viernes, 10 de abril de 2020

LA BANCA TECNOLÓGICA ACRECIENTA EL RIESGO FINANCIERO SISTÉMICO (III)


La irrupción de las Big Tech, las grandes firmas tecnológicas como Amazon, Google o Facebook, en el mundo de las finanzas y su asociación y colaboración con los grandes bancos, como JP Morgan o el Banco Santander, en sus procesos de digitalización y modernización tecnológica como megadatos y dataficación, tecnologías blockchain; computación en la nube; inteligencia artificial, etc., cuyo desarrollo hemos analizado en los dos capítulos precedentes,  están transformando el sistema financiero y agilizando sus operativas al mismo tiempo que ensanchan el potencial de las entidades bancarias e intensifican su  conectividad a nivel global. Una transformación con consecuencias positivas en términos de costes y mejora de las prestaciones al consumidor, pero generando simultáneamente una vulnerabilidad muy  importante; y, en particular, como apuntan las investigaciones de  un grupo de expertos internacionales, acrecienta el riesgo sistémico en unos mercados financieros globales, que siguen basados en el principio de la libertad de movimientos de capitales e innovación financiera, aun cuando se haya mejorado la coordinación funcional y la supervisión de las autoridades nacionales.

La transformación del mercado financiero: ciberseguridad y protección de datos

La revista Forbes resumía un informe del Consejo de Estabilidad Financiera (FSB) bajo el título, los gigantes tecnológicos (BigTech) representan una amenaza mayor para las instituciones financieras que las compañías tecnológicas (Fintech).La competencia de las grandes compañías tecnológicas establecidas mundialmente, desde Google a IBM pasando por la china Alibaba (BigTech), y la tecnología financiera  podrían ejercer presión sobre la rentabilidad de las entidades financieras y llevarlas a asumir más riesgos para proteger sus márgenes de beneficios. Como parte de su monitoreo continuo sobre la influencia de ambas agrupaciones de empresas tecnológicas en las instituciones financieras, el FSB con sede en Basilea, en enero 2020 publicó el informe "Fintech y la estructura del mercado en servicios financieros: desarrollos del mercado y posibles implicaciones de estabilidad financiera".

 Al analizar las ventajas y amenazas que plantea la creciente innovación tecnológica en el sector financiero, un grupo de investigadores de todo el mundo descubrió que podría desarrollarse un sistema financiero más eficiente y resistente debido a que tanto las grandes tecnológicas financieras (BigTech) como las compañías de tecnología financiera (Fintech) generan más competencia y diversidad en préstamos y pagos, seguros, comercio y otras áreas de servicios financieros. Sin embargo, si las entidades financieras tienen dificultades con esta competencia, podrían aumentar su exposición al riesgo de crédito y de mercado para seguir siendo rentables; asumir más riesgos sin una buena gestión de riesgos y altos niveles de capital, que podrían poner en peligro la estabilidad financiera mundial, apuntan.

Por tanto, el FSB apela a la necesidad de que los reguladores y analistas presten precisamente más atención porque ambos grupos de firmas (BigTech y Fintech) podrían afectar a la estabilidad financiera al haber transformado la estructura del mercado en los servicios financieros. Como se señala en  dicho informe, "la estructura del mercado se refiere a la interrelación de las empresas en un mercado que afecta a su comportamiento y a su capacidad para obtener ganancias". Según el análisis del FSB, la innovación tecnológica financiera podría influir en esa estructura a  través de diferentes canales, incluidos los siguientes:

• La aparición de proveedores de servicios similares a los de un banco, como el crédito o los pagos por parte de firmas de tecnología financiera, que pueden afectar a los mercados y al comportamiento bancario, aumentando la eficiencia de los servicios financieros en el futuro.
• La entrada de los gigantes tecnológicos con redes establecidas y la explotación de megadatos, se ha afianzado para servicios bancarios en algunas jurisdicciones, particularmente en materia de  pagos, y a veces también en materias de crédito, seguros y gestión de patrimonio; con menores costes (o incluso gratuitos), ya que podrían usar los datos obtenidos a través de estos servicios para una variedad de empresas.
• Y las entidades financieras dependerán de firmas de tecnología financiera como proveedores de servicios externos para la provisión de datos, de  conectividad física y de servicios en la nube. Más aún, el FSB admite que con el tiempo es posible que las entidades financieras afronten riesgos sistémicos operativos y de seguridad cibernética si las entidades sistémicamente importantes (las SIFI) no gestionan adecuadamente los riesgos asociados con la tercerización de sus servicios.

Más bien, el riesgo claro de la digitalización, que es un proceso que en muchos casos cubre negocios enteros, es principalmente la ciberseguridad y la protección de datos. 
La ciberseguridad se ha convertido en una de las áreas principales de atención de los reguladores financieros en todo el mundo así como de los gobiernos y las firmas financieras y tecnológicas. Y el informe del FSB subraya que la ciberseguridad es ahora la fuente más significativa de riesgo sistémico, así como uno de los  asuntos más significativos de la seguridad nacional, y la digitalización de las operaciones bancarias plantea los graves riesgos del hackeo o pirateo, el ciberrobo, el ciberterrorismo, el ciberactivismo y los ciberataques. Hasta el extremo de que incluso un simple fraude y robo adquiera una escala mucho mayor y en lugar del robo de una cuenta, oficina o firma, un atacante pueda potencialmente robar o atacar todas las cuentas y oficina de múltiples firmas en múltiples jurisdicciones al mismo tiempo, como ya relatamos ya  en este blog  (Véase Los hackers y la ciberinseguridadbancaria con casos de hackeo incluso de la red mundial SWIFT).   Los riesgos tecnológicos están afectando cada vez más al sector financiero () El riesgo cibernético amenaza la integridad de los datos y la continuidad del negocio en un sistema financiero interconectado.” Fueron algunas conclusiones de los informes del Comité Conjunto de las agencias europeas de supervisión (Spring Risky Report) de abril de 2017 y de agosto de 2016 sobre riesgos y vulnerabilidades clave para el sistema financiero de la Unión Europea.

Además de la ciberseguridad, el referido informe del FSB señala que el creciente papel central de los megadatos en el sector financiero revela la segunda área principal de preocupación, que es la protección de datos; que en alguna manera se relaciona con la ciberseguridad y que al mismo tiempo se ve afectada por la amplia gama de políticas subyacentes de protección de datos en las jurisdicciones en todo el mundo, con planteamientos y resultados bien diferentes en los EEUU, China y la Unión Europea; con diferentes requerimientos legales. En todo caso una de las cuestiones más importantes del siglo XXI.

Riesgos tecnológicos de los proveedores de servicios: la banca en la nube

La tecnología financiera está transformando las finanzas y cuestionando su regulación a un ritmo sin precedentes, como comprobamos en el capítulo anterior. Todo ello junto a las tecnologías como los megadatos y la inteligencia artificial, contratos  inteligentes (smarts), tecnología de la regulación (regtech) y la identidad digital. Durante la pasada década, un proceso a largo plazo de digitalización de las finanzas se ha combinado cada vez más con la explotación y comercialización de megadatos (y dataficación, como ya vimos)  y las nuevas tecnologías, incluyendo la computación en la nube, tecnologías blockchain  y de inteligencia artificial,  generando una nueva era de tecnología financiera. El resultado son nuevos servicios con efectos disruptivos en los intermediarios financieros existentes. Pero la mayor parte de la tecnología pretende colaborar y buscar a la banca e intermediarios como clientes. Y es aquí donde tiene lugar la verdadera innovación tecnológica y a un ritmo rápido. Este proceso de digitalización y explotación de los megadatos combinado con nuevas tecnologías, podemos verlo en todos los mercados financieros globales y asimismo en mercados emergentes y en desarrollo, en los que el proceso de transformación digital financiera se está desarrollando incluso a mayor velocidad que en los mercados desarrollados. En el actual período de desarrollo de la tecnología financiera resaltan dos tendencias principales:

-       La primera es la velocidad del cambio impulsado por la mercantilización de la tecnología como un producto comercial más, la analítica de los megadatos, el aprendizaje automático (machine learning) y la inteligencia artificial.

-       La segunda es el creciente número y variedad de nuevos participantes en el sector financiero, incluyendo la tecnología preexistente y las compañías electrónicas. A lo que se añade la transformación de la tecnología financiera, que  proporciona datos o servicios de tecnología de la información a las entidades financieras.  
Lo cierto es que en el caso de la tecnología de la información (TI), de la provisión de datos a los bancos y demás intermediarios financieros, les expone a riesgo operativos y a ciber riesgos, en particular desde esos servicios de los proveedores como terceros, como observamos en los riesgos de la computación  en la nube.

Riesgos tecnológicos de la banca en la nube

La revolución de los megadatos (Big Data), que se ha desatado en los últimos años, ahora está logrando que las industrias de todo el mundo mejoren su capacidad de acceder y extraer datos de todo tipo de fuentes. Al hacerlo, la infraestructura existente de tecnología de la información (TI) está siendo sometida a una fuerte presión, mientras se siguen buscando soluciones digitales cada vez más innovadoras, especialmente en el sector bancario. Y una de las soluciones digitales más transformadoras del sector es la computación en la nube, según los analistas. (Cary Springfield, Authoritative analysis onInternational banking, International Banker)  Sin embargo, la tecnología de la computación en la nube presenta riesgos importantes, revelados en los años de experiencia, cuyas  causas han sido diversas, desde cortes de energía hasta centros de datos que van a la quiebra debido a errores humanos. Y que han generado significativas frustraciones para responsables y profesionales. (6 Cloud ComputingFailures that Shocked the World by The RIQ News Desk) Y es que la poética metáfora de la nube para residenciar servicios informáticos esconde la realidad de inmensos centros de datos ubicados en diversos puntos geográficos del planeta, de cuya ubicación solo tiene conocimiento el gigante tecnológico y ocasionalmente tenemos noticia cuando se filtra algún fallo relevante.
La Asociación de Banqueros Británicos (BBA) ha identificado tres factores clave para la adopción de servicios públicos basados ​​en la nube por parte de los bancos que persiguen la mitigación de riesgos. Ciertamente, la nube puede ayudar a reducir los riesgos asociados con la tecnología tradicional, como los problemas de capacidad, redundancia y resistencia. Además, destaca la innovación ágil puesto acceder a la nube puede aumentar la capacidad de los bancos para innovar "al mejorar la agilidad, la eficiencia y la productividad". Y en tercer lugar, la computación en la nube genera beneficios significativos en los costes, especialmente dada la reducción en los requisitos iniciales de gasto de capital para la infraestructura de TI tradicional. Además, desde una perspectiva reguladora, la escalabilidad de la nube significa que los bancos pueden escanear potencialmente miles de transacciones por segundo, lo que mejora drásticamente la capacidad de la industria para combatir los delitos financieros, como el fraude y el lavado de dinero.

Entre las ventajas podemos añadir aquí el desarrollo de grandes plataformas de servicios de TI a las que los bancos e  intermediarios financieros subcontratan funciones nucleares. Por ejemplo, Aladdin – la plataforma de software para la gestión administrativa desarrollada por Blackrock, el gestor de activos mayor del mundo – se apoya en aproximadamente 25.000 profesionales de la inversión por todo el mundo y se utiliza para gestionar aproximadamente  el 7 por ciento de los activos financieros del mundo, incluidos los activos de los otros 10 primeros gestores de activos.

Pero los continuos avances en la tecnología de la información no han evitado ni excluyen los riesgos asociados a esta tecnología, como acreditan casos imborrables. Así quedaron evidenciados los riesgos de un mal funcionamiento de la nube, cuando el centro de datos de computación en la nube de Amazon en Hong Kong, en 2017 dejó que  se cayera la web del organismo de supervisión bursátil (SEC) de EEUU así como muchos servicios orientados al consumo como la plataforma de televisión Netflix, los termostatos "inteligentes" y e incluso algún servidor de correo electrónico, quedando demostrado cuánto dependemos todos de la infraestructura de una empresa tecnológica. También se demostró cómo la centralización de los datos ha hecho que Internet, al menos la parte que la mayoría de nosotros usamos, sea más vulnerable de lo previsto cuando fue diseñado. Aunque la compañía Amazon pueda ser conocida principalmente por el envío de libros u objetos en dos días, donde realmente gana dinero es en la computación en la nube. La compañía posee grandes centros de datos en todo el mundo y alquila energía informática y almacenamiento bajo demanda, como vimos en el capítulo anterior. Y este es un servicio global de infraestructura en la nube que está dominado por solo cuatro jugadores; y la participación de Amazon en ese mercado es mayor que la de los tres siguientes combinados. (Can't Stream Netflix? The Cloud May Be to Blame, Bloomberg, 2/3/2017)
El problema se agudiza porque, por lo general, la supervisión financiera no se aplica a los proveedores de megadatos que normalmente quedan fuera del ámbito de la regulación financiera. Por tanto, los reguladores financieros carecen de información respecto a tales firmas tecnológicas asociadas  y sus potenciales funciones en la interconectividad a través del sector financiero, y excluidos de los instrumentos públicos de supervisión o regulación.

El sistema financiero, más vulnerable con las tecnologías

El riesgo sistémico creado por los instrumentos y productos financieros comercializados sin regulación ni supervisión pública condujeron a la gran crisis financiera  de 2007 y 2008 en Wall Street que se contagió mundialmente generando la gran recesión económica manifestada de forma diversa en los diferentes países. Los expertos señalan que el riesgo sistémico es el resultado de dos elementos básicos, como son la sobredimensión de los bancos (el riesgo codificado por la expresión demasiado grande para fallar /too big to fail /TBTF) y la interrelación de los bancos y entidades financieras (demasiado conectados para fallar / too conected to fail /TCTF). Y estos dos elementos del sistema financiero son considerados nucleares en la regulación de la estabilidad financiera.
Durante largo tiempo el riesgo sistémico ha sido un tema central en la evolución de la regulación financiera y, en particular, en la  regulación bancaria. “El riesgo financiero sistémico es el riesgo que un evento desencadene una pérdida de valor económico o de confianza, y atendiendo aumentos  sobre la incertidumbre, en una porción sustancial del sistema financiero que es suficientemente serio para que con toda probabilidad tenga efectos adversos significativos en la economía real”, según la definición del G-20.

El riesgo financiero sistémico comprende los efectos del contagio, por el cual se extiende una pérdida de confianza que socava los mercados; a veces, tales efectos pueden brotar de eventos relativamente pequeños que son desproporcionados respecto a su impacto último. Con anterioridad a la crisis financiera global de 2008, la regulación de la estabilidad financiera había surgido como una función regulatoria nuclear, centrándose en la identificación, la prevención y la gestión del  riesgo que pudiera significar para el sistema financiero. Generalmente se centraba en la banca, excluyendo normalmente las entidades financieras no bancaria, y en particular sobre la dimensión de las entidades individuales (el problema del TBTF) y el sistema de pagos.

A pesar de las décadas de experiencia y análisis sobre el asunto, el riesgo sistémico fue el aspecto nuclear de la crisis de 2008, que reveló claros fallos en la regulación de la estabilidad financiera que habían permitido el desarrollo de instrumentos (incluso opacos como las sociedades offshore o domiciliadas en los conocidos paraísos fiscales) y productos (como los derivados o apuestas sobre las cotizaciones) fuera de la supervisión de las autoridades. Desde entonces, grandes volúmenes de investigaciones han afinado la comprensión del riesgo sistémico, alcanzando un consenso básico en que la dimensión de los intermediarios y la conectividad son las fuentes nucleares del riesgo sistémico.
La digitalización y la explotación de megadatos, la ciberseguridad  y los riesgos de la sobredimensión bancaria global (el elemento de riesgo TBTF) y del sobredimensionamiento de la interconexión entre entidades financieras  (el elemento de riesgo TCTF), generan un mundo en el que el sistema financiero globalizado resulta más vulnerable que antes de la gran crisis financiera de hace más de diez años, según el análisis de un grupo de expertos internacionales del que extraemos elementos e ideas básicas. (Douglas W. Arner et alii, Fintech, Regtech and Systemic  Risk: The Rise of Global Technogy Risk, chapter 4 of Systemic Risk in the Financial Sector. Ten years after the great crash, Centre
for International Governance  innovation (CIGI), Canada, 2019)

El riesgo de los bancos sobredimensionados

Con ocasión de la gran crisis financiera, el G-20 acuñó el concepto “las Institución Financiera Sistémicamente Importante” (SIFI en siglas en inglés), los más grandes bancos de los grandes), cuyo tal tamaño y alcance podría derrumbar todo el sistema financiero occidental. Conforme  a la definición de Ben Bernanke, que fue presidente de la Reserva Federal de EEUU, una entidad financiera sistémicamente importante (SIFI) es aquella cuya dimensión, complejidad, interconexión y funciones críticas son tales que, si la firma de modo inesperado entra en liquidación, el resto del sistema financiero y la economía afrontarán unas consecuencias adversas severas. De ahí que las SIFIS globales se hayan convertido en el foco central de la agenda de reformas regulatorias post crisis para el G-20 y el FSB, así como un tema central de las reformas internas y regionales durante los últimos diez años.

Para estas SIFIs o entidades bancarias y financieras sobredimensionadas, aparte de la inquietud por la protección de datos y la competencia, su asociación con las grandes firmas tecnológicas, desde Amazon a Alibaba, les aporta fuentes de datos o de provisión de servicios tecnológicos, que conducen al aumento de su volumen e importancia financiera y, consecuentemente, incrementando el potencial actual de riesgos de los grandes bancos. El grupo de autores citados subrayan el rápido reforzamiento del tamaño de los grandes bancos con la tecnología, como se deduce de los ejemplos descritos sobre aquellas grandes firmas de tecnología financiera, particularmente las Big Tech como Google y Alibaba, que se están implicando en los servicios financieros, como describimos en el primer artículo. Y que son firmas  que disfrutan del acceso a abundantes datos que les pueden servir a la banca como fuente de megadatos, bien en bruto o analizados, utilizando esta estrecha cooperación para afinar sus valoraciones de productos y riesgos que ofrecen a su clientela; o proveen directamente servicios financieros a los clientes utilizando su ventaja competitiva en megadatos.

Las grandes firmas tecnológicas y de comercio electrónico que tienen acceso a tales megadatos se están introduciendo cada vez más en las finanzas, en modos diferentes de las firmas de tecnología financiera, en la medida en que se benefician de las lagunas en la regulación y/o en las disparidades en el tratamiento de las tradicionales  entidades financieras, en  economías de alcance y de escala  y en los efectos de red (por ej., una tendencia hacia la concentración tanto en megadatos como en finanzas). Esta combinación apunta,  según las investigaciones de  los autores referidos, que las firmas tecnológicas de hecho están incrementando potencialmente los riesgos ya inherentes a la sobredimensionamiento de la gran banca (los riesgos de TBTF), además de suscitar inquietudes sobre la competencia y la protección de datos.

En el contexto del paradigma de los riesgos de las SIFIs (TBTF), la importancia sistémica deriva del hecho de que otras entidades intermediarias están comprometidas con vínculos empresariales que son decisivos para muchos intermediarios, mientras todos esos intermediarios juntos son de  importancia crítica para el sistema financiero. Y esos lazos no pueden reemplazarse fácilmente. Aquí la percepción clave post crisis es que esas vinculaciones pueden adoptar formas diversas desde los derivativos extracontables (OT) y el riesgo de la contraparte relacionada. Además, las vinculaciones son vistas ahora como surgidas de modelos de negocio corrientes (por ejemplo, originados para distribuir), aproximaciones contractuales (por ejemplo,  la documentación estandarizada de la organización privada ISDA) y las “comunidades” transversales a los sistemas de gestión de riesgos. Y otra consecuencia de importancia sistémica es que frecuentemente  los gobiernos se ven presionados para prestar apoyo a las SIFIs que afrontan problemas financieros.

La interconectividad intensa, contribuye al riesgo sistémico

El riesgo de la sobredimensión de la interconectividad financiera generada por la tecnología, contribuye a intensificar la interdependencia de las entidades bancarias y las entidades financieras a nivel global, contribuyendo al riesgo sistémico del mundo financiero. Así los afirman los expertos referidos en relación con esta sobredimensión de la interconexión (el riesgo TCTF) que argumentan que en un mundo de finanzas digitalizadas, todo está conectado por la vía de la alimentación de megadatos y tal conectividad contribuye a generar riesgo sistémico. En particular, la tradicional propiedad bancaria e infraestructura de gestión bancaria está siendo reemplazada por la nueva infraestructura sistemáticamente importante propiedad de otros  y que esos otros potencialmente no son un intermediario financiero en sentido tradicional sino una compañía tecnológica no regulados en absoluto y no sometida a las medidas asociadas con el riesgo sistémico, tales como las modalidades de rescate bancario, segregación de la infraestructura crítica y demás. Los ejemplos incluyen concentración del mercado en el suministro de megadatos, servicios en la nube (con firmas no financieras que abastece de megadatos y aloja servicios para las firmas financieras y los reguladores) y otros.

Más allá de la ciberseguridad y la protección de datos,  la implicación de las firmas gigantes de datos (Big Tech) en mercados financieros es una razón de inquietud. Conforme al Comité de Basilea de banca y supervisión, las Big Tech se refiere a las grandes firmas de tecnología activas globalmente con una ventaja competitiva en tecnología digital. Como ya analizamos en el primer capítulo, las Big Tech ordinariamente proveen servicios de web (motores de búsqueda, redes sociales, comercio electrónico, etc.) a usuarios finales a través de Internet y/o las plataformas de TI o mantienen infraestructuras (almacenamiento de datos y capacidades de procesamiento) sobre las cuales otras compañías proporcionan productos y servicios. Esas grandes compañías tecnológicas están vinculadas a los mercados financieros de dos modos:

-       En primer lugar, pueden funcionar como  terceros en calidad de proveedores para los intermediarios financieros. Estos casos comprenden los servicios en la nube, como los que presta Amazon y otros; o alimentan datos a bancos y gestores de activos que acostumbran a informar de modelos de riesgo y cálculos.

-       En segundo lugar, las grandes firmas tecnológicas pueden moverse más directamente hacia proveedores de servicios financieros, sirviendo inicialmente como conductos ligando a los proveedores de servicios financieros con los clientes que típicamente ya tienen las grandes tecnológicas y con el tiempo comenzando potencialmente  a proveer el servicios financiero directamente a los clientes como financieras tecnológicas.
Sin duda la implicación de los gigantes tecnológicos en las finanzas corre pareja con la conectividad, una combinación que genera riesgos sistémicos potencialmente considerables. La falta de transparencia u opacidad y el potencial para construir aún más dimensión en la prestación de servicios financieros muy rápidamente, completa el cuadro que la acción regulatoria sobre las grandes tecnológicas que debería incluirse en la agenda de los reguladores. Tanto los modelos de negocio de las grandes compañías, sea como tercero de servicios IT (megadatos) o provisión asimilable a una financiera tecnológica de servicios financieros, tienen el potencial de crear riesgo sistémico, aunque en diferentes maneras.

Consideradas conjuntamente la digitalización y dataficación, ciberseguridad y el sobredimensionamiento de la gran banca y el sobredimensionamiento de la conectividad (es decir, los riesgos TBTF/TCTF) crean un mundo en el que el sistema financiero resulta más vulnerable que anteriormente. Dondequiera que los riesgos tecnológicos son los nuevos impulsores de la inestabilidad financiera, los expertos aconsejan a los reguladores que se enfoquen en estas nuevas formas de riesgo, tanto en términos de su conexión con otras formas de riesgo así como independientemente.

Lagunas y complejidades de la posible regulación

El examen de las ventajas y detalles técnicos descritos en los dos capítulos precedentes, que la tecnología aporta a las entidades financieras, sea la explotación de megadatos, el encadenamiento de bloques o blockchain o la inteligencia artificial o la computación en la nube, evidencia el dinamismo, la fluidez y las posibilidades de un mayor alcance de las transacciones económicas, carentes de transparencia desde el exterior o lo que es lo mismo, escondidas en la máxima opacidad frente las regulaciones y frente a la supervisión de las autoridades financieras; que difícilmente dispondrán de recursos legales y tecnológicos para obtener la información que permita el debido control del volumen de operaciones en microsegundos de indudable transcendencia para el sistema económico.

Hoy en día, las deficiencias en el sistema regulatorio con relación a los riesgos de la tecnología financiera son similares a los que se experimentaron con respecto a las políticas macroprudenciales de bancos centrales y demás autoridades que debían prevenir los riesgos en el sistema  con anterioridad a la gran crisis financiera global de 2008, afirman los expertos. Esas deficiencias incluyen falta de comprensión y conocimiento de la realidad, las deficiencias en los mandatos, las lagunas en la regulación, la  falta de coordinación entre autoridades, asimetrías en la información, la carencia de conocimiento experto por parte de los intermediarios financieros y los reguladores y así sucesivamente. En consecuencia, el grupo de expertos referido propugna  una nueva agenda de riesgos que responda proactivamente a los riesgos tecnológicos.

Frente a estos riesgos generados por las firmas tecnológicas que  no son supervisadas, las legislaciones financieras ordinariamente responden imponiendo estrictos requerimientos a la subcontratación de servicios tecnológicos por bancos y entidades financieras. En particular, a  la entidad financiera se le  requiere que garantice la estabilidad sistémica en todo momento, al margen de la subcontratación de firmas de tecnología de la información. Pero la cuestión de fondo plateada, es como podría un banco, aunque sea  JP Morgan o Goldman Sachs, garantizar que una de las principales compañías tecnológicas, como por ejemplo Amazon, Apple, Google o Microsoft, realicen la prestación apropiada de un servicio tecnológico contratado. Los grandes bancos no pueden controlar a las grandes firmas tecnológicas, cuyo valor de mercado es un múltiplo de la capitalización del propio banco. Y peor aún, Apple podría comprar Deutsche Bank con dinero en efectivo, contante y sonante de su propia caja. Como tampoco pueden aplicar controles que garanticen el funcionamiento adecuado de los grandes centros de datos en la nube. “A final, los bancos e intermediarios financieros necesitan confiar en las Big Tech”  (Systemic Risk in the Financial Sector, opus cit., pp.70 y 79). Pero autoridades y medios de información optan por ignorar que la tecnología financiera acrecienta el riesgo sistémico en el sector financiero.-
7/4/2020



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