativos de riesgo sistémico, de
manipulaciones de precios y mercados y de gran delincuencia financiera )
Directivos corruptos: las
tarjetas black
Y mientras sucedía el desastre bancario, los responsables,
los consejeros de Bankia de todas las procedencias, se limitaban a hacer
de palmeros que aplaudían a Rodrigo Rato por el precio de la OPV - pese a los
enormes perjuicios que provocó - o pensaban que era positiva la intervención
del Banco de Valencia. Y esos aplausos les permitieron enriquecerse con
jugosos sueldos, bonus y las tristemente famosas tarjetas black. Según uno de los informes, se incumplió la Ley
de la Comunidad de Madrid porque algunos de estos consejeros (incluyendo a
Rato) cobraron a la vez de Bankia y de Caja Madrid. Según sus cálculos, las
cantidades que se llevaron indebidamente
ascienden a 4,3 millones de euros. En cuanto a las tarjetas opacas, los peritos del
Banco de España no tienen dudas de que su finalidad era ocultar estos gastos
y no declararlos a Hacienda, de que se incumplió la Ley y de que
cualquiera podía darse cuenta del carácter indebido del uso de estas tarjetas,
como sostiene el FROB y ha quedado demostrado con la sentencia condenatoria.
Además, critican las lagunas de información en estos medios de pago y señalan
que los principales implicados tenían más tarjetas de las que se han publicado;
o bien no las usaron, o bien los actuales gestores de Bankia no han facilitado
la información. ([i])
En paralelo al litigio de la salida a Bolsa y a las
investigaciones de la responsabilidad civil sobre las participaciones
preferentes de Caja Madrid, se abrió una pieza separada por las llamadas
tarjetas black, negras u opacas para
Hacienda, distribuidas entre consejeros y directivos de Caja Madrid-Bankia para
gastos personales sin justificación ni declaración a Hacienda, que estuvieron
en vigor entre 2003 y 2012. En total se gastaron por este sistema de
retribución secreto unos 15,2 millones de euros. La existencia de estas tarjetas fue divulgada
por la prensa (eldiario.es; El Mundo e Infolibre), medios a los que había
llegado documentación a través de la Comisión Ciudadana Anticorrupción del
Partido X, que los había recibido de una fuente anónima. Este asunto estalló con gran impacto
mediático en octubre de 2014 al trascender que la Fiscalía anticorrupción había
abierto una investigación sobre el uso de estos medios de pago de Caja Madrid y
Bankia que había beneficiado a 86
directivos y consejeros. Los tenedores de esas tarjetas no tenían obligación de
declarar los gastos que efectuaran con ellas, entre los que aparecieron compras
de ropa, gastos en restaurantes y clubes, viajes y retiradas en efectivo de
cajeros automáticos. La documentación llegó a la fiscalía desde el FROB, que en
junio de 2014 había recibido dos informes de auditoría interna de Bankia. La
organización ciudadana sostiene que la actuación de Bankia, el FROB y la
fiscalía fue inducida por la divulgación de los correos de Blesa que ellos
habían efectuado. Tras un año de investigación, en diciembre de 2015 el juez
concluyó la instrucción del caso de las tarjetas black acordando el procesamiento de
86 personas acusadas de los presuntos delitos de administración desleal
y apropiación indebida. En el auto, el juez señalaba que “la utilización de las tarjetas tenía como finalidad los gastos de
representación o gastos relacionados con actividades profesionales de los
disponentes, por lo que las cantidades dispuestas mediante el uso de tales
tarjetas deberían ser tratadas como retribuciones irregulares, dado que las
mismas no tenían soporte contractual ni las cantidades recibidas eran
declaradas a la Hacienda pública”. ([ii]).
La pieza judicial de las tarjetas black se ha desarrollado
con una inusitada rapidez a diferencia del caso Bankia. Uno de los abogados
consideraba que este caso se ha utilizado “para desviar la atención”, puesto
que la pieza de las preferentes está paralizada desde hace mucho tiempo. En el
último año todo se ha centrado en el asunto de las tarjetas. En septiembre de
2016 tenía lugar la apertura del juicio oral sobre las tarjetas black,
finalizando el martes 27 de ese mismo mes la fase procesal de cuestiones
previas del juicio. Y la
Fiscalía y la acusación (FROB y Bankia principalmente) mantuvieron la acusación
de apropiación indebida y delito fiscal contra los acusados, por los gastos
asociados a las tarjetas black, por un importe de 12 millones de euros que fueron a parar al
agujero de Bankia. Por ello, razonaba la acusación
que estos gastos tienen relación con los ajustes y esfuerzos de miles de
millones de recortes públicos, que se agravaron tras aceptar el préstamo
europeo de 100.000 millones destinado a salvar a las Cajas de Ahorro, y
especialmente a Bankia, entidad que presentó las mayores pérdidas de la
historia del sector.
Colusión política y
reguladores
Para empezar, de la crisis financiera en España y en
particular de Bankia, se podría decir que “los
centinelas no estaban en sus puestos, en gran parte debido a la fe ampliamente
aceptada en la naturaleza autocorrectiva de los mercados y en la capacidad de
las entidades financieras para vigilarse a sí mismas con efectividad”, como
se afirma en las conclusiones del informe del Congreso estadounidense sobre la
crisis de Wall Street ([iii]);
subrayando claramente el trasfondo ideológico neoliberal como principal causa
de la crisis financiera global. Porque Bankia representa el fracaso de las
reformas financieras del Gobierno, en particular la de febrero 2012 que era
“definitiva”, y de los anteriores, que tuvieron como objetivo básico ocultar la
corrupción bancaria sistémica y las responsabilidades de gestión de las
oligarquías políticas regionales, soporte de la élite superior de los partidos
políticos mayoritarios que impulsaron cajas “engrandecidas” con la especulación
inmobiliaria, alimentada por el dinero barato del exterior y las innovaciones
financieras. Más allá de la responsabilidad de los gobiernos anteriores que
pusieron las bases del desmadre crediticio e inmobiliario. Pero tratándose de
las cajas de ahorro hay que recordar que el dinero que se esfumó era público y
es público gran parte del que resta. ([iv])
El caso de Caja Madrid, que era más de la mitad de Bankia,
es uno de los ejemplos más paradigmáticos
de las lamentables consecuencias de la connivencia entre poderes
políticos y económicos, que tanto tiene que ver con las raíces de la crisis de
muchas cajas de ahorro; por ejemplo, los ciudadanos han podido conocer a través
de los correos electrónicos publicados la filosofía “gerencial” del ex
presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, actualmente sometido a varios
procedimientos judiciales, que llegó en 1996 por el capricho personal del
entonces presidente del Gobierno José María Aznar, aunque ignoraba todo sobre las
cajas de ahorro como el mismo había reconocido públicamente.
Y esa colusión política tuvo su reflejo en el lamentable
papel de los reguladores nacionales. Es evidente la responsabilidad del Banco
de España y de la CNMV como mínimo in
vigilando sobre el desastre de todo el proceso de reestructuración y
saneamiento de Bankia. Lo que se tradujo en daños colaterales de esta crisis que
fueron cuantiosos. Porque está clara la pérdida de confianza exterior en este
país, sus bancos y en las políticas gubernamentales que nos hundieron en una
profunda recesión económica; hasta el punto que se anunciara la exigencia del
Eurogrupo de una valoración independiente de todos activos bancarios; una
humillación para el gobierno del Partido popular. A lo que se añaden los costes
sociales para la ciudadanía y de las negras perspectivas para las actividades
culturales, asistenciales y sociales de la Obra social de Caja Madrid como de
la valenciana Bancaja y de las restantes Cajas de Ahorro, que perdieron lo que
era parte de sus señas de identidad.
Como nos recuerdan los citados profesores Anat Admati y
Martin Hellwig hay un principio que dice
que a las firmas hay que permitirles o incluso exigirles que quiebren si no pueden
afrontar sus obligaciones, mencionando a Bankia como una excepción: “En el otoño de 2008, ese principio se
cumplió en el caso de Lehman Brothers, pero el resultado confirmó los peores
temores que se habían expresado en los episodios del LTCM y Bear Stearns. Desde
entonces, a ninguna otra entidad financiera se le ha permitido quebrar, incluso
aunque algunas fueran muy frágiles y posiblemente insolventes. En su lugar,
muchas han sido rescatadas, desde AIG pocos días más tarde hasta los bancos
europeos, Bankia y Crédit Inmobilier
de France en el verano de 2012. El principio de que a los bancos, como a todas
las otras firmas, se les debe forzar a soportar las consecuencias de las malas
decisiones parece haber cedido ante el temor general de contagio desde el
fracaso de los grandes bancos” ([v])
Desde luego nos adherimos a ese principio que enuncian
estos distinguidos académicos, aplicable a todos los casos analizados en los
capítulos precedentes. Sin embargo, hemos de subrayar el trasfondo político y
la singularidad del caso Bankia porque las cajas que fundaron el nuevo banco y
en gran medida el propio banco gestionaban dinero público, más aún dinero de
las clases populares. Y su origen torticero radica en el proyecto gubernamental
de privatización, sostenido en la ocultación de las pérdidas y en la gestión
corrupta por razones políticas, así como en la captación de dinero privado de
pequeños ahorradores y, finalmente, en dinero prestado por las instituciones
europeas que toca devolver a los contribuyentes. En definitiva, toda una gran
estafa para los ciudadanos españoles al construir una estructura bancaria
inviable por si misma en su origen para salvar una elite política depredadora
al amparo del Gobierno de turno.-
[ii] André
Missé, ibídem, pp. 416-418
[iii] Financial Crisis Inquiry Report,
PublicAffairs New York, january 2011,p. xviii
[iv]
Juan Hdez. Vigueras, Apuntes sobre BANKIA: Un rescate llamado
nacionalización en http://www.attac.es/2012/05/16/apuntes-sobre-bankia-un-rescate-llamado-nacionalizacion/
[v] Anat Admati & Martin Hellwig, The Bankers´…, opus cit. p.74
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