La rivalidad cada vez más aguda entre Estados Unidos y
China podría tener consecuencias económicas negativas y de otro tipo para Europa.
Pero en lugar de forjar una visión estratégica adecuada a este riesgo, hasta
ahora los líderes europeos están, como de costumbre, preocupados por sus
propios problemas.
En este análisis publicado en Project-Syndicate el 30/3/2019 que reproducimos abajo, el ex ministro de asuntos exteriores alemán y
vice canciller (1998-2005) Joschka Fischer apela a la necesidad de una
"estrategia global", a la que por el momento no se ha prestado
atención quizás, ya que los líderes europeos están más preocupados por los
problemas y las crisis a nivel nacional y de la UE. Sin embargo, el año 2019 resultará crucial para
el futuro del proyecto europeo, debido al Brexit y a las elecciones europeas
del 26 de mayo. Además, está por ver si los populistas tendrán una presencia
relevante en el nuevo Parlamento Europeo, que habrá de elegir un nuevo
presidente de la Comisión Europea. En cualquier caso, como apunta Joshka Fisher en
EUROPA
NECESITA UNA ESTRATEGIA GLOBAL
"La
elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos puede haber
acelerado el fin del “siglo norteamericano” y del orden internacional de
posguerra liderado por Estados Unidos. Es verdad, el centro de gravedad
político y económico del mundo venía trasladándose hacia el este de Asia mucho
antes de 2016, y la idea de que China se convierta en una potencia global en el
inminente “siglo del Pacífico” tampoco es nueva. Pero las acciones de Trump,
junto con las de su contraparte chino, Xi Jinping, han llevado la rivalidad
cada vez más agudizada entre las superpotencias a una escena central.
Desafortunadamente, Europa todavía tiene que ofrecer una respuesta coherente.
La
actual disputa comercial entre Estados Unidos y China tiene el potencial de
desatar una recesión global. Pero aún este conflicto es sólo parte de una lucha
de poder mucho mayor, inclusive en el sector tecnológico, para determinar si la
nueva estrella ascendente (China) o el actor principal (Estados Unidos)
desempeña el papel global de liderazgo.
Durante
gran parte del período transcurrido desde que China inició sus medidas de
modernización bajo el régimen de Deng Xiaoping a fines de los años 1970, su
política no consistió en desafiar el orden geopolítico y estratégico existente
y sí en evitar una confrontación con Estados Unidos a toda costa. Pero el
discurso de Xi en el 19 Congreso Nacional del Partido Comunista Chino en octubre
de 2017, y las varias iniciativas chinas en curso destinadas a desafiar el
predominio de Estados Unidos, indican que China ya no ocultará su fortaleza y
esperará su oportunidad, como ordenaba Deng.
La
nueva asertividad de China se torna evidente en su fortificación militar de los
arrecifes y pequeñas islas en el Mar de China Meridional, así como en la
estrategia “Hecho en China 2025”, que apunta a convertir al país en el líder
mundial en las industrias clave del futuro en la próxima década. Y con su gigantesca
“Iniciativa un cinturón, un camino” (BRI por sus siglas en inglés y en
castellano, por Las Rutas de la Seda), China quiere utilizar sus inversiones en
comercio e infraestructura de transporte para establecer su predominio
geopolítico y comercial en Eurasia, Europa, Oriente Medio y África.
Frente
a este desafío cada vez más obvio a su liderazgo, Estados Unidos también ha
cambiado su estrategia y ha adoptado una postura más belicosa con China. Si
bien Trump está liderando este cambio, la furia, el miedo y la frustración
norteamericana que genera China se extiende mucho más allá de la Casa Blanca y
del Partido Republicano, y cala hondo en las filas del Partido Demócrata.
Por
empezar, Estados Unidos está adoptando una postura más dura en materia de
comercio. En el pasado, el mercado estadounidense por lo general estaba abierto
a las exportaciones chinas –sin ese acceso, el rápido crecimiento económico de
China nunca habría sido posible-. Pero la administración Trump quiere poner fin
a esta apertura y hacer que el comercio bilateral de los países pase de ser una
herramienta a convertirse en un arma. Estados Unidos también está endureciendo
su política hacia la BRI, y ha criticado la decisión reciente de Italia de
respaldar la iniciativa.
La
tecnología es otra gran preocupación norteamericana. Estados Unidos y China
están inmersos en una contienda enconada en el terreno de la inteligencia
artificial y siguen enfrentándose por la empresa de telecomunicaciones china
Huwaei, una de las compañías globales líderes del país.
La
alta ejecutiva de Huawei Meng Wanzhou, la hija del fundador de la compañía,
actualmente está esperando ser extraditada a Estados Unidos después de haber
sido detenida en Canadá en diciembre pasado por violar supuestamente las reglas
de embargo norteamericanas respecto de Irán. Al mismo tiempo, la administración
Trump está ejerciendo una fuerte presión sobre sus aliados europeos para que
excluyan a Huawei de sus mercados de telecomunicaciones por cuestiones de
espionaje (aunque Estados Unidos todavía no ha ofrecido evidencia de esto
públicamente).
La
llegada de este nuevo orden global del siglo XXI no es un buen augurio para
Europa, como dejan en claro estas escaramuzas iniciales en materia de comercio
y tecnología. Pero, como es habitual cuando se enfrenta a un desafío global
importante, Europa esencialmente se mira el ombligo y se preocupa por los
problemas internos, incluido el Brexit.
Sin
embargo, los europeos no se pueden permitir mantener al margen. Europa que será una de las primeras víctimas si la
disputa actual entre China y Estados Unidos se convierte en un conflicto
comercial declarado. Si esto sucediera, las dos superpotencias exigirán que
Europa tome partido –precisamente el tipo de elección que no quiere hacer,
porque Estados Unidos y China son sus dos principales mercados exportadores-.
De la misma manera, Europa muy probablemente enfrentaría una represalia china
si decidiera expulsar a Huawei de sus mercados nacionales.
Europa
debe forjar su propia visión estratégica sobre el nuevo orden global. Y tendrá
que poner un peso suficiente en la balanza geopolítica para seguir comerciando
con Estados Unidos y China según sus propios términos. Esto exigirá que Europa
desarrolle una política industrial basada en los intereses y valores europeos.
Al mismo tiempo, los líderes de Europa deben reconocer que China está
construyendo rápidamente un sistema político alternativo en el que un partido
único controla digitalmente a las masas. No importa la opinión que uno tenga de
Trump, esto no sucederá en Estados Unidos.
El
equilibrio geopolítico global está cambiando aceleradamente y Europa debe
adaptarse. En lugar de mirar hacia adentro, los líderes europeos necesitan una
estrategia creíble para con las dos superpotencias –y China en particular."-
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