Durante esta crisis de la pandemia del covid-19, la
inestabilidad y bajada de las Bolsas de
valores ha traído consecuencias imprevistas, en particular, para las grandes empresas
farmacéuticas debido a su largo proceso estratégico de financiarización, centradas
en la búsqueda de rentabilidad para los accionistas mediante la “creación de
valor” bursátil. Esta industria privada había olvidado sus fines de lograr
rentabilidad mediante la investigación y elaboración de medicamentos, que
cubrieran las necesidades presentes y futuras en un mundo global, más interconectado e
intercomunicado. Pero esa mutación ya se venía manifestando en otra epidemia no
declarada que asola los EEUU, Canadá y otros países, provocada por la voracidad
y corrupción de la industria de la fabricación de medicamentos.
Los opiáceos de las
masas
En 2016, casi 50,000 personas murieron por sobredosis de
opioides en los Estados Unidos y, per cápita, casi la misma cantidad murió en
Canadá. De 2000 a 2016 murieron de sobredosis más estadounidenses que en la
Primera y Segunda Guerra Mundial combinadas. Sin embargo, incluso estos números
sombríos subestiman el impacto del abuso de opiáceos, porque por cada persona
que muere, muchos más viven pero con adicción. El Consejo de Asesores
Económicos de la Casa Blanca ha estimado que la epidemia le costó a la economía
de los Estados Unidos 504.000 millones de dólares en 2015, equivalente al 2.8
por ciento del PIB. Una epidemia denunciada por algunas instituciones y por la
prensa solvente, como la revista estadounidense Foreign Affairs que analizaba
el problema en 2018. ([i])
Es una historia de salud
pública que se consideraba de conocimiento común. Aunque fuera menos conocido su
creciente riesgo de que la epidemia se extienda por todo el mundo, según los
expertos de la citada revista estadounidense. Afrontando una reacción violenta
en Estados Unidos y Canadá, las compañías farmacéuticas han estado volcando su
atención en Asia y Europa y repitiendo las tácticas que crearon la crisis en
primer lugar. Al mismo tiempo, el aumento del consumo de fentanilo (fentanyl), un opioide sintético altamente potente,
originariamente utilizado como anestesia en el postoperatorio de cirugía, ha
hecho que el brote sea aún más mortal y ha comenzado a remodelar el mercado
mundial de drogas, un desarrollo con importantes implicaciones para la política
exterior. Como resultado, en 2018 los expertos consideraban que el mundo estaba
en la cúspide de una epidemia mundial de opioides, impulsada por el consumo
excesivo de analgésicos legales, y agravado por la propagación del fentanilo,
que podría marcar un desastre para la salud pública de proporciones históricas.
Sin embargo, ante esta posibilidad aterradora, el mundo se ha mantenido en gran
medida complaciente. Ni los gobiernos y ni las organizaciones internacionales se
plantearon la adopción de medidas enérgicas contra las compañías farmacéuticas
que abusan de sus posiciones y sin que se tomaran medidas agresivas para
regular la venta y comercialización de opioides.
En octubre de 2017, Donald Trump reconoció la existencia de
la crisis de opioides en una declaración presidencial de emergencia sobre salud
pública de la nación en la Sala Este de la Casa Blanca, sin que se llegaran a
adoptar medidas serias. Y esa epidemia no declarada de los opiáceos que se viene
desarrollando desde hace años, particularmente en los EEUU, ha quedado de
momento más tapada en los medios de comunicación por la virulenta crisis del
coronavirus, que acapara la atención del mundo.
La vulnerabilidad del modelo farmacéutico
La crisis del coronavirus en 2020 es un buen ejemplo de
cuán vulnerable es la estrategia de financiarización que han seguido las
grandes compañías farmacéuticas. Como veremos, el actual modelo de negocio
farmacéutico depende de la obtención de dinero barato y el aumento de las
cotizaciones del mercado de valores. Ahora que estas condiciones se ven
amenazadas, las grandes compañías farmacéuticas se quedan con enormes deudas y
una presión aún mayor para aumentar los altos márgenes de beneficio socialmente
indefendibles. La inversión insuficiente de la industria farmacéutica en
medicamentos y en vacunas de baja rentabilidad pero esenciales, nos muestra ahora
el lado negativo del vigente modelo de negocio del medicamento a escala
mundial. Son los gobiernos los que ahora tienen que liderar financieramente la
investigación y fabricación para desarrollar una vacuna contra el coronavirus,
como objetivo más urgente y prioritario.
Ese es el resumen de las conclusiones de la investigación de la fundación holandesa SOMO, centro de investigación de las corporacionesmultinacionales, que se ha centrado en el análisis crítico de las cuentas
financieras de 27 de las compañías farmacéuticas más grandes del mundo,
conocidas como Big Pharma, de 2000 a
2018. El grupo de 27 firmas investigadas lo encabezan Johnson & Johnson;
Roche Holding AG; Pfizer Inc; Novartis AG; y Merck & Co Inc, que superan
ampliamente una capitalización bursátil de los 200.000 millones de dólares.
La disponibilidad y el acceso a los medicamentos ha venido
siendo un tema controvertido. Y uno de los argumentos clave presentados por la
industria farmacéutica en defensa de los
altos precios de los medicamentos, es el coste del desarrollo de nuevos
productos. En este informe de SOMO, se examina el papel que juega el modelo de
negocio financiero para justificar el coste de los medicamentos y los márgenes
de beneficio de las compañías farmacéuticas. Un modelo de negocio que gira en torno a maximizar la retribución de
los accionistas a expensas del abandono de las inversiones productivas que
podrían beneficiar a la población en general.
A los fines del citado informe, la financiarización
corporativa se ha medido en función de tres indicadores identificados por la
literatura académica, como son el volumen del balance (reservas financieras y
deuda corporativa); el volumen de la compensación de los accionistas
(dividendos y recompras de acciones); y el volumen de los activos intangibles,
los derechos de propiedad intelectual y el fondo de comercio en
proporción a los activos totales. Lo que estas manifestaciones de la
financiarización corporativa tienen en común es que el interés estratégico de
una empresa, farmacéutica en este caso, pasa de producir bienes y servicios a
asegurar ganancias financieras.
La pandemia del coronavirus ha expuesto muchas de las
vulnerabilidades creadas por el modelo de negocio financiero de la Big Pharma.
Además de los riesgos financieros, este modelo también ha dejado al mundo menos
preparado para la crisis de salud que afrontamos hoy. Las crecientes
obligaciones de la deuda de las compañías farmacéuticas no se han invertido en
capacidades productivas o en I + D, sino
que se han distribuido en gran medida entre los accionistas. Ahora que el mundo
está recurriendo a los sistemas públicos de salud y a las compañías farmacéuticas para
defenderse de esta pandemia, el precio de un modelo de negocio que favorece a
los accionistas se revela con demasiada claridad. El sistema actual se ha
configurado para cubrir los bolsillos de los accionistas en lugar de ayudar a
los pacientes de todo el mundo, y ahora estamos viendo muy claramente las
fallas que este sistema ha creado.
La financiarización de la Big Pharma
En las últimas décadas las firmas productoras de medicamentos
se han incorporado a la industria de la inversión financiera. La mutación de
las compañías farmacéuticas es un vivo
ejemplo de la financiarización de las
economías, que ha evolucionado junto con la globalización y el neoliberalismo
como un proceso histórico. El estudio de la ONG holandesa SOMO publicado en
abril de 2020, muestra que las grandes
compañías farmacéuticas experimentaron un cambio radical del enfoque del
negocio entre 2000 y 2018. Porque invirtieron mucho más dinero en actividades
financieras y adquisiciones de otras compañías; y cada vez invirtieron menos
recursos en medios de producción.
Para entender esta mutación del sector farmacéutico, necesitamos
comprender su correspondencia con el proceso más amplio de la financiarización
de la economía, que ha sido definida como "el papel creciente de los motivos financieros, los mercados
financieros, los actores financieros y las instituciones financieras en el
funcionamiento de las economías nacionales e internacionales" ([ii]) Esta definición engloba
el cambio estructural de la economía con los motivos y comportamientos
cambiantes de los actores. Desde el plano del macroanálisis, digamos que
significó el cambio del modelo económico de posguerra, en el que endeudamiento
ha sido el factor dominante. Este cambio, caracterizado por una disminución de
la participación salarial y un aumento del endeudamiento privado, ha empoderado
a los agentes financieros e inversores (institucionales). Estas tendencias se
han reflejado en un aumento de las ganancias corporativas y en el aumento de
los activos financieros en el balance general.
En conjunto, estos desarrollos han producido una amplia
transformación de nuestras sociedades y continúan haciéndolo. La ruptura con el
régimen keynesiano de posguerra, que se caracterizó por un bajo grado de
movilidad del capital, abrió el campo para que las finanzas funcionen a través
de las fronteras en los mercados mundiales y para que las grandes instituciones
financieras y bancos amplíen sus operaciones y entren en nuevos mercados. El
aumento de la mercantilización de la sociedad y la vida cotidiana se ha
fortalecido por el aumento de la movilidad del capital, la desregulación de los
mercados, las políticas de expansión del mercado a través de la privatización y
la reducción general del estado del bienestar a medida que el neoliberalismo se
consolidaba como la guía.
En el sector farmacéutico, los datos que aporta la
investigación referida sobre la Big Pharma confirman la mutación del negocio
farmacéutico. La principal conclusión obtenida al profundizar en las cuentas
financieras de las compañías farmacéuticas más grandes, es que podemos observar
fuertes signos de financiarización para los tres identificadores, como son el volumen del balance (reservas
financieras y deuda corporativa); el volumen de la compensación de los
accionistas (dividendos y recompras de acciones); y el volumen de los activos
intangibles (los derechos de propiedad intelectual y el fondo de comercio ([iii]) en proporción a los
activos totales.
En
primer lugar, las reservas financieras de las grandes farmacéuticas han crecido. Las
reservas financieras (lo que guardan de las ganancias después de la
distribución de dividendos a los accionistas) de las 27 compañías analizadas aumentaron
de 83.000 a 219.000 millones de dólares en 2018. Tras las grandes cifras, los números revelan un mayor endeudamiento a
pesar de las grandes reservas. A pesar de la aparente rentabilidad de esta
estrategia, las grandes compañías
farmacéuticas se encuentran realmente endeudadas. De 2000 a 2018, la deuda
combinada de las 27 empresas incluidas en esta investigación aumentó de 60.000
millones de dólares en 2000 a 518.000 millones en 2018. En relación con la
facturación, el nivel de deuda aumentó del 21 por ciento en 2000 al 72 por
ciento en 2018. Sin embargo, este dinero prestado o aportado por los inversores
no se invirtió nuevamente en la investigación y el desarrollo de nuevos
medicamentos o en el crecimiento de la capacidad de producción farmacéutica. Por
el contrario, se distribuyó principalmente entre los accionistas como
dividendos y se gastó en recompras de acciones.
El aumento de la deuda no se ha utilizado para generar
ingresos futuros. Para mantener el modelo extractivo de baja inversión en
capital fijo (como edificios, laboratorios y maquinaria), aumentos modestos en
los gastos de investigación y desarrollo (I + D) y pagos extremadamente altos a
los accionistas, la Big Pharma recurrió al endeudamiento. En comparación con
las ventas netas, el endeudamiento de 27 de las compañías farmacéuticas más
grandes ha aumentado constantemente del 20% en 2000 al 72% en 2018.
A pesar de este aumento de la deuda, las inversiones en
capital fijo han disminuido como una participación neta en las ventas del 6 por
ciento en 2000 al 5 por ciento en 2018. Durante el mismo período, la
participación en I + D ha aumentado moderadamente del 12 por ciento de las
ventas netas al 17 por ciento. Estas cifras indican que la deuda incurrida no
se utilizó principalmente para generar capacidad productiva futura, sino que se
transfirió desproporcionadamente a los accionistas. Hasta cierto punto, Big
Pharma ha sido utilizado como un cajero automático por los accionistas.
En
segundo lugar, se ha producido un crecimiento de las compensaciones a los
accionistas. Entre 2000 y 2018, a los accionistas se les
pagó un total de más de un billón y medio de dólares, 1.540.000 millones, de
los cuales 864.000 millones de dólares en dividendos y 676.000 millones se dedicaron a la recompra de
acciones de las propias compañías. En las diez compañías farmacéuticas más
grandes, la distribución total de fondos a los accionistas representó el 142
por ciento del gasto de ese año en investigación y desarrollo.
Los pagos totales a los accionistas (dividendos y recompras
de acciones combinadas) han aumentado del 88% de las inversiones totales en
investigación y desarrollo (I + D) en 2000 al 123% en 2018. En términos
nominales, los pagos a los accionistas han aumentado en casi un 400 por ciento,
de 30.000 millones de dólares en 2000 a los 146.000 millones en 2018 (73.000
millones en dividendos y 74.000 millones en recompras de acciones). Esto
representa un aumento en la proporción de pagos del 10 por ciento de las ventas
netas al 20 por ciento.
Para allanar el camino que permitiera que las compañías
farmacéuticas hicieran pagos tan grandes a los accionistas, no aumentaron las
inversiones esenciales pero el precio de los medicamentos sí ha aumentado
exponencialmente. La fijación de los precios de medicamentos a niveles tan
altos con el único propósito de maximizar el valor para los accionistas es
indefendible, especialmente en el contexto de sociedades envejecidas y el
aumento de los costes generales de atención médica en todo el mundo. En
resumen, nuestra sociedad no puede permitirse las ganancias privadas de la Big
Pharma.
En
tercer lugar, se ha producido un aumento de los activos intangibles. Un
elemento importante a considerar, como hemos subrayado, es el cambio en el
modelo de negocio subyacente de las grandes farmacéuticas desde la producción y
venta de productos a la compra de otros negocios. Las grandes compañías
farmacéuticas compran compañías competidoras y compañías de biotecnología para
reabastecer los propios canales de producción y comercialización, para disminuir
la competencia y para adquirir patentes y otros derechos de propiedad
intelectual. El modelo comercial dominante impulsa a las grandes compañías
farmacéuticas a comprar firmas más pequeñas por sus derechos de propiedad
intelectual, actuales o futuros, con el fin de impulsar la cartera de
medicamentos, y que se encuentra por tanto en el corazón de sus ingresos por
rentas y estrategias de financiarización. Como resultado, la Big Pharma opera
cada vez más como un fondo de capital privado con capacidades excepcionales
para adquirir, desarrollar, comercializar y extraer valor del conocimiento
monopolizado, también conocido como "activos intangibles".
Las capacidades únicas de las grandes compañías
farmacéuticas están en el centro de sus estrategias de financiarización. En
este modelo, que gira en torno a las fusiones y adquisiciones de otras empresas,
el precio de los medicamentos depende cada vez más del coste de adquisición de
nuevos derechos de propiedad intelectual, un coste que, a su vez, está sujeto a
ciclos financieros. Las fusiones y adquisiciones están altamente
correlacionadas con las condiciones de liquidez en los mercados de capitales y
las valoraciones del mercado financiero. Entre las grandes compañías
farmacéuticas, los investigadores de SOMO identificaron una burbuja creciente del
fondo de comercio de las compañías y de otros activos intangibles en general.
Si bien los datos sobre los activos intangibles de todas
las empresas solo están disponibles en los últimos años, su participación en
los activos totales ha aumentado dramáticamente. El valor combinado de todos
los intangibles en el balance general de las 10 compañías farmacéuticas más
grandes ha aumentado del 13 por ciento de los activos totales en 2000, al 49
por ciento en 2018 (más de 520.000 millones de dólares), lo que refleja el
cambio en el sector en su conjunto.
De estos intangibles, las 10 compañías más grandes han
aumentado el valor de su fondo de comercio desde prácticamente nada en 2002 a
más de 270.000 millones de dólares en 2018. La expansión de los activos
intangibles es un aspecto importante de la financiarización de la Big Pharma,
porque explica cómo se ha transformado el sector, que ha pasado de generar
ingresos a través del desarrollo, producción y venta de medicamentos a obtener
sus mayores ingresos de la propiedad y
monopolización de la propiedad intelectual.
Los mercados creados por la extensión de los monopolios de
propiedad intelectual conectan los institutos académicos de investigación, las
compañías de biotecnología a menudo creadas por investigadores universitarios y
las grandes compañías farmacéuticas, que obtienen los mayores beneficios
económicos de esta asociación. Las empresas que disponen de patentes y derechos
de propiedad intelectual, los convierten en productos u objetos de compraventa
en un mercado de fusiones y adquisiciones y su valor está directamente
relacionado con su cartera de estos derechos. La mercantilización de los
propios derechos de propiedad intelectual hace que las grandes compañías
farmacéuticas compitan entre sí por la adquisición de conocimiento monopolizado.
Los medicamentos potencialmente exitosos son escasos y las compañías
farmacéuticas están bajo presión constante para reponer sus propios canales de
producción y reemplazar las patentes que se acercan al final de su vida útil.
Esto significa que la valoración de una compañía de investigación más pequeña
(farmacéutica o biotecnológica) variará en las diferentes etapas de desarrollo y
se incrementará con la perspectiva de un producto final exitoso y
comercializable. Y desde luego, a los efectos de la adquisición, la Big Pharma
está equipada con grandes reservas financieras que pueden utilizarse para
aumentar los precios de mercado de las empresas más pequeñas.
Conclusiones
Este resumen expuesto del informe de SOMO, muestra que las
grandes compañías farmacéuticas están generando ganancias para los accionistas
en una escala que es económicamente frágil y socialmente inasumible. Sus pagos
a los accionistas desplazan las inversiones empresariales esenciales y aumentan
el precio de los medicamentos a un coste que la sociedad no puede pagar. Su
modelo de negocio, que se basa en el endeudamiento barato y los ingresos de la
cesión monopolística de activos intangibles, resulta prácticamente insostenible
porque las inversiones productivas y la I + D no han seguido el mismo ritmo.
Las grandes compañías farmacéuticas se han vuelto cada vez más dependientes de
las condiciones de los mercados financieros globales. El fuerte aumento del
endeudamiento en los últimos años, y la dependencia de las grandes compañías farmacéuticas
de las fusiones y adquisiciones para reponer la cartera de nuevos medicamentos,
ha amplificado su dependencia y, por consiguiente, el impacto de los ciclos del
mercado financiero en el comportamiento corporativo.
Finalmente, cualquiera que sea la duración y efectos
económicos de la pandemia del coronavirus, resulta evidente que en el presente
y en el futuro más inmediato, el combate de las pandemias y contra la
irradiación de las nuevas enfermedades
no podrá ser gestionado por el sector privado sino que habrá de ser cubierto
por el poder público, a escala de los Estados e internacionalmente.-
[i] Opioids of the Masses. Stopping an American
Epidemic From Going Global. Foreign Affairs, May/June 2018
[iii] En economía de empresa y en contabilidad,
el fondo de comercio (en inglés, goodwill) se
corresponde con el valor inmaterial de la empresa derivado de factores como la
clientela, la eficiencia, la organización, el crédito, el prestigio, la
experiencia, etc. que le permiten obtener rentabilidades superiores a las
esperadas por la simple suma de sus activos contables. En el Plan General de Contabilidad español, el fondo de comercio se define como el
conjunto de elementos intangibles o inmateriales de la empresa que implican
valor para esta, como son, entre otros, la clientela, la razón social, la
ubicación de la empresa,
etc. De ahí que una empresa pueda valer más que la suma algebraica de todos los
elementos que componen su patrimonio.
El fondo de comercio recoge
este valor adicional por encima de los elementos que la forman y que, en caso
de venta, hace que se pague por ella más de los que valen sus elementos en sí;
porque el fondo de comercio cuantifica la capacidad de la empresa para obtener
beneficios extraordinarios, entendidos estos como aquellos beneficios
superiores a la rentabilidad normal del mercado o del sector.
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