En la medida en que el rápido ascenso de China como potencia mundial es hoy un reto para el predominio habitual de los EEUU desde la Segunda Guerra Mundial, los dos Estados corren el riesgo de sucumbir en la trampa mortal definida por el historiador griego Tucídides, que analizó la guerra que devastó las dos principales ciudades-estado de la Grecia clásica hace 2.500 años, concluyendo que “fue el ascenso de Atenas y el temor que suscitó en Esparta lo que hizo inevitable la guerra”, conocida como La guerra del Peloponeso.
La trampa de Tucídides es la gran idea central que aborda el profesor de Harvard Graham Allison, en su libro “Destined for war. ¿Podrán America y China escapar a “la trampa de Tucídides?”, publicado en 2017, durante el primer año de la Administración Trump con su lema “make America great again”; y que resultó muy valorado por relevantes personalidades como Henry Kissinger, antiguo Secretario de Estado; Bankin Moon, antiguo Secretario General de la ONU; e incluso por Joe Biden, cuando era ex vicepresidente.
A modo de relato admonitorio frente al riesgo de la trampa
de Tucídides, en 2021 se ha publicado “2034,
A novel of the next world war” (Penguin Press), una novela del veterano
periodista Elliot Ackerman y el
almirante James Stavridis que aborda la dinámica de la rivalidad entre EEUU y
China y
de cómo podría desarrollarse un conflicto bélico entre las dos superpotencias, una
vez desvanecida la superioridad tecnológica estadounidense y alejado el centro
de gravedad geopolítico de Washington.
Los antecedentes militares como oficiales de ambos autores, además de
escritores consagrados, dotan de solvencia técnica y narrativa a esta
fantástica obra de ficción, que debería incitar a la reflexión profunda sobre
la geopolítica de nuestro tiempo. Porque la realidad es que el fulgurante
ascenso a superpotencia de China frente a los Estados Unidos, supone ya tales
implicaciones que un diplomático de la etapa Obama las resumió de modo
significativo: “En los viejos tiempos- refiriéndose
a antes de 1998 – cuando surgía una
crisis o situación conflictiva, la primera pregunta que siempre hacían los líderes asiáticos era “¿Qué piensa
Washington?”. Hoy, cuando ocurre algo, lo primero que preguntan es “¿Qué piensa
Pekín?” (Destined for war, p.24)
Resulta tremendamente verosímil que el
enfrentamiento bélico de China y EEUU en la ficción se inicie y se localice en
el Mar de China Meridional, convertido
en objeto de reclamaciones territoriales que se superponen entre China y otros
países ribereños, incluido Japón; y es hoy un punto caliente en las relaciones
de China con EEUU. Ya en 2016, Jacques Attalí, destacado politólogo francés y
autor, incluía este espacio marítimo como uno de los seis posibles detonadores
de un conflicto bélico mundial (Véase en este blog); y
no le han desmentido los hechos reales posteriores. Y mientras China reclama su
soberanía plena sobre todo ese espacio marítimo, los EEUU lideran la defensa la libertad de
navegación marítima conforme a los Convenios
internacionales.
La acción comienza el 12 de marzo de 2034, cuando la comodoro
de la Armada de los EEUU Sarah Hunt se encuentra en el puente de su buque
insignia, el destructor de misiles guiados John Paul Jones, al frente de una
flotilla de tres destructores, máquinas de guerra altamente sofisticadas con
sistemas de armas computarizados. Está realizando una patrulla de rutina reafirmando
la libertad de navegación en el Mar de China Meridional, cuando su buque
detecta un arrastrero (sin bandera pero que se supone chino), en evidente
peligro dado el humo que sale de su puente. Al abordarlo los marineros estadounidenses
con la intención de ayudarlo, descubren cierto mecanismo cibernético secreto y
al mismo tiempo se bloquean sus propios sistemas cibernéticos quedando
incomunicada toda la flotilla de destructores,
Simultáneamente, ese mismo día, el mayor Chris “Wedge” Mitchell, experimentado
piloto de la Marina estadounidense está sobrevolando sobre el Estrecho de Ormuz
con un caza F35, probando una nueva tecnología sigilosa mientras juguetea con
el espacio aéreo iraní. Súbitamente, los mandos del avión dejan de responder al
piloto y es guiado por una extraña fuerza cibernética hasta aterrizar en la cercana
Base aeronaval iraní de Bander Abbas, donde es hecho prisionero.
Al parecer, esos eventos respondían a un plan chino que buscaba
hacer llegar a la Casa Blanca un mensaje para demostrar su superioridad
tecnológica y lograr el reconocimiento del poderío chino por los EEUU, con la
pretensión de negociar el intercambio del pesquero chino que consideran
apresado por la flotilla por el piloto prisionero de Irán. Sin embargo, una
serie de malentendidos y las interferencias y el bloqueo cibernético de las
comunicaciones entre EEUU y China conducen a un fatal desenlace. Al final de
ese día, el destructor de Sarah Hunt y su flotilla yacerán en el fondo del mar
hundidos por la Armada china; y el piloto Wedge es retenido por Irán como
prisionero con su F35.
Resulta evidente que una desconocida tecnología cibernética
indetectable, prestada por China a Irán en clara coordinación, ha permitido apresar
al piloto estadounidense y su avión; y asimismo ha logrado inmovilizar y dejar
indefensa a la flotilla de destructores estadounidenses. Esta nueva tecnología
incontrolada por los EEUU implica el uso de nuevas y poderosas
formas de armamento cibernético que deja incomunicados e indefensos a los
portaviones y aviones de la V y VII Flotas estadounidenses. En un solo día, la
creencia de los mandos de Estados Unidos en la preeminencia estratégica de su
ejército y su marina se desvanece, evidenciándose su retraso tecnológico frente
a los chinos.
El resto de la novela relata una escalada bélica que se
sucede entre las dos superpotencias sin que se explicite algún objetivo
estratégico propio que no sea mostrar su superioridad frente al adversario. Como
reflexiona un protagonista secundario,
un alto mando militar iraní (p, 203) ya el 17 de julio, le resulta asombrosa la rapidez con que las
tensiones habían escalado entre estadounidenses y chinos, los dos países que, al
contrario que el suyo (Irán), tenían la mayor responsabilidad en preservar el
orden en el mundo. Hasta ese momento, se había producido el incidente con el
arrastrero chino más una sucesión de batallas navales entre las flotas china y
estadounidense, la invasión de Taiwán
por los chinos continentales y el ataque nuclear de EEUU a la ciudad china de
Zanjiang (Luego sucederá la respuesta también nuclear de China que aniquila la
ciudades estadounidenses de San Diego y Galveston y la destrucción de Shanghái por
los EEUU) De modo que, como concluye el
citado protagonista, gran parte de lo sucedido desde los comienzos del
conflicto abierto ha desafiado la lógica de los intereses de ambas naciones.
Desde que Estados Unidos bombardeó con dos armas nucleares las
ciudades niponas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, el mundo ha vivido
al borde de la posibilidad de que una catástrofe similar se repitiera. Aunque
políticamente su utilización quedó bloqueada gracias a la estrategia asumida de
la denominada destrucción mutua asegurada (mutually
assured destruction o MAD en siglas, en inglés 'loco'), durante la etapa de
la Guerra fría entre los EEUU y la URSS, la Rusia soviética. Pero desaparecida
esta y producido el ascenso de China al
nivel de potencia mundial frente a la primacía de EEUU, la nueva situación
geopolítica creada autoriza a los dos autores a idear la ficción de una guerra nuclear en 2034 entre estas dos
superpotencias. Pero cuyo el desarrollo
se presenta técnicamente “controlado” con un alcance geográfico limitado.
La sorprendente diferencia es que en el relato de 2034
Estados Unidos tiene disponibles lo que se describen como armas nucleares
"tácticas", que le permite
pretender que su uso puede restringirse a un "campo de batalla",
mientras el alcance del arma nuclear
estratégica seria ilimitado. Sin embargo, como la novela describe escuetamente,
el "campo de batalla" de 2034 incluirá sucesivamente, además de
Zanjiang, la totalidad de las áreas
metropolitanas de ciudades como San Diego, Galveston y Shanghái, cada una con
poblaciones de varios millones de mujeres, niños y hombres. En 2034, personajes
militares de todas las naciones contemplan irónicamente el uso de armas
nucleares, como una solución plausible al conflicto bélico. Y excepto India,
que ejerce un singular papel de mediador bélico y que contribuirá a poner fin a la locura desencadenada, en el relato
brilla la ausencia de la Unión Europea en el desarrollo del conflicto y su
resolución así como de otras potencias medias extra europeas.
Las armas incorpóreas empuñadas en la guerra de 2034 son
inicialmente las principales herramientas del combate: la inteligencia
artificial, el espionaje cibernético, los invasores digitales que interfieren
Internet, los drones no tripulados. Pero son los hombres y mujeres dentro de la
maquinaria estatal, los burócratas y los políticos, quienes mueven las piezas
por el tablero. Y los chinos se burlan de sus adversarios estadounidenses y de
los políticos que son considerados responsables de la degradación del poder de
Washington. "La desregulación que
había dado lugar a tanta innovación y fortaleza económica estadounidenses era
ahora una debilidad estadounidense", dice un funcionario de defensa
chino. "Los estadounidenses han
demostrado ser incapaces de organizar una ciberdefensa centralizada".
En un momento de la narrativa, un funcionario de China comenta que es poco probable que Estados Unidos vea el panorama más amplio, eligiendo centrarse en el problema o la crisis inmediata y que, para cuando lo haga, será demasiado tarde. Lo cual resulta sorprendente, pero es una descripción bastante adecuada para la forma en que Washington contempla las políticas y las crisis en los últimos tiempos. Como apunta Joshua Huminski, destacado experto estadounidense, la formulación de políticas en Washington, a pesar de los mejores esfuerzos de muchos, es demasiado lineal y demasiado directa. Parece que hay una tendencia a ver los problemas en el vacío y no ver los puntos de presión o nodos de una red. (Joshua Huminski, 2034: A NOVEL OF THE NEXT WORLD WAR. January 30, 2021)
A este respecto, cuenta el profesor Allison que en la
cumbre de 2015, el presidente Obama y Xi Jinping debatieron extensamente sobre
la “Trampa de Tucídides”, sobre el riesgo de un posible enfrentamiento bélico
entre ambas superpotencias rivales. Obama subrayó que a pesar de la tensión
estructural creada por el ascenso de China, “los dos países son capaces de gestionar sus desavenencias”. Al
mismo tiempo, reconocieron ambos, según palabras de Xi, que “si los principales países una y otra vez
cometen errores de cálculo estratégico, podrían crear por si mismos tales
trampas” (Destined for War, prólogo)
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