Si parpadear requiere más de trece milésimas de segundo, a
los operadores dedicados al trading de alta velocidad les basta ese instante
para comprar y vender activos financieros en el mercado bursátil mundial de
hoy. La mayoría de los inversores califican dicha negociación frenética como un
signo de progreso y se desinteresan de sus riesgos tecnológicos y de la
manipulación de la propia gestión, ignorando el sesgo de este modelo de mercado perjudicial para un sector
de inversores. Y lo cierto es que este tráfico financiero algorítmico de
alcance mundial, basado en superordenadores, ha reemplazado al parqué
tradicional de los mercados a escala humana.
En 2014, el libro Flash
Boys del periodista financiero Michael Lewis, describía con detalle cómo
actualmente son amañados los mercados bursátiles tras esta hiperactividad del
comercio financiero de alta frecuencia (conocido por las siglas HFT), en
perjuicio de inversores corrientes. Las
bolsas de valores están amañadas (Stcks Markets Rigged) fue la mediática frase de este autor difundida durante
la campaña publicitaria de este libro, calificado como ejemplo de periodismo de
investigación por el semanario británico The Economist; y que, desde su
aparición, tanto impacto causó en los medios de comunicación y financieros
neoyorquinos, incluidas las agencias reguladoras estadounidenses, que
desencadenaron algunas investigaciones sobre las operativas manipuladoras de
algunos megabancos, como analizaremos en una segunda entrega sobre este tema.
Cinco años más tarde, el reputado profesor de Economía Política
Internacional de la Universidad de Oxford, Walter Mattli, corrobora y da mayor
alcance al contenido del citado bestseller de Michael Lewis con su magnífica
obra Darkness by Design: The Hidden Power
in Global Capital Markets (Opacidad de diseño: el poder oculto en los mercados
mundiales de capital) (Princeton University Press, 2019). Este libro
profundiza en la transformación sufrida por los mercados de capitales en las
dos últimas décadas, tras años de investigación sobre la historia de la Bolsa
de Nueva York (NYSE) y sus compañías vinculadas, a cuyos archivos el autor dedicó
mucho tiempo y entrevistó a muchos de sus antiguos empleados y traders.
La fragmentación de
los mercados
De la obra Darkness
by Design se deduce que el periodista Michael Lewis tenía razón al
preocuparse por el HFT; aunque identificara erróneamente a las principales
víctimas de este mercado financiero
ultrarrápido. Sin embargo, para el profesor Walter Mattli los mayores
perdedores de ese desarrollo no son los inversores minoristas, que tienden a
ser bastante acomodados, sino los fondos de pensiones, las compañías de seguros
y otros importantes inversores institucionales. Una de las paradojas de la
terminología financiera es que términos como "inversor minorista" y "propietario de una pequeña empresa" connotan al relativamente menos
pudiente, mientras que, de hecho, esos inversores y propietarios tienen una
probabilidad desproporcionada de estar en el uno por ciento superior en la
escala de distribución de la riqueza. Los grandes inversores (megabancos, fondos
de pensiones, compañías de seguros, fondos mutuos y fondos negociados en bolsa)
tienen muchas más probabilidades de disponer del 99 por ciento de la riqueza.
Los inversores ordinarios son estafados todos los días; aunque simplemente no
lo ven, porque está sucediendo entre bastidores, detrás de sus pólizas de seguro de vida y sus
inversiones en fondos indexados.
El profesor de Oxford argumenta que lo que realmente ha
inclinado el campo de juego a favor de un puñado de gigantes financieros y del
trading de alta frecuencia es la creciente fragmentación de los mercados
bursátiles, un proceso activamente alentado por los reguladores gubernamentales
equivocados. "En la nueva era de
mercados fragmentados", escribe Mattli, "las costosas inversiones en buen gobierno y los compromisos de
equidad, igualdad y transparencia tienen que equilibrarse con un nuevo mandato
primordial para atraer liquidez para sobrevivir". Las Bolsas hacen
todo lo posible para atraer el negocio de los principales jugadores, que hacen
millones de transacciones por segundo, a menudo alojándolas de manera que
beneficien a esos jugadores a expensas de otros participantes en el mercado.
Aunque ningún campo de juego está completamente nivelado, hoy el mercado está
mucho más inclinado hacia un puñado de operadores comerciales ultra
sofisticados que durante los tiempos en que la Bolsa de Nueva York (NYSE) tenía
el monopolio. Porque, como apunta el profesor de Oxford, la NYSE ya no es la
única sala de juego en la ciudad. Hoy en día, hay 23 diferentes "bolsas de valores nacionales"
registradas en los Estados Unidos, de las cuales la NYSE es simplemente la
segunda más grande, representando aproximadamente el 12 por ciento del mercado
total estadounidense. Compite directamente con las restantes Bolsas.
En ese entorno de mercados financieros fragmentados surgió
y se desarrolló el denominado trading de
alta frecuencia, que fue identificado y denunciado por el citado libro de
Michael Lewis, periodista de investigación y conocido autor de libros de
no-ficción sobre el mundo de Wall Street. Hacia abril de 2014 el ambiente de
cierta inquietud en algunos círculos financieros ante las novedades operativas,
se vio agravado por el eco mediático alcanzado por la citada publicación. En algunas cadenas de TV estadounidenses la
promoción de libro fue acompañada de acalorados debates como sucedió en el
programa 60 segundos de la cadena de
TV CNBC, con gran eco en el mundo profesional de las finanzas, donde impactó el
acertado eslogan “Stock Markets
Rigged”, “Las Bolsas están
manipuladas”. En un
interesante análisis, la agencia Bloomberg se refería a dicho programa
televisivo de entrevistas, donde el citado autor había hecho una denuncia
tajante: los operadores de alta
frecuencia, que trabajan en las bolsas de valores de Estados Unidos y en los
grandes bancos, manipulaban los mercados en su propio beneficio. Para el
redactor del artículo, lo único sorprendente de la afirmación de Lewis era que
alguien pudiera sorprenderse ni remotamente por esa afirmación. La tecnología
detrás del trading de alta frecuencia será compleja, pero la matemática es un
juego de suma cero: la ganancia del operador es la pérdida de otro operador.
Sólo que en el caso de la negociación de alta frecuencia, los perdedores son
los inversionistas, a través de sus fondos de pensiones, cuentas de retiro y
fondos institucionales. Las transacciones de alta frecuencia son un impuesto
sobre los inversores, alentados por las bolsas, permitido por el regulador
bursátil, la SEC, opinaba un analista (Barry Ritholtz, Speed
Trading in a Rigged Market, Bloomberg, 31/3/2014
en http://www.bloombergview.com/articles/2014-03-31/speed-trading-in-a-rigged-market)
Entre otras cosas, Michael Lewis relata en su libro las
vicisitudes de un grupo empresarial que invierte 300 millones de dólares para
enterrar un cable de fibra óptica en la línea más recta posible entre Chicago y
Nueva York, atravesando montañas y aparcamientos subterráneos, sólo para que se
reduzca de 17 a 13 milisegundos el tiempo necesario para el envío de una señal
de un lado a otro. De este modo, esta nueva empresa podría cobrar a los
operadores de firmas ajenas 14 millones de dólares al año por la utilización de
esa línea. Según sus prospecciones del potencial mercado, los operadores
estarían dispuestos a pagar esas comisiones, ya que esas fracciones de segundo
les podrían generar unas ganancias anuales de 20.000 millones de dólares; un
dinero que saldría de los bolsillos de
otros inversores menos afortunados. Y pretenden resolver unos problemas
observados por primera vez por los inversores mediada la última década; que de
repente se encontraban con que cuando colocaban una orden de compra o venta en
las bolsas, el precio de mercado se movía en su contra, dando la impresión de
que alguien iba unos pasos por delante. Además de los riesgos ocasionales de
una innovación tecnológica, las sospechas sobre manipulación eran una cruda
realidad del conocido como trading de alta frecuencia o comercio financiero de
altísima velocidad, que se asocia, como veremos, a las plataformas opacas de
negociación bursátil, propiedad de la gran banca financiera en Wall Street, en
Londres o Paris. Y lo cierto es que estos avances tecnológicos basados en la
velocidad, medida en microsegundos, han permitido la manipulación del mercado
financiero a un elevado número de firmas, incluidos bancos como Credit Suisse,
Barclays y otros, que en 2016 recibían respectivamente unas multas pecuniarias
paliadas por acuerdos de compensación negociados con las autoridades de EEUU
(Administración Obama), para la eludir la acusación de haber perjudicado a pequeños inversores mediante
operativas ventajosas ilegales en sus respectivas plataformas electrónicas
opacas. Una prueba más de la proclividad sistémica a las prácticas
manipuladoras de los megabancos en las Bolsas.
Ventajas comerciales del trading de alta frecuencia
Desde luego es innegable el atractivo del trading de alta
velocidad para los inversores. Hace ya unos años, en una conversación
ocasional, una ejecutiva de un banco en Londres, donde ejercía como bróker o
agente de bolsa, le comentaba al autor
de este blog que últimamente a los grandes inversores, bancos, compañías de
seguros, fondos de inversiones, etc., les preocupaban menos las cuantías de las
comisiones a pagar a los agentes intermediarios que la rapidez en la ejecución
de la orden de compra o de venta de un paquete de activos. Un dato que se
explicaría por la abundancia de liquidez en los mercados financieros; pero
también porque el trading de alta
frecuencia se ha asentado como una modalidad operativa ordinaria en las Bolsas
y en los mercados extrabursátiles, alcanzando los dos tercios de las
transacciones en Wall Street y de un tercio en Europa, según estimaciones
recientes. Hace unos años, la Autoridad francesa de mercados financieros
cifraba ya el peso del trading veloz en
un 30-35 por ciento de las órdenes y transacciones en Europa y en un 50-60 por
ciento en los EEUU, según las estimaciones del mercado, subrayando la dificultad
de precisar un ratio debido a la complejidad para identificar a los traders del
comercio de alta frecuencia que funciona detrás o no de los brokers miembros
del mercado. Y todo ello a pesar de los
fallos técnicos habidos en los sistemas informáticos y las críticas de un
sector del mundo financiero y las denuncias de riesgo de fraude y manipulación,
que han provocado investigaciones de las agencias reguladoras estadounidenses
como la SEC, la CFTC e incluso del FBI.
En la terminología anglofinanciera se conoce como
trading de alta frecuencia (High
Frequency Trading o HFT en siglas
inglesas), comercio algorítmico o autómata, la utilización de redes de
ordenadores programadas para la compra y venta automáticamente de todo tipo de
activos financieros en alta velocidad,
literalmente en milésimas de segundos. Algunos medios periodísticos les
llaman agentes robotizados que han sustituido a los agentes humanos de años
atrás. De tal modo que un activo
financiero puede cotizar durante unos segundos un céntimo más caro en Nueva
York o en Londres que en Hong Kong o en Singapur; o entre las distintas bolsas
estadounidenses. Y los traders o corredores de bolsa compran esos títulos en
Hong Kong o en Singapur para venderlos en Londres o en Nueva York; o pueden
estar lanzando constantemente órdenes de compra y venta, buscando
infinitesimales diferencias de precios en las pantallas, sobre las que obtener
beneficios con márgenes de ganancia en decimales y en milésimas de segundo. Con
esta estrategia operativa acelerada, los bancos y firmas financieras inversoras
sacan provecho de las diferencias coyunturales de cotizaciones con frecuentes y
pequeñas operaciones, y con unos márgenes minúsculos. Pero una actividad
financiera frenética de un volumen enorme sin supervisión alguna, generalmente
conlleva irregularidades y trampas en perjuicio de los pequeños inversores. Es,
pues, una modalidad operativa muy
extendida y cuya utilización ha crecido vertiginosamente en los últimos años,
aunque sea prácticamente desconocida por la mayoría de los ciudadanos.
La negociación de acciones y derivados por el sistema de
corros se ha eliminado en casi todos los mercados, salvo en los más
importantes, como la Bolsa de Valores de Nueva York, e incluso en estos
mercados la negociación por el sistema de corros coexiste con la negociación
electrónica. En general, aquellos “corros” y el “parqué” en las bolsas
tradicionales han sido sustituidas por sistemas de negociación electrónica
integrados por potentes ordenadores, programados y almacenados en edificios ad
hoc situados en cualquier parte del mundo, protegidos por medidas de extrema
seguridad; y salas de analistas cuantitativos y nuevos parqués plagados de
pantallas con sofisticados programas conectados a redes telemáticas; esas
máquinas en red rastrean permanentemente los mercados, analizando las
diferentes plataformas electrónicas de contratación dentro de las redes
previamente definidas, sean éstas bolsas reguladas o mercados privados, de
renta fija, variable o de materias primas, prácticamente a la velocidad de la
luz, con el objetivo de casar automáticamente las órdenes de compra y de venta,
operaciones que se cierran conforme a los parámetros de precios predefinidos.
El comercio financiero ultra rápido ofrece una doble
ventaja comercial. Cuando un inversor ante el monitor presiona el botón para
cerrar un trato, esa señal se envía a un banco o a un corredor de bolsa, que a
su vez se supone que rebusca en las muchas Bolsas de valores diferentes hasta
encontrar el mejor precio. Pero debido al tiempo que necesitan los mensajes
comerciales que se desplazan por cable, los pedidos llegan a las diferentes
bolsas de valores en distintos momentos. Esta nueva tecnología aprovecha la
ventaja de la velocidad para explotar las diferencias de tiempo entre las
operativas de las propias bolsas. A menudo, esta tecnología veloz coloca
órdenes de venta o de compra de pequeñas cantidades en determinadas Bolsas.
Cuando esas órdenes se completan, es una señal para que un gran inversionista
descargue una participación mucho mayor. A veces las órdenes en el trading de
alta frecuencia no están diseñados para que se completen sino para descubrir la
manera en que las entidades están planeando el negocio. De ahí que se asegure
que las operaciones de trading de alta velocidad abarcan la mitad de todas las
operaciones en el mercado estadounidense, pero presentan casi el 99% de las
órdenes. La segunda ventaja proviene de la existencia de las “dark pools” o
plataformas electrónicas opacas, plazas comerciales virtuales establecidas
generalmente por los grandes bancos, que fueron diseñadas para permitir el
anonimato de los inversionistas. Los bancos permiten el acceso a al HFT
mediante esas plataformas a cambio de una cuota, lo que les permite
aprovecharse de los inversores incautos.
Además, comercio financiero de
altísima velocidad se realiza generalmente
asociado a plataformas
electrónicas opacas de negociación privada, que no hacen públicas sus
transacciones, el precio o el volumen y el tiempo de ejecución, sin divulgarse
para los demás operadores del mercado hasta que se han cerrado las
transacciones. Es decir, se ocultan al público los detalles de las operaciones
para que estas no aparezcan en los paneles informativos; subrayando el
desarrollo de prácticas que conducen a la manipulación de precios. Desde luego,
para aquellos que no acuden a estas prácticas de alta velocidad financiera
representan una desventaja, denunciada últimamente por algunos inversores y
agencias reguladoras estadounidenses que han argumentado públicamente contra la
operativa conocida como HFT. Pero esta tecnología se ha desarrollado y se han
asentado unas prácticas negociadoras calificadas como depredadoras que
perjudican a inversores incautos Y han surgido testimonios de que los propios
operadores de bolsa realizan trampas y manipulaciones para incrementar sus
retribuciones a costa de un sector de los inversores.
La búsqueda de transparencia
Actualmente, se
apuntan en el horizonte algunas medidas de regulación de este modelo de
mercado financiero acelerado. La Unión Europea ha dado pasos correctos para
mejorar la protección de los inversores con una directiva de 2018 llamada MiFID
II, una nueva versión de la Directiva de Mercados de Instrumentos Financieros,
que obliga a las Bolsas a ser mucho más transparentes sobre los conflictos de
intereses en sus informaciones a los inversores. Ya en 2012, Francia implementó
un impuesto de 0.1 por ciento sobre el valor de las demandas canceladas o
modificadas, lo cual es un fuerte desincentivo para participar en operaciones
manipuladoras de las cotizaciones, de las cuales analizaremos una amplia gama
en una próxima entrega en este blog. E incluso hay discusiones ocasionales,
hasta ahora limitadas en gran medida a la academia, sobre el traslado a los
llamados mercados discontinuos, donde las acciones podrían negociarse solo diez
veces por segundo, lo suficientemente lento como para que los HFT no puedan jugar
con las demandas anticipadas.
Irónicamente, la mayor esperanza de corrección del modelo
podemos encontrarla en que la carrera armamentista tecnológica entre el HFT y
los intercambios se vuelva tan astronómicamente costosa que forzara a las
mayores Bolsas a megafusiones entre sí, lo que daría como resultado un nuevo
monopolio global que abarcará países y mercados. La idea de un único centro de
negociación de acciones, bonos, monedas y derivados, que funcione las 24 horas
del día, ajeno no solo a los reguladores sino también a las zonas horarias, sin
duda suena terriblemente distópico.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario