"Es un acontecimiento extremadamente amargo, dramático y aterrador", afirmó la canciller alemana Ángela Merkel el lunes 16 ante el rápido deterioro de la situación en Afganistán tras la ocupación de Kabul por los talibanes el domingo 15 de agosto de 2021. "Es un acontecimiento terrible para los millones de afganos que quieren una sociedad más liberal", añadió. Mientras estos comentarios se producían, Alemania, España, Reino Unido y otros países se apresuraban a evacuar a su personal diplomático y colaboradores afganos desde el aeropuerto principal de Kabul. Poco antes en una reunión interna de su partido, Merkel manifestaba que creía que la decisión de Estados Unidos de seguir adelante con la retirada militar se había tomado por "razones políticas internas", que eran en parte culpables de la situación generada. Y según la cadena de radiotelevisión alemana DW, el nuevo líder del partido demócrata cristiano, Armin Laschet, calificaba la salida de Afganistán como un fracaso y la retirada como "la mayor debacle que ha sufrido la OTAN desde su fundación".
Un periodista brasileño, buen conocedor de Afganistán desde hace años, lo resumió más crudamente: "La OTAN acaba de ser humillada cósmicamente en el cementerio de los imperios por un grupo de pastores de cabras". “Al final, el momento Saigón sucedió más rápido de lo que esperaba cualquier “experto” en inteligencia occidental. Esto es para los anales: cuatro días frenéticos que concluyeron la guerra relámpago de guerrillas más asombrosa de los últimos tiempos. Estilo afgano: mucha persuasión, muchos acuerdos tribales, cero columnas de tanques, mínima pérdida de sangre.”
Pero el caos y el desorden que siguió a la toma del poder en Kabul por los talibanes, era reconocido abiertamente por Jonah Blank,antiguo asesor de Biden en política exterior, pero precisando que: "Los fallos de cómo nos retiramos de Afganistán no deben confundirse con la cuestión de si debíamos retirarnos de Afganistán. La presencia de Estados Unidos no tenía que terminar de esta manera, pero tenía que terminar".
Está claro que EEUU había decidido un giro geoestratégico en su política global cualesquiera que fueran las consecuencias.
La razón de ser de la retirada estadounidense
El presidente Biden anunció que el 31 de agosto finalizaría
la misión militar de Estados Unidos en Afganistán, completando un proceso iniciado
el 2 de julio cuando las fuerzas estadounidenses abandonaron Bagram, una base
aérea convertida en el símbolo del compromiso militar con Afganistán; pero lo
hacía de un modo que daba la impresión, para algunos observadores, que EEUU reconocía
su derrota frente a los talibanes. La razón fundamental de esta retirada responde
al interés nacional de los Estados Unidos, que determina que no hay más razones
para que sus soldados permanezcan en ese peligroso territorio y, con tal fin,
existe un consenso bipartidista. De ahí que el demócrata Biden haya cumplido el
acuerdo con los talibanes (no con el gobierno afgano) del republicano Trump de
29 febrero 2020 en Doha.
Tras dos décadas de intervención militar en Afganistán, con
un coste que se cifra entre dos y tres billones de dólares, gastados en su
mayor parte en entrenar y equipar las fuerzas de seguridad afganas, los Estados
Unidos se han encontrado con que, a pesar de ser la primera superpotencia,
disponen de unos recursos propios limitados, que deben utilizarse de manera
óptima para afrontar otros desafíos urgentes para sus intereses nacionales
(infraestructuras, innovación tecnológica) y para su posición global frente a
China y Rusia.
Según la doctrina oficial, EEUU considera que ha logrado
los objetivos principales de comenzar la guerra, que incluían eliminar a Osama
ben Laden, el autor intelectual de los ataques terroristas del 11 de
septiembre; y prevenir nuevos ataques. Objetivos logrados con un alto coste que
incluyó la muerte de 2.448 soldados estadounidenses e hiriendo a otros 20.722. Si
los aliados y socios de Estados Unidos esperaban que continuara aumentando sus
costes financieros y humanos con la esperanza de construir una nación/un Estado
democrático en Afganistán, ahora se han enterado que ese no era el objetivo
nacional de Estados Unidos.
Durante su casi medio siglo en política, Joe Biden ha
predicado lo que ha descrito como un enfoque pragmático de la política exterior
en el que Estados Unidos utiliza su "poder blando" (soft power) para
promover valores nobles como los derechos humanos y la democracia; y reserva su
poder militar (hard power) para proteger el núcleo de los intereses
estadounidenses.
Los ataques terroristas del "9/11" desencadenaron el compromiso militar de combate masivo, que la administración Bush transformó en “guerra contra el terror”, llevó a la invasión de Afganistán, primero y luego, a la de Irak. Pero a estas alturas de la película, Biden ha dicho que el terrorismo, "no es una amenaza existencial" para la democracia estadounidense. Mientras que los conflictos con potencias regionales con armas nucleares, como China y Rusia, potencialmente sí lo son.
Y de ahí la urgencia de la administración Biden para que los EEUU concentren sus esfuerzos en otras direcciones. Sin embargo, la incertidumbre y el vacío de poder que deja la salida de la superpotencia de Afganistán representan un serio desafío para las grandes potencias rivales y para los países vecinos. La retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán genera amenazas para la seguridad de la región pero tendrá consecuencias económicas también.
Todo apunta a que la
decisión de retirada militar de Afganistán se inserta en la voluntad del
presidente Biden de implementar la política de "Pívot to Asia" (“giro hacia Asia”), articulada por primera vez
por la administración Obama de la que Biden formó parte como vicepresidente. Una
opción de política global que se ha vuelto más urgente en la medida en que EEUU
ha adquirido mayor conciencia de que una China asertiva se ha convertido
rápidamente en un desafío para su supremacía global. De ahí la pretensión de
reequilibrar sus políticas hacia Asia y el Pacífico para prestar mayor protección
a sus aliados y socios en esa región frente a las amenazas que emanan de China. Por lo pronto, una semana después de la caída de
Kabul, la vicepresidenta Kamala Harris volaba a Singapur e iniciaba un viaje
relámpago por la región para tranquilizar a los países socios (desde Corea del
Sur, Japón a Taiwán) tras el abandono de Afganistán (BBC,24/8/2021)
Si bien, al parecer, todos los ojos están actualmente puestos en cómo Washington, Pekín y Moscú lidiarán con las turbulencias y la incertidumbre sobre la situación resultante en Afganistán, es probable que las repercusiones de los eventos imprevisibles tengan un gran impacto en la región del sur de Asia. Las muchas predicciones que se están haciendo sobre las posibles ramificaciones de los eventos en Afganistán y sobre cómo se llenará el vacío de poder que deja la salida de la superpotencia, apuntan a que en su entorno se va a desarrollar un nuevo gran juego que mantendrá en alerta a todas las partes interesadas. Si bien la dinámica entre Estados Unidos y China parece ser un imperativo importante para la retirada de Estados Unidos de Afganistán, su trayectoria estaría influenciada por otros cinco actores estatales - Rusia, Turquía, Irán, India y Pakistán - y tres actores no estatales - los talibanes, ISIS/Estado Islámico y Al Qaeda, según señala un investigador.
Pekín ha culpado directamente a Estados Unidos por su
apresurada retirada de Afganistán, que puede crear volatilidad e inseguridad
transfronterizas. China y Rusia,
proactivos en su acercamiento a los talibanes, se han mostrado
cautelosamente optimistas con respecto a la toma del poder de los talibanes en
Kabul, aunque ambos han declarado categóricamente que no se apresurarían a
reconocer formalmente a un gobierno talibán. Las delegaciones de los talibanes
habían visitado Rusia y China en julio de 2021. Y después de la toma de Kabul
por los talibanes, el secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken,
también se acercó a Pekín y Moscú.
En cuanto a China, aunque ha cosechado beneficios
económicos en el Medio Oriente y las regiones adyacentes mientras la
responsabilidad de la seguridad recayó principalmente en Estados Unidos, ahora
lo más importante es que comparte su frontera con Afganistán a través de su
provincia de Xinjiang, una región habitada por musulmanes que actualmente es
fundamental para la estrategia estadounidense de contrarrestar a China. Se
dice regularmente que la amenaza de seguridad más apremiante de China en
Afganistán es el Movimiento Islámico Uigur del Turquestán Oriental que busca la
independencia. Y planea aumentar su presencia de seguridad para evitar que los
extremistas provoquen disturbios en la citada región con la ayuda del Afganistán de los
talibanes; a cambio, estos esperan apoyo chino para un desarrollo económico y
superar la inestabilidad interna. Hasta
ahora, los talibanes le han dado seguridad a China, llamándole un país
"amigo"; pero esas garantías pueden no ser suficientes para que China
se relaje su seguridad, especialmente porque los talibanes y los Estados Unidos
han llegado a un acuerdo abierto, que también puede implicar algunos
entendimientos encubiertos. Es importante señalar que algunos
analistas destacan que no conocemos el alcance total del entendimiento entre
los Estados Unidos y los talibanes, aparte del acuerdo del 29 de febrero en Doha.
Aunque lo cierto es que, tras la caída de Kabul, el gobierno chino mantiene
contactos con los líderes talibanes y ha mostrado sus deseos de un
gobierno afgano integrador en un país
pacificado y seguro y su disposición para explotar la riqueza minera de
Afganistán.
China también busca las reservas sin explotar de Afganistán de carbón, hierro, gas, cobalto, mercurio, oro y litio. Y actualmente se ha convertido en el mayor inversor extranjero directo desde que los afganos abrieron su sector de materias primas en 2007. Además, el ambicioso plan del presidente chino Xi Jinping de conectar países a través de la Belt and Road Initiative, la conocida nueva Ruta de la Seda, tiene como objetivo unir Kabul y Pakistán a través del Corredor Económico China-Pakistán. Para China, Afganistán sigue siendo una ruta importante para conectarse con el resto del mundo, uniendo Irán, Afganistán y Pakistán y expandir su influencia geopolítica. En la región, China se ha convertido en una potencia económica y regional indiscutible que podría convertirse en un actor a largo plazo. Hay quien sostiene que en este atolladero lleno de complejidades y oportunidades, el expansionismo chino está destinado a entrar como nuevo participante en el gran juego. En contraste con imperios anteriores, China, con sus ambiciosos proyectos y acuerdos, podría emerger como el campeón del siglo del cementerio afgano donde Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia han fracasado, apunta un experto.
Sin embargo, se asegura que EEUU busca la implicación de
China en la seguridad de Oriente Medio. Ahora que EEUU se ha convertido en el
mayor productor de petróleo del mundo, la opción militar para garantizar el
libre flujo de petróleo del Golfo a EEUU, la llamada doctrina Carter, ha
perdido su relevancia. Por lo que el fundamento de tal doctrina ahora se ajusta
mejor al imperativo energético de China, y será interesante observar cómo China
se asegura el flujo de petróleo desde Medio Oriente a su propia costa en
ausencia de la seguridad proporcionada por Estados Unidos. En ese sentido hay
que tener presente que el creciente consumo de petróleo y gas en China le ha
convertido en el mayor importador de petróleo, que hacia principios de 2020
suponía el 75 por ciento de la demanda total, siendo el mayor cliente del
petróleo que fluye fuera del Estrecho de Ormuz. (Daniel Yegin, The New Map, 156-157)
Para Rusia, Afganistán es importante debido a su papel geopolítico en Asia Central, que considera su propia esfera de influencia. Con el colapso de Afganistán, Moscú toma el mando en Asia Central, rezaba el titular de un informe de The New York Times unos días más tarde de la caída de Kabul. Para Moscú, la caótica retirada estadounidense representa una victoria propagandística a escala mundial, porque recuerda la humillante retirada de Rusia de Afganistán en 1989, después de su desastrosa intervención de diez años. En la ronda más reciente de conversaciones de Rusia con los talibanes en Moscú, en julio pasado, el grupo islamista prometió que sus logros militares no serían una amenaza para Rusia o sus intereses. Porque Rusia ha tenido con los talibanes múltiples rondas de conversaciones a pesar de que este grupo islamista radical está oficialmente clasificado como una organización terrorista prohibida con Rusia. Otro lado de la estrategia han sido los ejercicios militares de Rusia en la frontera como una demostración de fuerza con voluntad de castigar a los talibanes si se salían de la línea. Las tropas rusas participaron en ejercicios militares con Uzbekistán y Tayikistán este mes de agosto cerca de la frontera entre Tayikistán y Afganistán.
Junto con Pakistán y China, Rusia ha ganado una amplia
influencia en asuntos de seguridad a expensas de Estados Unidos e India,
aseguran los observadores internacionales. En la larga lucha postsoviética por
el poder y la influencia en Asia Central, a veces llamada el nuevo Gran Juego,
un jugador cada vez más dominante ha emergido del caos y la confusión de
Afganistán, que es Rusia, al menos en asuntos de seguridad. Por tanto, el
fortalecimiento de la posición de Rusia en asuntos de seguridad de Asia Central
es parte de un cambio más amplio provocado por el ascenso al poder de los
talibanes, fortalecimiento que se verá incrementado con la salida de EEUU de
Afganistán.
Por lo tanto, para Rusia y Asia Central, la retirada de las
tropas estadounidenses de Afganistán, además de desencadenar nuevas amenazas a
la seguridad, también tendrá consecuencias económicas. Hasta la fecha, no está
claro cuánto tiempo y en qué medida permanecerá el apoyo externo para
Afganistán una vez completada la retirada. También se desconoce si alguno de
los actores externos podrá o estará dispuesto a llenar el vacío de seguridad
resultante en la región. Después de todo, no se trata solo de apoyo material al
gobierno central afgano, sino de garantizar la seguridad de los proyectos de
infraestructura en las regiones del país, así como el control de las fronteras
y los flujos comerciales ilegales. La retirada oficial de las tropas
estadounidenses es de particular importancia para los países de Asia Central,
dada su proximidad a Afganistán, y puede tener una serie de consecuencias
estratégicas. En este contexto, la reunión del secretario de Estado de EEUU,
Anthony Blinken, el 23 de abril pasado con los ministros de Relaciones Exteriores
de Kazajstán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Turkmenistán fue un intento
de garantizar los compromisos de EEUU con la región e indicar a otros actores
regionales que Afganistán todavía está en el radar de la política exterior de
Biden.
Otros dos poderes regionales, como Turquía e Irán, pueden desempeñar un papel relevante tras el triunfo de los talibanes. Turquía, que no comparte sus fronteras con Afganistán, mantiene buenas relaciones con estos al mismo tiempo que, como parte del contingente militar de la OTAN, acordó proporcionar apoyo técnico en la seguridad del aeropuerto de Kabul en la fase posterior a la retirada estadounidense, en su doble juego habitual; lo que significa que puede desempeñar un papel cada vez más importante en el futuro de Afganistán. Por su parte, Irán comparte más de 900 km de frontera con Afganistán y alberga a más de dos millones de refugiados afganos. Si bien un escenario de seguridad en deterioro en Afganistán podría aumentar sustancialmente ese número. Y comprometerse con los talibanes también es importante para el gobierno chiita con el fin de contrarrestar a su rival sunita, Arabia Saudita. Por lo tanto, no es sorprendente que los intransigentes iraníes hayan comenzado a pedir un trato diferente a los talibanes que para Al-Qaeda e ISIS.
Podemos decir que estos
tres países son rivales regionales y globales de Estados Unidos y algún
experto asegura que de un solo golpe, el
presidente Biden los ha ocupado en la tarea urgente de estabilizar Afganistán y
asumir la carga de su seguridad. Los otros
países vecinos de Afganistán, los que son amigos de Estados Unidos, también han
comenzado intensos esfuerzos para encontrar una manera de garantizar la paz.
Reacciones
de India y Pakistán
La India también
está "siguiendo de cerca" la evolución de la situación de seguridad
en Afganistán para proteger sus propios intereses y se ha dedicado a la
diplomacia de alto nivel para contribuir a resolver la crisis actual. India ha declarado claramente que tiene abiertos
algunos canales de comunicación con los talibanes desde hace algún tiempo,
aunque muchos analistas argumentan que Nueva Delhi debería haber sido más
proactiva al acercarse a los talibanes. Si bien India logró evacuar a su
personal que trabajaba en la embajada, y a todos los demás ciudadanos indios en
Kabul, no le gustaría ver que todas sus inversiones (estimadas en 3.000
millones de dólares) fracasen. India ha invertido en varias áreas de
Afganistán, incluida las infraestructuras, la salud y la educación.
La principal aprehensión a largo plazo de Nueva Delhi son
los estrechos vínculos entre los talibanes y el estado profundo de Pakistán. Si uno
mira específicamente al sur de Asia, Pakistán ha acogido con satisfacción la
toma de Afganistán por parte de los talibanes, con el primer ministro de
Pakistán, Imran Khan, diciendo que los talibanes se han liberado de la
esclavitud, mientras que el ministro de Información del país, Fawad Chaudhry,
dijo que Pakistán reconocería a los talibanes, después de consultas regionales.
(Tridivesh Singh Maini.
Analista de políticas con sede en Nueva Delhi asociado con OP Jindal Global
University, Sonipat, India. Una de sus áreas de interés es el triángulo
India-Pakistán-China.) Taliban
Takeover of Afghanistan: Implications for India
El terrorismo
islámico, una amenaza soterrada
Finalmente, señalemos la presencia en esta área geográfica
de tres actores no estales, tres grupos del islamismo radical, cuya actividad
futura nadie se atreve a prever sobre datos fiables. Eso sí: la interacción
entre los talibanes, Al-Qaeda e ISIS/Estado
Islámico influirá en el futuro no solo de Afganistán sino de toda la región
de Oriente Medio y más allá. Esto también sería
determinante en cualquier posible regreso de las fuerzas estadounidenses a la
región. Hasta ahora, los talibanes han asegurado que no permitirán que ISIS ni
otros grupos violentos utilicen el territorio afgano contra sus vecinos. Sin
embargo, dados los estrechos vínculos históricos entre los talibanes y
Al-Qaeda, es más fácil decirlo que hacerlo. Aunque ISIS y Al-Qaeda no están
exentos de diferencias, históricamente tampoco son reacios a unirse contra un
enemigo común. Si Estados Unidos también decide retirar sus fuerzas de Irak,
entonces ISIS puede resurgir de nuevo. Y si estos tres grupos radicales se unieran, eso
puede causar estragos en términos de seguridad regional, manteniendo ocupados a
todos los interesados.
El secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, en
una reciente visita a la India, antes de la caída de Kabul, advertía que
Afganistán se convertiría en un “estado paria” si los talibanes tomaban el control por la fuerza”, afirmando que
"estos no son los talibanes del
siglo XX ... sino la manifestación del nexo entre las redes terroristas
transnacionales y las organizaciones criminales transnacionales". Y
tras el 15 de agosto, el Presidente Biden ha defendido su decisión de poner fin
a la guerra en Afganistán culpando a los propios gobernantes afganos de
traicionar a su país y de no estar dispuestos a luchar contra los talibanes.
Finalmente, digamos que, a pesar de los beneficios del giro
geoestratégico, los Estados Unidos aún afrontan muchos otros desafíos en la
región después de la retirada de sus fuerzas de Afganistán.-
Sanxenxo, 28/8/2021
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